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Objetivo Igualdad

Violencia obstétrica: "Me atendían como un número que querían sacarse de encima"

  • La falta de consentimiento se da de forma habitual en la atención al parto
  • La media de cesáreas en España fue del 25% en 2020, diez puntos más de lo recomendado
  • Muchos profesionales sufren presiones de su gremio si intentan denunciarlo
  • Este sábado “Las caras de la violencia obstétrica” en Objetivo Igualdad a las 16:30h.

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Paciente deprimida en un hospital
Muchas mujeres sufren las consecuencias de un trato desconsiderado durante su parto

Medir el número de mujeres que sufren violencia obstétrica en nuestro país es complicado, ya que este tipo de maltrato hacia las mujeres se puede dar de muy diversas maneras. Lo que sí es cuantificable son las altas tasas de cesáreas, rasuraciones o inducción de partos, muy por encima del número recomendado, por no hablar del uso de maniobras desaconsejadas y que no cuentan con ningún tipo de respaldo científico para su ejecución.

Aun así, a día de hoy son muchos los profesionales sanitarios que niegan la existencia de estas agresiones y aquellos que lo denuncian se enfrentan a fuertes presiones por parte de sus compañeros. Asociaciones de víctimas y las propias afectadas aseguran que la violencia obstétrica se ejerce con una impunidad absoluta a pesar de que las secuelas físicas y psicológicas son duraderas y, en ocasiones, permanentes. España ha sido condenada dos veces por la ONU por ejercer este tipo de violencia. El Proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, conocida como Ley del Aborto, pretende poner en marcha un protocolo común para garantizar el parto respetado y promocionar las buenas prácticas gineco obstétricas.

No son casos aislados

Sofía Gallego dio a luz a su primer hijo hace más diez años en el hospital Universitario de Guadalajara. Varios de sus familiares trabajaban allí y le habían garantizado que iban a cuidar bien de ella y su hijo.

Sin embargo, según se acercaba la fecha en la que salía de cuentas, los comentarios de los ginecólogos sobre el tamaño de su bebé comenzaron a sonar a reproches. Hasta que cuando salió de cuentas, en la consulta, uno de ellos le pidió que se tumbara en la camilla para inspeccionarla. "Me metió la mano en la vagina, me hizo muchísimo daño, yo empecé a quejarme”, recuerda. Asegura que el médico tiraba de ella para evitar que reculara mientras le decía: “No te quejes tanto, que por aquí tiene que salir tu hijo”.

“No te quejes tanto, que por aquí tiene que salir tu hijo”

A María Luisa Cebreiro le practicaron una maniobra Hamilton cuando estaba embarazada de su tercer hijo. Consiste en separar la bolsa amniótica del útero con las manos y es una maniobra desaconsejada cuando el niño viene grande. Por las ecografías, sabían que su bebé iba a ser de gran tamaño, pero acabó siendo un 21% más grande de lo que pensaban. Ella lo achaca a una mala atención: "Me atendían como un número al que quieren sacarse de encima, las hacían rápido y mal”.

Cuando le planteó a su médico si iba a necesitar una cesárea, asegura que la trataron como una tonta. “¿Qué se cree, que tenemos varitas mágicas para hacer a los niños más pequeños?”, recuerda que le contestaron.

“¿Qué se cree, que tenemos varitas mágicas para hacer a los niños más pequeños?”

La falta de consentimiento, la agresividad verbal o este tipo de comentarios también son considerados por las asociaciones como violencia obstétrica. Virgina Murialdo de ‘El Parto Es Nuestro’ explica que lo sufren muchas más mujeres de las que podemos llegar a imaginar: “No son casos aislados, estamos hablando de una forma hegemónica y normalizada de atender los partos”.

Esther Esteban lleva décadas ejerciendo como matrona y opina que hay muchas mujeres que ni siquiera saben que han sido víctimas. “A veces pensamos que es algo muy cruento, pero puede ser un comentario sutil, un no preguntar, un no mirar a los ojos, un no presentarte… eso es violencia", nos explica.

Desatender el parto

La OMS advierte a los países de que una tasa de cesáreas por encima del 10-15% no está justificada porque no se traduce en mejores resultados perinatales. Sin embargo, la media en España en 2020 superó el 24%, llegando a rozar el 35% en los hospitales privados.

A Sofía Gallego le hicieron una cesárea de urgencia. Asegura que a día de hoy sigue sin explicarse el porqué, ya que, cuando pidió el historial de parto, ninguno de los valores del registro parecía indicar que el niño corriera peligro.

"Me llevaron al quirófano, me ataron los brazos en cruz, no entendía nada”

"Me llevaron al quirófano, me ataron los brazos en cruz, no entendía nada”, recuerda. Cuenta que pidió explicaciones y le justificaron que era necesario sujetarla para evitar que intentara tocarse. Una vez se encontraba en esa posición intentaron extraerle el niño con unos fórceps, una herramienta similar a unas pinzas: “Yo noté como que me arrancaban las entrañas, empecé a llorar y dije que me dolía". Asegura que sufrir esa situación tan agresiva le produjo un fuerte estrés postraumático durante meses.

