Enlaces accesibilidad
Frontera sur (V)

Solos y desamparados ante la valla de Melilla: "Nadie me preguntó si era menor"

  • RTVE.es recoge el testimonio de menores que han intentado cruzar a Melilla y ahora deambulan por las calles de Casablanca
  • Save The Children no descarta que se haya devuelto a menores si no se ha producido una identificación en la frontera

Por
Un niño sudanés que intentó cruzar la valla
Un niño sudanés que intentó cruzar la valla

"No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana", recoge el Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia, de la que surge la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.

Son palabras nunca puestas en práctica en las vidas de los niños africanos que deambulan por las calles de Casablanca (Marruecos). La vulnerabilidad se refleja en sus ojos, la intentan disimular con la bravuconada propia del adolescente que no quiere ser visto como lo que es: un niño, un ser frágil que se está construyendo y que, algún día, podrá integrarse en la comunidad de la humanidad adulta. Mientras tanto, estos jóvenes están enfrascados en sus quehaceres diarios. La acuciante necesidad de procurarse un alimento o un lugar seguro donde pasar la noche, les impide, siquiera, reflexionar sobre el sentido del enunciado de la Carta que les reconoce como el futuro de la civilización humana.

“En cuatro años, solo he podido hablar con mi madre una vez, al llegar a Marruecos, dice Amer, mientras se esfuerza en retener una pequeña lágrima que asoma de sus enormes ojos negros. Amer es un joven sudanés que nos dice que tiene 16 años y que el pasado día 24 de junio intentó cruzar la valla de Melilla y actualmente se encuentra en Casablanca. “No tengo miedo, pero vi muchas cosas que no me esperaba”, cuenta y denuncia la brutalidad policial para detener a las casi 1.700 personas que intentaron cruzar a España. Aquel día se conoce como "viernes negro" entre quienes lo vivieron, por el saldo de muertos y heridos. En un lugar seguro de Casablanca este joven, junto a otros que comparte su experiencia con RTVE.es.

Las lesiones son visibles y la venda que envuelve su pie es testigo de la caída de la valla. Pero aun así se considera afortunado: “Podría haber ido peor, otros han muerto”.

La guerra de Sudán mutiló la infancia de Amer

Los ojos lo delatan mientras trata de refugiarse en el silencio para enterrar algunos recuerdos. Gesticula con las manos intentando medir las palabras, como quien teme una reacción de desaprobación a lo que pudiera revelar. Le insistimos en que somos periodistas, y el miedo se disipa. Los niños y niñas también se ven empujados a transitar por varios países en busca de una vida mejor. Amer no navega cómodo entre las palabras para describir la hostilidad a la que ha estado expuesto. La guerra de Sudán mutiló su infancia. La única opción que le queda es convertirse prematuramente en hombre atrapado en el cuerpo de niño.

El periplo de Amer comenzó como desplazado interno. La guerra le empujó a abandonar su hogar en el estado An Nil al Azraq (Nilo Azul), uno de los 18 estados de Sudán. Una zona rural habitada por agricultores. “Los países que llevan en guerra muchos años. No cuentan con instituciones capaces de dar respuestas a los problemas de la infancia. Los niños no van al colegio, no tienen una alimentación estable y se enfrentan a la inseguridad en todos los aspectos”, Jennifer Zuppiroli, experta en migraciones de Save The Children, contextualiza a RTVE.es.

Amer se dirigió a la capital para buscar trabajo. Después de dos años, el 15 de marzo de 2020, decidió marcharse a Libia. Estuvo en Chad un mes, y luego estuvo trabajando un año en una fábrica de embotellado de agua en Libia. “Como ganaba dinero, le dije a mis amigos mayores que quería coger una embarcación para ir a Europa. Lo intenté tres veces y no pude”, asegura. De ahí se marchó a Argelia, y en el intento de cruzar a Marruecos lo detuvo la gendarmería argelina: “A mis amigos les devolvieron a Níger y a mí, por ser más pequeño, me castigaron. Me pegaron para que no volviese a intentarlo”, dice con naturalidad.

En su mente tiene un registro detallado de lugares y fechas. El 26 de enero de 2022 consiguió entrar en Marruecos y, desde entonces, ha intentado cruzar cinco veces por Ceuta y el pasado 24 de junio por la valla de Melilla. Relata que permaneció durante 13 días en la Sierra de Nador y que el día del salto se limitó a seguir a los demás. “Salté desde arriba de la valla y me hice daño”, dice mientras enseña el pie vendado. “Me torcí el tobillo en la caída”, afirma. Y cuenta que le golpearon con porras y nadie “me preguntó si era menor”.

Abdala: “Salí solo para ir a Libia”

Le cuesta conciliar el sueño tras lo vivido. Abdala es otro menor y coincide en el relato. Él tiene 16 años. Salió de Sudán en 2020. “Soy el único chico de cuatro hermanas”, dice interiorizando su posición tradicional de cabeza de familia. La presión social sobre los varones en las familias tradicionales es una carga mental que supera la barrera de la edad. “No sé si nací en un campo de refugiados como tal o no, pero había organizaciones humanitarias que nos ayudaban porque había guerra”, cuenta. Su padre murió cuando él tenía 14 años y fue en ese momento cuando le dijo a su madre que se marcharía a Libia: “Ella lloró mucho, pero con mi tío paterno la convencimos”.

