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Breivik, condenado por los atentados de Utoya, vuelve a reclamar a Noruega el fin de su aislamiento en prisión

  • Breivik mató a 77 personas en dos ataques terroristas en 2011
  • La masacre se considera el mayor acto de violencia en la historia reciente de Noruega

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El asesino en masa noruego Anders Breivik exige el fin de su aislamiento carcelario
Anders Breivik (centro) sentado entre sus representantes, el abogado Oystein Storrvik y la abogada asociada Marte Lindholm

Anders Behring Breivik, el terrorista de extrema derecha que asesinó a 77 personas, ha comparecido este lunes desde su celda y ante un tribunal para volver a exigir el fin de su aislamiento carcelario. En 2011, Breivik realizó un doble atentado con un coche bomba en Oslo y un tiroteo en una reunión juvenil del Partido Laborista que acabaron con la vida de ocho y 69 personas respectivamente, la mayoría adolescentes. Actualmente, se encuentra recluido en la cárcel de Ringerike, una prisión de alta seguridad ubicada a 70 km de la capital.

La demanda, propuesta por el abogado de Breivik, Øystein Storrvik, alega que "si no se ponen medios ahora, pasará el resto de su vida en prisión sin tener ninguna relación con otras personas". Ya en 2016, Breivik pidió el fin del aislamiento al esgrimir que sus condiciones eran "inhumanas" y el trato "degradante". Aunque le dieron la razón, finalmente el tribunal revocó la apelación tan solo un año después.

En su momento, Storrvik pidió al estado noruego que se apartase de las "percepciones populares" y "garantizase los derechos fundamentales", incluso si ello debía aplicarse "para quien es odiado por todo el mundo".

Una prisión acomodada

A pesar de su estado carcelario, Breivik cuenta con una celda habilitada para el desempeño de sus actividades diarias como si de una reclusión domiciliaria se tratara. El habitáculo incluye un gimnasio, cocina, baño y una sala con televisión. Además, se le permite cuidar de tres periquitos, y hasta ha llegado a ser visitado por medios como la agencia de noticias alemana NTV. Antes de ser trasladado a la cárcel de Ringerike, Breivik pasó anteriormente por otras dos prisiones antes de Ringerike, la de Ila y la de Telemark. En ambas contó con dependencias propias.

El expediente judicial emitido sobre la causa asegura que el aislamiento de Breivik es "relativo", dado que tiene contactos regulares con guardias y un sacerdote, entre otros profesionales. Además, ve a dos reclusos una hora cada dos semanas, medidas que su abogado considera "insuficientes" y que deben sustituirse por un mayor contacto con otros prisioneros.

"El largo período de aislamiento y la falta de interacción real ahora están provocando daños [psicológicos] a Breivik", ha explicado al tribunal Øystein Storrvik, “y ahora depende del antidepresivo Prozac para sobrevivir sus días en prisión”.

De acuerdo con lo estipulado en las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, la condición carcelaria de Breivik puede considerarse como de "aislamiento", siendo esta aquella donde "los prisioneros están durante 22 horas o más al día sin contacto humano significativo". Tanto Breivik como su abogado consideran que su situación es contraria al artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos: "Nadie podrá ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes". Sin embargo, el Estado noruego señala que su condición actual es "conforme a lo permitido" en la Convención.

Según la profesora del Máster en Estudios Avanzados en Terrorismo: Análisis y Estrategias, de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Sara Carou García, mantener el régimen de aislamiento de un recluso depende de «si del examen individualizado del interno se concluye que la única solución posible para su caso es la aplicación de un régimen penitenciario de máxima seguridad», En ese caso, y siempre y cuando "la ejecución de este régimen se realiza conforme a parámetros legales internacionalmente reconocidos, se podrá mantener en esa situación penitenciaria el tiempo que se estime necesario", concluye Carou.

Libertad, ¿a qué precio?

Ante la pregunta "¿cuánta libertad debería tener Breivik en prisión sin comprometer la seguridad de la sociedad contra un asesino en masa?", informes como los del Servicio de Seguridad Policial noruego (PST por sus siglas) son tajantes: "Breivik se considera un símbolo del terrorismo de extrema derecha, con un estatus de santo entre otros extremistas de la misma ideología y, por tanto, no puede ser liberado".

Según Sara Carou, "no todos los reclusos condenados por actos de terrorismo presentan el mismo nivel de peligrosidad en el medio penitenciario". Factores de diversa naturaleza influyen en esa cuestión, como la "personalidad del sujeto" o "su grado de fanatismo". "En el caso de sujetos fuertemente radicalizados", explica Carou, " puede suceder que aprovechen su estancia en prisión para realizar labores de captación entre los otros internos".

De hecho, grupos de ultraderecha como la Liga de la Defensa Inglesa (EDL) han expresado públicamente su apoyo a Breivik, considerándolo un "modelo de conducta". Tras los atentados ocurridos en Christchurch, Nueva Zelanda contra dos mezquitas en la que murieron 51 personas, el autor de los hechos, Brenton Tarrant, citó a Breivik como una "inspiración" para su causa.

Por su parte, durante la audiencia el Ministerio de Justicia de Noruega ha explicado al tribunal que Breivik tuvo que ser separado de otros reclusos "por razones de seguridad" debido a que "puede inspirar a otros a cometer actos violentos similares".

Ante una posible comparación deL extremismo de Breivik con los condenados por terrorismo yihadista, Sara Carou apunta: "el yihadismo -al tomar como base una interpretación extrema, adulterada y violenta de una religión- puede tener más potencial de captación, ya que es independiente de la orientación política del sujeto que vaya a ser captado. En cambio, la ideología de ultraderecha tiene un público mucho más limitado". Sin embargo, independientemente de las causas, la posibilidad de que se revise un régimen de aislamiento dependerá del grado de peligrosidad del recluso así como su capacidad para reinsertarse.

Breivik cumple una condena de 21 años, la más larga que un tribunal noruego puede imponer, si bien puede prorrogarse de forma indefinida mientras sea considerado una amenaza para la sociedad.