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La sequía empuja a parte de España al borde de la emergencia en 2024: "La situación es dramática"

  • 2023 cierra con embalses en Cataluña, Andalucía y Región de Murcia por debajo del 20% y restricciones de agua
  • Tres expertos explican a RTVE.es por qué se ha llegado a este punto y cómo evitar los peores escenarios en 2024

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La sequía, al filo de la emergencia, amenaza con un 2024 difícil
El pantano de Sau, en la provincia de Barcelona, en febrero de 2023

Emergencia: "Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata". Es al filo al que la sequía ha empujado a parte de España este 2023.

La escasez de agua amenaza en Cataluña con llegar a su nivel más grave en enero, el llamado "semáforo rojo", que implica restricciones también en los usos urbanos. A causa de la sequía más extrema de su historia, Cataluña terminó 2023 con los embalses de sus cuencas internas bordeando el 17% de su capacidad. Si la reserva de los embalses cae por debajo del 16%, algo que podría ocurrir ya este enero en el sistema Ter Llobregat, el Govern activará el estado de emergencia, que afectaría al área metropolitana de Barcelona con las restricciones más severas, y la definición del diccionario de la Real Academia Española no puede ser más literal. En algunas comarcas de Girona, de hecho, ya se encuentran en ese escenario.

La situación es crítica también en Andalucía, especialmente, en la cuenca de Guadalete-Barbate, pero también en la del Guadalquivir, la Mediterránea Andaluza y, ya en la Región de Murcia, la del Segura.

Pero si ganamos perspectiva, la ‘fotografía’ en este momento no es uniforme. Mientras en estos territorios los embalses se encuentran hasta 49 puntos porcentuales por debajo de la media de los últimos cinco años, otras zonas mantienen e incluso mejoran las estadísticas, como es el caso del Cantábrico Occidental.

¿Cómo se ha llegado a este punto?, ¿qué deberíamos hacer para evitar los peores escenarios? Tres expertos en la gestión de este preciado recurso nos ayudan a comprender la sequía de 2023, así como a esbozar qué podemos esperar de este año 2024.

Otro año de sequía meteorológica en algunos territorios

"La situación es muy triste, dramática. Hemos pasado muchos momentos en los que se esperaba que lloviera mucho y no llovió. Las restricciones tampoco lo han evitado. Nos hemos encontrado con los límites de nuestro sistema". La investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), Annelies Broekman, valora así el último año, con la mirada puesta en Cataluña.

Para completar su diagnóstico primero es importante distinguir entre la sequía meteorológica —cuando durante un periodo llueve menos que la media histórica— y la escasez de agua—cuando la demanda de agua es mayor que las reservas—. Y estas dos vertientes, aunque relacionadas, no tienen por qué darse siempre a la vez.

"La escasez está en nuestras propias manos. La sequía es un fenómeno natural agravado por el cambio climático", diferencia Broekman. La miembro del grupo de investigación en Agua y Cambio Global cree que el nivel de los embalses este año demuestra que no hemos sido "capaces de ajustar el consumo de agua a la disponibilidad" real, ni siquiera si hubiera lluvias normales. "Y, claro, en tiempos de sequía esto se agudiza".

Porque la realidad es que en el año hidrológico 2022-2023, las precipitaciones estuvieron un 13% por encima de lo normal, pero estas cayeron de forma muy desigual en el territorio y tras varios años ya con déficit de lluvias. "Y a diferencia de otras sequías, esta se ha alimentado también de una temperatura muy por encima de la media", afirma el profesor de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Málaga y miembro del Observatorio Ciudadano de la Sequía, Jesús Vargas, y señala igualmente a Cataluña, Murcia y Andalucía como las zonas más afectadas.

Una mapa muy similar nos aporta la profesora de la Universidad Complutense de Madrid y subdirectora del Observatorio del Agua, Lucia De Stefano, que cree que en esos puntos la situación es "preocupante", si bien en otras áreas de la cornisa cantábrica ha estado lloviendo más incluso de lo normal y sus embalses están por encima de la media de los últimos 10 años.

Andalucía y Cataluña, los puntos calientes de la escasez

Normalmente, las lluvias de otoño, invierno y primavera reponen las reservas de agua que luego se utilizarán para regar los campos en verano y el resto usos urbanos. El ciclo, no obstante, se ha roto tras varios años en los que no ha llovido suficiente en la época húmeda. "Entonces las reservas van menguando", explica De Stefano.

Es precisamente lo que ha ocurrido en Cataluña y en Andalucía, aunque cada territorio tienen sus particularidades. "En el caso del abastecimiento de Barcelona, la dificultad está en que son cuencas cortas porque las montañas están cerca del mar, no hay grandes embalses y hay una gran aglomeración urbana", señala la doctora en geología.

Además, la provincia no tiene grandes zonas regables y esto, aunque puede parecer una ventaja porque se necesita menos agua, en realidad supone que existe menos margen para recortar a los regadíos antes de empezar a restringir al abastecimiento urbano. "No tienen ese colchón de seguridad" que establece la ley al priorizar siempre el agua de boca.

En Andalucía sucede lo contrario, según la experta: "Hay mucho regadío y, aunque se les hayan aplicado restricciones, la demanda es muy alta y la reserva se ve afectada". Sobre esta comunidad, Jesús Vargas estima que "quizás" las medidas no han llegado "en tiempo y forma suficiente" para la situación de crisis que atraviesa. "Se podrían haber tomado restricciones antes, sobre todo en el sector turístico de la costa. Si se hubiera hecho previo al verano, quizás la situación estaría un poquito más aliviada".