Después de protestar la sedaron sin pedirle permiso. España junto a Irlanda son los países de Europa donde más partos instrumentalizados se producen.

Esther Esteban denuncia que los protocolos de parto están obsoletos y que se enseña aún a los futuros profesionales a tratar los partos desde la enfermedad. “Cuesta cambiar ese chip y te das cuenta de que simplemente hay que acompañar e intervenir en la justa medida", asegura.

Maniobra Kristeller

La maniobra Kristeller consiste en presionar la tripa de la madre para empujar al bebé por el canal de parto. En algunos países europeos está prohibida. “Es extremadamente violenta, con consecuencias físicas y psicológicas tanto para las madres como las criaturas”, nos explica Virginia Murialdo. En 2015, en España, se realizó la maniobra Kristeller en el 26% de los partos vaginales. Murialdo sospecha que las cifras reales pueden ser mayores porque en, en muchas ocasiones, la práctica de esta maniobra no queda reflejada en los partogramas.

A María Luisa Cebreiro le realizaron una, ella lo recuerda así: “Cogieron una banqueta y uno de los ginecólogos se echó sobre mi barriga. La matrona por el otro lado empujaba también mi barriga”. Asegura que sufrió un dolor muy fuerte: “Creí que me mataban. A mí y a mi hijo".

La intervención provocó la avulsión de varios nervios del brazo izquierdo de su pequeño. A pesar de que le operaron a los 3 meses y lleva en rehabilitación sus 7 años de vida, todavía no ha recuperado por completo la movilidad en el brazo.

“Creí que me mataban. A mí y a mi hijo"

El apego

El vínculo entre la madre y el hijo en las primeras horas tras el nacimiento es fundamental desde el punto de vista de Esther Esteban: "Si se rompe, está en riesgo la crianza con apego seguro".

Sofía Gallego estuvo casi 4 horas recuperándose de la sedación. Cuando por fin pudo conocer a su recién nacido sintió que le enseñaban “al hijo del vecino”. La culpabilidad la acompaña todavía: "La única manera de encontrar reparación es perdóname a mí misma, que estoy en ello”.

"La única manera de encontrar reparación es perdóname a mí misma, que estoy en ello”

María Luisa Cebreiro tuvo que esperar dos días hasta que, sin haberse recuperado aún de las lesiones físicas, fue hasta el nido donde se encontraban los neonatos del hospital Santa Lucía de Cartagena, en Murcia. “No le pude amamantar y para mí eso fue traumático", reconoce.

Ella necesitó muchos meses de terapia. Asegura que, durante mucho tiempo, una frase de la matrona que la atendió ha retumbado en su cabeza: “Esto os pasa por tener hijos tan grandes”.

Silenciar a las que quieren denunciarlo

No es sencillo dar la cara y hablar de violencia obstétrica si eres personal sanitario. Una de las profesionales con las que contactamos para realizar este reportaje no pudo ofrecernos finalmente su testimonio por las fuertes presiones que estaba sufriendo.

Esther Esteban, como matrona, se ha enfrentado a ellas, pero reconoce que no siempre es fácil. Muchos temen que se asuma como una crítica contra todos los sanitarios que atienden partos.

Ella misma hace autocrítica y confiesa que en ocasiones ha podido actuar mal por falta de conocimiento, pero cree que es responsabilidad de su gremio refexionar sobre estas prácticas y denunciarlas para evitar que se sigan repitiendo. Desde su punto de vista, negar que este tipo de violencia hacia las mujeres existe es inadmisible. Durante su carrera ha presenciado prácticas terribles y algunas han quedado grabadas en su memoria.

En concreto recuerda cómo una vez, cuando ella era estudiante, a una de las matronas le sentó mal que la parturienta pidiera que se marchara de la habitación. Su compañera, la que atendió el parto horas más tarde, decidió “hacérselo pagar”. Subió la administración de oxitocina para que fuera teniendo dolor, llegando al límite posible para que la frecuencia cardiaca del bebé no se descontrolara. “Esta mujer tuvo un parto mucho más duro porque no hubo respeto, pero además hubo un mal manejo adrede para que lo sufriera", confiesa.

Violencia desde las consultas hasta los tribunales

Una jueza admitió la mala praxis en el parto de María Luisa Cebreiro. Se reconocieron los daños a su hijo, pero a ella nunca. Ahora, que ha agotado todos los recursos legales posibles en España, ha acudido a título personal a la ONU, que ya ha condenado a nuestro país en dos ocasiones. Su fin es "conseguir que ninguna mujer vuelva a pasar por lo que yo he tenido que sufrir".

"Que ninguna mujer vuelva a pasar por lo que yo he tenido que sufrir"

Tanto ella como Sofía piden que se las escuche. No pretenden criminalizar a los profesionales, solo evitar que nadie más vuelva a sentirse como una “mera vasija” que contiene algo valioso en su interior.