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Luis Chillida: "Mi padre no hubiese llegado donde llegó sin nuestra madre, el centenario se lo merecen los dos"

  • El 10 de enero se celebra el centenario del nacimiento de Eduardo Chillida
  • Abordamos su trayectoria desde los ojos de su hijo Luis, director de la Fundación Chillida-Pilar Belzunce

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Luis Chillida, uno de los ocho hijos del escultor, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, en San Sebastián
Luis Chillida, uno de los ocho hijos del escultor, presidente de la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, en San Sebastián

Eduardo Chillida nació en San Sebastián en 1924, muy cerca de la costa. De ahí puede que proceda su admiración por "la mar" y su deseo de ser navegante. Un deseo que pronto se truncaría al darse cuenta de su verdadera pasión: el arte. Se casó con Pilar Belzunce muy joven y formaron una gran familia. Sus ocho hijos convivieron con sus obras, llegando a considerarlas parte de la familia. Era una persona reflexiva que, a través de sus obras, transmitía un claro mensaje ético. Era un creador de lugares en los que pretendía poner de relieve la conexión entre la materia, el espacio y el límite, expresando valores como la tolerancia, el respeto o la libertad.

El 10 de enero de 2024 se celebra el centenario de Eduardo Chillida. El artista del hierro nos dejó más de 1.000 esculturas repartidas por todo el mundo. Para celebrar los cien años del nacimiento de una de las personalidades más importantes de la escultura del siglo XX y de nuestros días, RTVE.es habla con su hijo y director de la Fundación Chillida-Pilar Belzunce, Luis Chillida.

PREGUNTA: Eduardo Chillida nos dejó en 2002, pero sus obras siguen presentes. ¿Qué tenéis pensado para celebrar el centenario de su nacimiento?

RESPUESTA: Lo que es realmente emotivo para nosotros es poder celebrar estos cien años y que la gente conozca toda esa trayectoria que ha tenido. La conmemoración del centenario de nuestro padre es algo que nos hace mucha ilusión en el sentido de celebrar la vida. Mi padre se fue hace ya unos cuantos años, pero la obra continúa.

Es importante exponer en su contexto los trabajos que hizo, y sobre todo, explicar ese pensamiento, esa forma de hacer las cosas y su actitud ante la vida. Y al mismo tiempo, el hecho de que nuestra madre estuviese siempre ayudándole en todo, cuidando de la familia, es importante, ya que difícilmente mi padre hubiese podido llegar donde llegó sin tener a nuestra madre al lado. Así que yo creo que se merecen los dos este centenario.

Foto de archivo del escultor Eduardo Chillida, acompañado de su esposa, Pilar Belzunce, junto a su obra

Foto de archivo del escultor Eduardo Chillida, acompañado de su esposa, Pilar Belzunce, junto a su obra "Gora-Bera" Javier Echezarreta/EFE

Mi padre fue un creador de lugares... Cuando estoy en Chillida Leku, es como si estuviera con él.

P.: Eduardo Chillida dijo: “Un día soñé una utopía: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y la gente caminara entre ellas como por un bosque.” Ese lugar, esa “utopía”, llegó a materializarse con Chillida Leku. ¿Puedes contarnos más sobre este lugar?

Varias personas visitan Chillida Leku

Varias personas visitan Chillida Leku AGENCIA EFE

R.: Mi padre fue un creador de lugares. En los años 80, compraron estos terrenos para hacer un taller, pero luego le empezó a parecer un lugar muy adecuado donde no solo tener las obras mientras las trabajaba, sino también para ir teniendo este lugar suyo en el mundo. Y así fue, durante años, con mucha calma y pensando mucho las cosas, se fue preparando lo que hoy en día es Chillida Leku convirtiéndose en ese sitio tan especial para nuestra familia. Muchas veces lo puedo llegar a ver como un hermano más de la familia que de repente llegó e iba acaparando la atención de mis padres. Cuando estoy en Chillida Leku, estoy como si estuviera con él.