En otras localidades, en cambio, si hablamos de problemas de agua, la cuestión está en la calidad, como está ocurriendo en la comarca de Los Pedroches, en Córdoba. "Un agua contaminada es agua que no se tiene", recuerda Lucia De Stefano, o al menos, hay que gastar dinero y energía para recuperarla.

La profesora de la Complutense remata el diagnóstico llamando la atención sobre el estado de los campos de secano y la vegetación natural, que solo dependen de las escasas lluvias: "Son unos sistemas especialmente vulnerables cuando hay sequía meteorológica porque no tienen la ayuda del regadío. También los ecosistemas como humedales y ríos. En España, como es clima mediterráneo, estos están diseñados para soportar las sequías, pero en muchos sitios están sometidos a muchísima presión. Es como un cuerpo que está al límite y que enferma si pasa mucho frío. Una sequía sobre un ecosistema que no está sano va a generar más daño".

Un 2024 incierto: ¿habrá sequía?

La predicción estacional hasta febrero de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) informa de una mayor probabilidad de que las precipitaciones sean más abundante de lo normal en el noroeste peninsular, mientras en el resto se mantendrían en valores medios. En el caso de Canarias, en cambio, se esperan unos meses más secos. Además, los técnicos de AEMET pronostican que toda España registre temperaturas más altas de lo normal en los dos primeros meses del año, lo que agudiza la escasez de agua.

"Tenemos que ser muy cautelosos con esta incertidumbre porque, si bien puede ser una primavera un poquito más húmeda, puede que no lo sea y afrontaríamos un verano muy complicado", afirma Jesús Vargas, del Observatorio Ciudadano de la Sequía, que aboga por "seguir aplicando medidas paulatinas para tratar de ahorrar el máximo posible de agua y proteger el abastecimiento de boca".

"Propongo bailes de la lluvia colectivos", bromea Annelies Broekman, que recuerda que no bastará con una sola "temporadita buena" de precipitaciones para recuperar las reservas y los ecosistemas. "Necesitamos diferentes años que sean más lluviosos de normal".

¿Y si se confirman los peores escenarios? Habrá que reducir las áreas cultivadas en regadío, se podrá producir menos energía hidroeléctrica y se profundizará el daño en los ecosistemas, enumeran las distintas expertas. "Es un desastre natural, no solo un desastre para la población a nivel económico", subraya Broekman. En la vertiente ecológica, la investigadora del CREAF habla de pérdida de biodiversidad y masa forestal. Desde el prisma socioeconómico, de cosechas perdidas, menor rendimiento y puestos de trabajo perdidos.

¿Cómo evitar los peores escenarios si persiste la sequía?

La receta frente a estos peores escenarios, no obstante, varía ligeramente según a quién se pregunte. La subdirectora del Observatorio del Agua, Lucia de Stefano, opta por "encontrar un equilibrio entre ser prudentes [con la gestión del agua] y no crear grandes daños económicos". Esto, entre otras acciones, pasa por proteger los ecosistemas y fuentes de agua, asegurar que las ciudades de más de 20.000 habitantes cuentan con los obligatorios planes de emergencia, seguir aplicando las restricciones previstas en la ley y activar los llamados pozos de sequía, es decir, esas aguas subterráneas más "resilientes" en las épocas de escasa precipitación.

"Tenemos que aprender a convivir con sequías más frecuentes y severas, con una temperatura en aumento. El cambio climático no es una cosa del futuro, ya lo estamos viviendo", asevera.

Con el mismo objetivo en mente, Annelies Broekman propone, en cambio, "reformular" por completo nuestro modelo de producción y crecimiento. "El actual es tan explotador, no solo de agua, también de territorio, energía, materiales…". La investigadora del CREAF coincide en señalar que es durante las épocas de normalidad o abundancia cuando hay que abordar la gestión del agua, pero en su caso llama a debatir una transformación más profunda del desarrollo socioeconómico del país.

"Tenemos que entender que aumentar el regadío no es una opción. Que las industrias consumidoras de agua tampoco. Hay que revisar los proyectos económicos con un ojo al territorio y a lo que realmente importa, que es que estemos vivos", reivindica. "Y esto lo debe hacer toda España, la húmeda y la seca. Hemos de mirar hacia nuevas formas de hacer que el mantenimiento del territorio sea fuente de trabajo y bienestar para las personas".

También existen diferencias en sus discurso sobre el papel de la tecnología en la gestión del agua. Broeckman pone el acento en la factura y los impactos ambientales que suponen, por ejemplo, la desaladoras. "A veces he oído gente positiva hablando de forma positiva sobre el modelo de Israel, pero es un modelo limitado, poco democrático y frágil", argumenta, y señala que las mejoras de eficiencia conllevan la llamada paradoja de Jevons, pues al abaratarse los costes de obtener un recurso este acaba utilizándose más y el ahorro desaparece.

De Stefano es más optimista respecto a los usos tecnológicos. "La solución está en hacer un mix, tocar todos los palos", afirma, sin dejar de recordar que ninguna de las alternativas es neutra, ya sea por su alto consumo energético, los problemas de eficiencia o los impactos económicos derivados.

Con todo, Vargas sí cita dos acciones sin contrapartida negativa. Primero, solucionar las fugas en la red de abastecimiento urbano, con pérdidas de hasta el 30% del agua de media en España y con importantes diferencias territoriales. Y segundo, mejorar la información y formación de la ciudadanía para que sea consciente del grave problema de la escasez en un contexto de cambio climático: "La población todavía no ha sentido los efectos de la sequía porque sigue teniendo agua del grifo".