El arte urbano en España: de lo clandestino a la gran galería de la calle
- Informe Semanal analiza con el reportaje "Las calles, un lienzo" el auge del muralismo
- Los autores destacan no solo el impacto económico de esta disciplina, sino también su dimensión artística y social
"Dentro de 50 años, se recordará esta época de la humanidad como la de la colonización de las ciudades con el arte urbano". La afirmación de Hugo Lomas, más conocido como Sfhir, no deja lugar a dudas: el arte callejero ha dejado de ser una expresión marginal para convertirse en un fenómeno global.
Y él, con más de tres décadas en el mundo del graffiti, habla con conocimiento de causa. Su historia comenzó, como la de tantos jóvenes de su generación, dibujando en los márgenes de los cuadernos escolares. Pero hubo un momento clave que definió su camino: "Me pillaron haciendo una pintada en el instituto", recuerda. En lugar de expulsarle, sus profesores le impusieron un castigo inusual: "me hicieron repetir el graffiti, pero bien hecho".
Mural de una menina realizado por el artista urbano Sfhir Sfhir
Así nació su firma, una declaración de intenciones que aún hoy acompaña su obra: "Buscado por arte ilegal desde 1995". Hoy, Sfhir no solo dirige el espacio 95 Gallery, dedicado al arte urbano, sino que también es uno de sus máximos exponentes. Su trabajo va desde lienzos hasta esculturas y hasta ilustraciones efímeras hechas con punteros láser. Sin embargo es frente al muro, con el spray en la mano, donde realmente siente su pasión. "Pintar en la calle tiene un atractivo especial, estás a disposición de todo el mundo, tu obra se expone a una audiencia mucho más amplia y diversa", asegura el artista.
Sus murales, con figuras hiperrealistas de inspiración onírica, se despliegan sobre ciudades de Portugal, Bélgica, Canadá, Italia, Guatemala o Catar. En España, prefiere trabajar en municipios pequeños, donde hay más libertad creativa. "En las grandes ciudades hay mucho miedo al 'qué dirán'", comenta. "Me han llegado a censurar obras desde partidos de izquierda por miedo a las críticas de la derecha. Pero esto no va de ideologías, va de creación".
Uno de sus murales más icónicos está en la localidad gallega de Fene: una violonchelista de 300 metros cuadrados que parece hacer sonar un instrumento invisible, imaginado sobre el patio de luces del edificio. El año pasado esa obra fue elegida el mejor mural del mundo por la plataforma Street Art Cities, que premia cada año lo más destacado en muralismo.
Mural 'Una violenchista' de Sfhir situado en la localidad gallega de Fene Street Art Cities
Este año otro mural en esa misma localidad, 'O charanguista andino' —del artista chileno Cristóbal Persona— ha vuelto a ganar el certamen, en el que participaron 16 muralistas españoles. Para Sfhir es la prueba de que "España es una de las grandes potencias mundiales en arte urbano, si no la principal", señalando que la posibilidad de pintar al aire libre durante la mayor parte del año es un factor clave del auge. "No puedes ser una potencia mundial del muralismo si llueve 300 días al año, como en Escocia", bromea.
Mural 'O charanguista andino' del artista chileno Cristóbal Persona. Street Art Cities
Pero no es solo cuestión de meteorología. Sfhir destaca, además, un aspecto menos evidente pero fundamental para pintar al aire libre: la luz. "Dalí ya hablaba de ello. En esta franja del mundo tenemos una luz muy especial", explica. "Ese ángulo de reflexión, que incide directamente sobre los murales, realza los colores y aporta una calidad única a las obras de arte urbano".
El universo multicolor de Okuda
Para Okuda San Miguel, otro referente del muralismo contemporáneo, el auge del arte urbano es imparable. "Siempre va a existir", dice. "Trabajar en la calle, en el espacio público, es un medio maravilloso". Okuda coincide en que España tiene una escena de arte urbano vibrante y en crecimiento. Sus inicios también fueron en el grafiti, pintando en fábricas abandonadas de su Santander natal. Aunque luego, estudió bellas artes. "Mi influencia viene más del arte clásico y la historia del arte que del propio grafiti", comenta. Con el tiempo, combinó dos formas de aprendizaje: "el académico y el de la calle, que se fusionaron de manera natural", explica.
Su estilo es difícil de describir. "Es una especie de surrealismo pop contemporáneo 'digitaloide'", explica, en el que el color es el elemento clave, lo que da volumen a las figuras de sus creaciones y que él integra aplicando un método casi matemático. "Si miras mi obra, todo es plano, pero el ojo del espectador construye el volumen", añade. Este efecto, que a veces hace que sus murales parezcan digitales o creados por inteligencia artificial, "es, en realidad, el resultado de un trabajo completamente manual", asegura el artista cántabro.
Silo pintado por Okuda San Miguel en Ciudad Real. Okuda San Miguel
Con este método ha coloreado fachadas en los cinco continentes, desde Nueva York a Kiev, pasando por Hong Kong, Berlín, La Habana o Estocolmo, entre otros países. El mundo —y las paredes— ya se le han quedado pequeños, y hoy además de arte urbano pinta cuadros de gran formato, hace escultura, objetos decorativos, videojuegos y hasta tapices. Okuda es un artista hiperactivo, siempre a la búsqueda de proyectos atípicos y desafiantes. Ahora, lo que le mueve es la arquitectura. Más que el tamaño de la pared, que sean edificios singulares: "una pared plana es como un lienzo gigante, pero me interesan más los retos, leer la arquitectura y dialogar con ella".