P.: Chillida pasó de ser guardameta en la Real Sociedad a convertirse en uno de los escultores más importantes. ¿Crees que su experiencia deportiva influyó de alguna manera en su arte?

R.: Muchas veces relacionaba de alguna manera ese momento en la portería en la cual el portero está trabajando en una parte tridimensional del campo, lo que es la portería con el área, con las tres dimensiones, el balón, la velocidad… Son todas cuestiones que, desde luego, creía que le habían ayudado a desarrollar su trabajo posterior como escultor.

P.: Chillida comenzó sus estudios de arquitectura que dejaría posteriormente para dibujar en el Círculo de Bellas Artes. Chillida era diestro, pero, ¿por qué empezó a dibujar con la mano izquierda?

R:. Vio que tenía mucha habilidad, sus compañeros le decían: “Qué bien dibujas, Eduardo, qué maravilla, qué velocidad”, porque dibujaba muy rápido y realizaba muy bien los trazos. Entonces empezó a pensar que quizás el arte tenía que ser algo mucho más meditado. Por lo que quería trabajar más despacio, y la manera que se le ocurrió fue empezar a dibujar con la mano izquierda. Porque así los dibujos eran más lentos, ya no era la mano la que mandaba, sino que la mano era la que obedecía a la cabeza y al pensamiento, y, por lo tanto, empezó a intentar forzarse a ese dibujo más lento. Luego, con el tiempo, también fue cogiendo destreza con la otra mano. Pero dibujaba con las dos y, de alguna manera, a raíz de ahí, adquirió ese concepto de dar tiempo a las cosas, de no precipitarse, de meditar todo. Era una persona muy reflexiva.

Vio en el hierro algo que le atrajo, que le pareció especial.

P.: Dices que tu padre era una persona reflexiva, que meditaba todo bien, ¿cómo era su proceso creativo?

R.: Mi padre siempre tenía sus horarios muy organizados, iba todos los días arriba al estudio a trabajar, pero tenía el taller debajo. Siempre tenía esa configuración del estudio arriba y el taller debajo. Tenía esa configuración del trabajo como la configuración humana: la cabeza (el estudio) está encima y el cuerpo (el taller) actúa debajo, pero siempre la cabeza es la que tiene que mandar sobre el cuerpo. Entonces tenía esos tiempos de reflexión en el estudio y los tiempos de trabajo más físicos en su taller.

En sus inicios, como escultor en París, empleó el yeso como material para dar forma a su pieza. Sin embargo, al volver a San Sebastián en la década de los 50 se topó con el hierro. Enfrente de donde vivía estaba la herrería del pueblo. Mi padre, al ver el hierro, de repente, vio algo en el material que le atrajo, que le pareció especial. Era un material duro que se trabajaba en un lugar oscuro. Venía huyendo un poco en París de la atracción del arte griego, de la claridad. El hierro forma parte de la tradición del País Vasco y también era algo que no había visto en exceso cuando estaba en la capital gala. Prácticamente durante 12 años trabajó la escultura en hierro. Luego trabajaba el dibujo, algunos collages, pero la mayor parte del trabajo se produjo en hierro. Aunque también empleó otros materiales como el alabastro, el granito o la terracota.

P.: Todo artista tiene su referente, ¿cuál era el de tu padre?

R.: El que más claro tengo como referente de mi padre y al que conoció muy poco, (tan solo estuvo una tarde con él en París), es Constantino Brancusi, por su personalidad, su forma de ser, aparte de su obra. No tiene mucho que ver en muchas cosas, pero de alguna manera esos principios en París de los años 50 sintió que era uno de sus artistas de referencia, pero luego coincidió con muchísimos artistas de su época como Giacometti, Miró, Tàpies…

P.: ¿Cuáles eran los elementos en los que más se fijaba a la hora de crear?

R.: Crear es hacer algo que no has hecho nunca, algo nuevo. Para mi padre cada momento era diferente, a él no le gustaba saber lo que iba a hacer exactamente. Era una persona que de alguna manera siempre estaba dando vueltas a todo y tratando de hacer lo que no había hecho antes.