Estuvo en Chad 15 días, luego en Libia intentó cruzar dos veces y las dos fue llevado a centros de detención. “Salí solo para ir a Libia, pero allí me encontré con gente de mi país”, asegura. Estuvo trabajando en una tienda de comida y logró mandar dinero a su madre. Desde Libia viajó a Argelia para luego ir a Marruecos en octubre de 2021. Save The Children denuncia que muchos niños y niñas en zonas de conflicto pueden haberse quedado solos o al cuidado de adultos que no son sus tutores. Muchos se quedan sin ningún adulto de referencia, por lo que se quedan sin protección y expuestos a los reclutamientos, abusos y secuestros.

“Yo aquí estoy peor que en Libia”, cuenta desesperado. Se refiere a que en Marruecos no consigue ni trabajo, ni comida ni un sitio donde dormir. “No nos alquilan casa como en Libia”, lamenta. Intentó cruzar la valla de Ceuta hasta en ocho ocasiones. La última fue el pasado mes de mayo. “Los marroquíes me vieron y avisaron a la Guardia Civil de España”, relata. Él llegó antes que las autoridades, entró en el bosque, pero perdió el calzado durante el salto y en el monte se hizo daño con los arbustos espinosos. “No encontré camino para correr. Vino la policía española, me vio, me cogió, me esposaron y me llevaron con los marroquíes”, relata. “El policía marroquí me dijo que no me preocupara porque lo podía volver a intentar”, y así fue.

Save the Children no descarta la devolución de menores

El viernes 24 de junio saltó la primera valla y se encontró con que la segunda puerta estaba abierta. “Había mucho ruido. El sonido era muy fuerte”, asegura. La puerta española se abrió, no sabe explicar cómo, había mucha gente amontonada y enfrente un cordón policial casi inexpugnable. “Nosotros intentamos entrar, por otro lado, un amigo me guió”, dice mientras recrea la escena vivida en medio del caos. “Pero tres guardias civiles me cogieron mientras corría hacia el descampado en Melilla, no me preguntaron si era menor ni nada”, añade acompañando su relato con gestos para enfatizar sus palabras. “Me escocían los ojos por los gases lacrimógenos, estaba aturdido. Los guardias civiles no me pegaron, solo me maniataron con bridas y me entregaron a los marroquíes” concluye.

Me escocían los ojos por los gases lacrimógenos, estaba aturdido. Los guardias civiles no me pegaron, solo me maniataron con bridas y me entregaron a los marroquíes

Save The Children denuncia que si no se produce una identificación en la frontera no se puede descartar que se haya devuelto a menores. No es la primera vez que España lo hace, de hecho, el pasado jueves, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) condenó la repatriación a Marruecos de los menores que protagonizaron la entrada masiva por la playa de El Tarajal (Ceuta) los días 17 y 18 de mayo de 2021. Ahora, lamentan que ha vuelto a ocurrir el procedimiento de devolver a personas de forma “indiscriminada”.

Abdelbsad: “Estoy vacío. Me he quedado solo”

Muchos huyen solos desde el origen, otros acompañados con familiares que pierden en el camino. El reto de llegar a un país siendo un niño, extranjero y sin papeles es incalculable. La infancia en movimiento que pasa por Marruecos vive en una irregularidad permanente. “El marco normativo, las leyes alauitas, no se refieren a los niños y niñas migrantes que llegan al país”, asegura la portavoz de la organización especializada en la infancia.

"Independientemente del motivo por el que se desplacen o de su procedencia, los niños son niños y detenerlos viola sus derechos", subrayan tres agencias de la ONU, que llaman a las naciones de Europa a invertir en la recepción y protección infantil para los migrantes menores de edad. La detención impacta profunda y negativamente la salud y el bienestar de los niños, señalan en un documento informativo divulgado este martes a propósito de la privación de la libertad de los migrantes menores de edad en los países europeos.

Abdelbsad, a diferencia de sus compañeros, salió de la mano de su hermano Abderrahman. Llevaban dos años de travesía hasta que el pasado viernes 24 la valla de Melilla les separó para siempre. Llevaban dos años escalando montañas de obstáculos con Europa como punto de referencia en su brújula. Habla una variante sudanesa del árabe muy cerrada, está nervioso, le cuesta encontrar las palabras. Sus amigos le ayudan traduciendo al árabe clásico. Repite las frases para asegurarse que le estamos entendiendo. “Estoy vacío. Me he quedado solo, he perdido a mi hermano”, repite entre sollozos.

“Yo crucé a España pero me devolvieron a Marruecos y, a la vuelta, vi a mi hermano tirado, estaba muerto”, dice. “Pedí ir a verle y no me dejaron moverme”, consigue decir finalmente, entre tartamudeos y miedo. Le reconoció por el color de la camiseta. “Era negra. Iba de negro. Lo busqué, tenía que encontrarlo y lo vi ahí tirado”, asegura. Al principio tenía la esperanza de que solo estuviera herido, pero cuando al rato comenzaron a separar a los muertos de los vivos, Abderrahman estaba con el primer grupo.

Me arrepiento de todo. He perdido a mi hermano, cómo no me voy a arrepentir

“Me arrepiento de todo. He perdido a mi hermano, cómo no me voy a arrepentir”, dice entre lamentos. Los dos habían intentado cruzar la valla varias veces. “Aquí muchos lo intentarán de nuevo, pero yo ya no tengo esperanzas, lo he perdido todo”, insiste. Como asegura, el precio a pagar por conseguir su objetivo es muy alto y afirma que si ahora cruzara ya no sería igual. Además, su mente está puesta en su madre, aún no ha hablado con ella, no ha encontrado las fuerzas para contarle su pérdida: “No soy capaz de llamarla para decirle que su hijo ya no está”.