Uno de sus retos más complejos ha sido pintar techos, como en hizo en su proyecto 'Kaos Temple' en las iglesias de Santa Bárbara de Coruño, en Llanera (España) y Denver (EE.UU.). "En Denver fue complicado porque no se podían meter grúas dentro. Teníamos que escalar por los andamios, subir con los sprays y pintar hacia arriba, con la pintura cayéndonos encima", recuerda. A pesar de las dificultades, considera estas intervenciones como sus obras más impactantes.
Proyecto 'Kaos Temple' de Okuda en Llanera, Asturias Okuda San Miguel
Para Okuda, el arte urbano es mucho más que decorar las ciudades. "Las ciudades merecen más cultura, más arte y menos bombardeo publicitario", afirma. Su misión es clara: "Transformar el cemento gris en un mundo con más color, que inspire a la gente". Y esa transformación no debe limitarse solo a los entornos urbanos. "Estamos eliminando fronteras. Si el arte urbano es, por definición, urbano, ¿por qué no llevarlo a un bosque o una montaña?", se pregunta.
Su interés por el espacio rural lo ha llevado a proyectos en los que las estructuras más grandes de un pueblo, como un silo, se convierten en lienzos monumentales. Un ejemplo es el Faro de Ajo, cuya intervención generó polémica, pero que, según él, "ha terminado convirtiéndose en el segundo monumento más visitado de Cantabria después de las Cuevas de Altamira".
Faro de Ajo, situado en el cabo de Ajo, en la localidad cántabra del mismo nombre. Beatriz Carretero/ Omar H. García
Arte urbano (y rural)
También Sfhir coincide en que el futuro del arte urbano se expande más allá de las ciudades y gana terreno en el ámbito rural. "Desde los pequeños municipios se están organizando muchas iniciativas y festivales de muralismo, porque, además de embellecer el entorno, resultan muy rentables a nivel turístico".
Ejemplos de ello son el Festival Asalto en Zaragoza, Perla Mural Fest en A Coruña, Graffitea Cheste (Valencia), 23700 Arte Urbano en Linares (Jaén) , Art Aero Rap en La Bañeza (León) o Muro Crítico en Cáceres, encuentros que han convertido sus localidades en auténticos museos al aire libre.
Mural 'Juntas', realizado por Dúo Amazonas en el festival ArtAeroRap de La Bañeza, León Duo Amazonas
Pero no solo el impacto económico es relevante, también tiene una dimensión artística y social. "No es lo mismo ver un mural en una zona rural que en una gran ciudad llena de publicidad y ruido visual", opina Lina Sanabria, una de las artistas detrás de Dúo Amazonas. "El muralismo permite que la gente vea el proceso, los errores, la cuadrícula inicial… Humaniza la labor del artista". Junto a la argentina Nati Andreoli, Sanabria forma una pareja de muralistas que trabaja sobre todo en la España rural, apostando por el arte como una herramienta de conexión con los territorios y sus habitantes.
"Nos mueve la idea de que el arte sea accesible para todos", explican. Su obra se centra en retratar oficios y gestos cotidianos, creando murales que interactúan con la comunidad. Parten de la fotografía para componer murales de tonos pastel o sepia, evocando el estilo de las antiguas fotografías analógicas.
Mural 'Playa' realizado por Dúo Amazonas en el festival Mès Q Murs' de Puerto de Sagunto, Valencia Duo Amazonas
El museo al aire libre
Pero como su propio nombre indica, la ciudad sigue siendo el lienzo infinito del arte urbano. Guillermo de la Madrid lleva más de una década dedicado a divulgar la obra de los talentos callejeros desde Madrid Street Art Project , una plataforma que organiza festivales y encuentros en torno al arte urbano. Para él, su impacto va mucho más allá de lo estético. "El acceso a estas expresiones artísticas es mucho más democrático. Es gratuito, se puede disfrutar 24 horas al día y no es necesario tener un interés previo en el arte; las personas se lo encuentran en su día a día", explica.
“Es gratuito, se puede disfrutar 24 horas al día y no es necesario tener un interés previo en el arte“
Entre las actividades que organiza Guillermo están los recorridos por el arte urbano de Madrid, que cada vez atraen a más turistas. Estos tours permiten conocer los secretos y las historias detrás de cada intervención. Uno de los barrios más destacados es Lavapiés, en el centro de la ciudad. Algunos murales, como el de El Rey de la Ruina, tienen más de una década. Este mural de una mujer con el puño apretado simboliza la fuerza y la igualdad de género, con el lema “socialmente igual, humanamente diferente, totalmente libre", destaca Guillermo.
El arte urbano no solo revitaliza espacios olvidados, también provoca con sus mensajes, desconcierta e invita a la reflexión. Y lo mejor es que no tienes que ir a buscarlo para encontrártelo. Ese es el verdadero valor del arte urbano: que es para todos, incluso para los que no quieren mirar.
Mural realizado por el artista británico The Face en el barrio de Lavapiés, Madrid.