Una de las cosas que me encantaba de mi padre es que se concentraba en una obra y, de repente, la paraba. Empezaba a hacer otra en el taller, pero la que estaba parada la estaba mirando, pero como de reojo, estaba pensando en ella. Empezaba a trabajar con la otra pieza para despejarse y de repente le volvía la necesidad de volver a esta y acabarla.

Hay muchas obras que quizás han podido permanecer en su cabeza durante veinte o treinta años.

P.: ¿Qué obra tardó más en formalizarse?

R.: Hay muchas obras que quizás han podido permanecer en su cabeza durante veinte o treinta años. Yo he trabajado siempre con él proyectos que ha tenido en la cabeza y que ha ido desarrollando a través de pequeñas obras o aromas para seguir pensando sobre ese concepto.

El Peine del viento de San Sebastián es el XV de la serie. El primer peine que creó fue en 1952 y hoy en día está expuesto en el Museo Reina Sofía en Madrid. Es una obra que no tiene nada que ver con la que está incrustada en las rocas de San Sebastián, pero sí era una pieza en la que él ya estaba pensando en este lugar de su ciudad y que materializaría 25 años más tarde.

Una ola rompe en la escultura de Eduardo Chillida El peine del viento, en San Sebastián, España

Una ola rompe en la escultura de Eduardo Chillida El peine del viento, en San Sebastián, España AGENCIA EFE

El lugar donde está ahora la XV serie del Peine del Viento, era el lugar favorito de mis padres. Se conocieron con 14 o 15 años y se iban a las rocas, a sentarse. Durante un tiempo mi padre pensó hasta qué quería ser navegante por esa atracción que sentía por el mar. Ese lugar era su sitio y él solía decir que, desde entonces, aun sin saber que iba a ser escultor, ya estaba trabajando su mente en ese espacio. Por eso fue un proyecto que tardó muchísimos años en realizar.

Cuando mi padre finaliza el Peine del viento, mi madre le comentaba que el lugar de la obra era el sitio de los dos. Entonces, a mi padre se le ocurrió hacerle, por sorpresa, sin que ella lo supiese, un regalo. La XVII serie del Peine del viento, que tenemos en Chillida Leku. Fue una de las pocas veces que fuimos a la fábrica a trabajar sin mi madre. Esta obra tiene un sentido muy especial para nosotros.

P.: La serie del Peine del viento constituye un total de 23 obras, ¿podría decirse que esta serie estaba entre sus favoritas?

R.: A mi padre, cuando le preguntaban cuál era su obra favorita, él tenía una contestación que a mí me encantaba. Él decía: "Todas han sido favoritas en su momento", porque cuando las estaba haciendo estaba centrado en ellas y era, en ese momento, su obra favorita.

Mi padre y mi madre formaban un tándem maravilloso.

P.: Conocemos a Eduardo Chillida, el escultor, pero, ¿cómo era como padre?

Fotografía del escultor Eduardo Chillida

Fotografía del escultor Eduardo Chillida AGENCIA EFE

R.: Nos reuníamos todos, éramos una familia muy amplia, con ocho hijos. Tuvimos una infancia muy agradable y te acostumbras de muy pequeño a convivir con el arte y creo que es algo muy bonito y enriquecedor.

Como padre fue una persona maravillosa, muy tolerante y que te hacía pensar. Cuando estudiaba bachillerato, se me daban fatal las matemáticas y mi padre, un día, viendo las notas, me decía: “¿Pero cómo puede ser que no te guste esto?” Y me empezó a hablar de las matemáticas: “Tú piensa en las cosas que te gustan, como andar en bici o chutar un balón. Todo eso tiene que ver con conceptos matemáticos o físicos". Me decía eso y al final me acabaron gustando. Luego teníamos a mi madre, que era la que nos decía "a estudiar" y “esto hay que hacerlo”, por eso mismo yo creo que formaban un tándem maravilloso.