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Calma, respeto y armonía ciudadana pese al colapso por el apagón

  • "Los semáforos no funcionan y empiezo a pensar en las distopías que he visto en el cine mil y una veces"
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Peatones cruzan la Gran Vía de Madrid durante un apagón, frente al Hotel Emperador.  La ausencia de vehículos y la ropa de entretiempo de los peatones son detalles destacables.
Un grupo de peatones cruza la Gran Vía de Madrid durante los momentos del apagón. EFE

Se enciende una luz en la habitación 108 del hospital Montepríncipe, Boadilla del Monte, Madrid. No le damos importancia. Seguimos con las bromas Berta, Germán y yo, animando a Teresa que fue ingresada la semana pasada. Me despido de todos. Abro la puerta de la habitación y, en ese momento, Berta y Germán se dan cuenta de que no hay luz en el pasillo del hospital. No le doy importancia. Salgo, arranco el coche y salgo rumbo a casa de Tania, en la plaza de Conde de Casal. Voy a comer con ella antes de entrar a las 15:00 a trabajar a Torrespaña. Llego tarde, la llamo por teléfono. No funciona. Hago otras tres llamadas más, tampoco funciona. Llego a la M-30 y a la altura del nudo sur hay un gran atasco, me desvío por la calle Méndez Álvaro y consigo entrar en las calles del "nuevo centro de Madrid", el interior de la M-30, por Avenida de Ciudad de Barcelona. Los semáforos no funcionan. Empiezo a pensar en las distopías que he visto en el cine mil y una veces. Pero la calle está tranquila. Decenas de personas en las paradas de autobús, los coches circulan despacio, y los peatones se aventuran a cruzar armónicamente. Todo va mucho más despacio, y todo el mundo parece más atento y más calmado.

Todo el mundo parece más atento y más calmado.

Hasta que llego a la plaza de Conde de Casal. Han acordonado con bandas de plástico la rotonda para facilitar la circulación. Una policía municipal regula el tráfico. Un coche se adelanta sin prestar atención a sus señales, no se detiene. La policía golpea el cristal del asiento del copiloto para que se detenga. Continúo la marcha. Llego a casa de Tania. Me comenta que hay un apagón en toda la península Ibérica. Le pregunto si tiene una radio antigua. Radio Nacional entrevista a un responsable de Red Eléctrica de España que comenta que "han actuado impidiendo que se extendiera el apagón al resto de Europa, como si fuera un cortafuegos". Comemos, mientras escuchamos la radio. El plato caliente sabe a gloria. Lo hizo Tania antes de que comenzara el apagón y aún se mantiene templado. La cocina es eléctrica, al igual que el frigorífico, el congelador, la cafetera, el microondas, todo es eléctrico. Ahora es el alcalde de Madrid el que recomienda que nos quedemos en casa, que no salgamos, que evitemos los movimientos. "La M-30 está cerrada", comenta el alcalde, "pedimos a las personas que necesiten contactar con emergencias que se desplacen a estos centros". Tania tiene cita con el ginecólogo a las 14:30. Ahora habla un expresidente de Iberdrola que explica lo anómalo de la situación y se remonta a un incidente a principios de los ochenta que generó un apagón menor, mucho menor que este. En su larga trayectoria profesional nunca ha visto nada parecido a lo ocurrido.

Hay luz en Torrespaña, los generadores mantienen activa RTVE

Camino de Torrespaña dejo a Tania en el ginecólogo. Como esperaba, no la atienden. No funciona nada. Le dicen que llame mañana pero que el lío es infinito porque no funciona ningún ordenador. Volvemos al coche, Tania me acompaña hasta la calle Alcalde Sáinz de Baranda. Observamos la extraña armonía que hay por el barrio de Moratalaz. Los coches circulan, los peatones también, la gente camina por las aceras, regresan a sus casas a pie. El flujo de personas que cruzan, de vehículos que se detienen, de viandantes que zigzaguean, y de velocidad lenta, muy lenta, nos recuerda a una exposición de fotos de principios de siglo pasado donde coches, peatones y tranvías convivían en la Gran Vía de Madrid sin que hubiera luces que señalizaran quién debía pasar.

Tania se baja en Sáinz de Baranda esquina a la calle Doctor Esquerdo. Llego a Torrespaña. El primer semáforo que funciona y que haya visto, está en la entrada de Torrespaña. Bajo la ventanilla, pongo mi tarjeta identificativa sobre la pantalla y aparece mi nombre. Bienvenido Miguel Ángel. Hay luz en Torrespaña gracias a los generadores. Desde el sótano tres subo a la tercera planta por las escaleras. Me encuentro con Pilar, mi jefa. "¿Cómo has venido?" - "En coche. "Hay una respetuosa sensación de armonía entre coches y peatones", le comento a Pilar. "Escríbelo", me dice. Enciendo el ordenador. Internet funciona. Me pongo a escribir sin saber realmente quién lo podrá leer.