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Noemí, empresaria gitana: un camino de racismo y discriminación

  • El día a día de las personas de etnia gitana sigue estando marcado por el racismo
  • Con el apoyo de la Fundación Secretariado Gitano, Noemí montó una empresa hace ocho años

Por
Noemí González
Día Internacional del Pueblo Gitano: Noemí, empresaria gitana, relata su historia en RNE.

Noemí González se presenta como mujer gitana, emprendedora, empresaria y madre de tres hijos. Desde 2016 dirige una empresa de formación en estética, especializada en el mundo de las uñas, por la que han pasado más de 2.000 alumnas en varias ciudades de España.

"Mis alumnas son desde niñas de 16 años hasta mujeres de 50 que quieren cambiar de vida; migrantes que llegan de su país con diferentes profesiones, pero quieren encontrar un trabajo o una oportunidad de negocio en España". Noemí transmite orgullo por su empresa y mucha seguridad en sí misma, pero el camino hasta aquí ha estado embarrado por el racismo y la discriminación.

Lo sufrió en quinto de primaria, con 10 años, cuando, al cambiar de colegio, era la única niña gitana: "Mi profesora me sentaba en la última fila, no me preguntaba nunca, no me evaluaba, si había una excursión no me daba la autorización a mí, pero sí a todos mis compañeros". Lo más duro fue el día que volvió al colegio tras el fallecimiento de su tía, "cuando volví y le enseñé el justificante a la profe, porque había faltado 3 días, lo rompió, lo tiró a la basura y dijo: 'Por mí como si os morís todos'".

Del desprecio de su profesora al de sus compañeros

Unos gestos que acabaron calando en sus compañeros de clase que empezaron a hacerle bullying. "Los niños son un reflejo del referente y al mes de entrar en el colegio ya no tenía amigos". Cuando llegaba el momento de bajar al patio, Noemí se encerraba en el baño para comer la merienda, "me levantaba llorando, por las mañanas no quería ir al cole, pero mis padres no lo entendían porque no se lo conté". Hasta entonces sus notas habían sido ejemplares y sentirse excluida le daba vergüenza.

Una experiencia que la dejó marcada, pero no fue la primera ni la última vez. Esta joven empresaria, que ahora tiene 31 años, cuenta que hay muchos momentos en los que se ha sentido discriminada por ser gitana: "Me acuerdo de que con 7 u 8 años me hice una amiguita en la piscina pública y cuando le dije que era gitana, empezó a gritar: '¡Salid de la piscina, hay una gitana en la piscina!', y todos los niños salieron corriendo".

Discriminación escolar y laboral

Gitana invisible, su aspecto físico no da el perfil, así que no suele ser identificada como tal, por lo que ha tenido que oír muchos comentarios racistas: "El otro día dejé una moto en la calle de mi hijo y un vecino me dijo: 'Menos mal que no ha pasado un gitano', y miles de casos más".

las mujeres gitanas no empezamos desde cero, empezamos bajo cero

Pasó desapercibida durante los 2 años que trabajó en una empresa de la que fue despedida cuando sus jefes se enteraron de que era gitana: "Mis jefes eran racistas, pero no sabían que yo era gitana, escuchaba todos sus comentarios: 'Ha entrado una gitana en la tienda, a ver si roba, o ha entrado un panchito'; me di cuenta rápido de que no se podían enterar".

Así que Noemí tenía que vivir en la clandestinidad, de incógnito, hasta que un día apareció, por casualidad, una amiga de su madre y todo se descubrió. "Al día siguiente fui con miedo a trabajar y al llegar nadie me hablaba, no me dieron ni los buenos días. Salieron a comer sin avisarme, ni me invitaron a la cena de empresa de Navidad, ni a compartir la lotería". Volvía la pesadilla y Noemí estaba reviviendo lo que le había pasado de niña.

Tres alumnas de Noemí en su empresa de formación estética.

Alumnas en formación estética

Al mes la despidieron y de nuevo, por vergüenza, no lo contó en casa, así que le tocó volverse a recuperar, mental y psicológicamente. Ese despido, que finalmente fue considerado improcedente, fue lo que la llevó a querer emprender y realizar el sueño que había tenido desde los 18 años.

Con el apoyo del programa Acceder de la Fundación Secretariado Gitano montó su empresa KuñaKas, que trabaja con varias ONG, así que muchas de sus alumnas son mujeres en riesgo de exclusión social, refugiadas o que han sufrido violencia machista o discriminación. "Las clases son también sesiones de terapia", cuenta Noemí González. "Hablamos mucho, nos abrimos, sabemos que lo que hablamos no sale de aquí y a muchas mujeres les sirve para poder despejarse, es un momento en el que se olvidan de todos los problemas de fuera".

Noemí González sabe que ha llegado hasta aquí por todo lo que ha vivido, "las mujeres gitanas no empezamos desde cero, empezamos bajo cero" pero "hay veces que mi mente lo quiere olvidar, porque cuando lo pienso me dan ganas de llorar; entonces, para protegerme, justifico lo que no tiene justificación".

Pese a estos momentos, Noemí tiene claro que quiere salir del armario para visibilizar el racismo y discriminación que todavía vive el pueblo gitano.