Enlaces accesibilidad
Crisis en Ceuta (III)

La casa de Sabah: una ducha, abrazos y 28 kilos de macarrones

  • Sabah es una empresaria ceutí que da cobijo en su casa a los migrantes que han llegado a Ceuta esta semana
  • Atiende, sobre todo, a menores que duermen en la calle porque temen ser devueltos a Marruecos

Por
Las vecinas de Sabah se organizan para repartir comida y ropa entre los migrantes.
Las vecinas de Sabah se organizan para repartir comida y ropa entre los migrantes.

Un hogar leyenda. Una casa cuya puerta no se cierra. Sus alfombras están cubiertas de ropa y calzado. Sus muebles sirven de estanterías con todo lo que una persona puede llegar a necesitar. Garrafas de agua y cartones con comida que cubren paredes y suelos. Entramos en la casa de Sabah, una empresaria ceutí que está rodeada de menores no acompañados que estos días se encuentran deambulando por las calles de Ceuta.

14 horas Fin de Semana - La solidaridad de los vecinos en Ceuta: Sabah da cobijo a una veintena de adolescentes - Escuchar ahora

Cuando llegamos los chavales están aplaudiendo porque por fin se han duchado, se han cambiado la ropa, han comido unas lentejas y ahora los van a llevar a uno de los centros habilitados en la ciudad autónoma para menores no acompañados.

Hay un furgón de la Cruz Roja que los va a trasladar a una de las naves donde residen los cientos de menores que cruzaron la frontera a nado esta semana en la mayor entrada de migrantes a las costas españolas que se recuerda. Los que se encuentran en casa de Sabah, en torno a una veintena de niños, llevaban desde el lunes o el martes viviendo en la calle. Ella les ha convencido de que dejen de esconderse y se entreguen a las autoridades.

Sabah rodeada de un grupo de 20 menores llegados a Ceuta esta semana antes de su marcha a la nave del Tarajal.

Sabah rodeada de un grupo de 20 menores llegados a Ceuta esta semana antes de su marcha a la nave del Tarajal. Brais Lorenzo

"No os van a devolver salvo que vuestras familias os reclamen", les dice para tranquilizarles. Ellos la abrazan, se aferran a ella, mientras les reparte zumos y agua. Los jóvenes tienen entre 15 y 17 años y son casi todos de Tetuán, donde aseguran que la crisis económica desatada por el coronavirus no les permite tener acceso a necesidades básicas.

"La casa de mi padre siempre ha sido un lugar de acogida"

“Esta es la casa de mi padre. Siempre ha sido un lugar de acogida”, nos explica Sabah, sin parar de moverse, mientras coloca estantes y atiende a todo el mundo. “Cuando vi que habían llegado tantas personas, hicimos 28 kilos de macarrones para repartir en todo el barrio. Había mucha gente en la calle”, dice, recordando los primeros días de esta crisis fronteriza. “Lo que más me dolía era la situación de los niños, no tanto su malestar físico o el hambre, sino que muchos no sabían a dónde ir”, añade.

Sabah es española. Nació en Ceuta y es hija de españoles. Tiene cuatro hijos y es empresaria. Tiene sus propios almacenes de ropa que importa desde Turquía. Sus amigas la ayudan a atender a tantos niños. En cada rincón de la casa vemos a una de ellas haciendo alguna tarea. No solo mujeres también hay hombres. Vecinos y amigos del barrio se han reunido en torno al carisma de Sabah para intentar facilitar las cosas: “Yo no sé que va a pasar con muchos de ellos, pero podemos aliviar sus circunstancias”, afirma.

Sabah es una ceutí que ha acogido en su casa a decenas de menores no acompañados.

Sabah es una ceutí que ha acogido en su casa a decenas de menores no acompañados. Brais Lorenzo

“Ayer hice arroz con pimientos y guisantes”, dice su amiga Aisha. Cada día se rompe la cabeza para preparar un menú. Otro chico reparte bocatas. Nabila dobla camisetas. Una vecina llega con una bolsa enorme de ropa y calzado: “Sacad los zapatos, es lo primero que vuela”, les pide la anfitriona. Perdieron ropa y calzado en el mar. Calcula que estos días ha atendido a unas 400 personas. “Tengo hijos. Si algún día mis hijos se encontraran en esta situación me gustaría que les ayudaran”, dice otra vecina.

Nabila y Aisha reparten ropa entre quienes han perdido sus prendas en la travesía hasta Ceuta.

Nabila y Aisha reparten ropa entre quienes han perdido sus prendas en la travesía hasta Ceuta. Brais Lorenzo

Sabah asegura que nunca había visto a tanta gente en la calle, sobre todo menores, que no quieren quedarse en la calle pero temen ser devueltos y tienen pánico a la policía.

“Yo cuando llegué casi me ahogo, una mujer que no sabía nadar se agarró a mí y casi nos ahogamos los dos”, describe con gestos Ismail. Tiene 17 años y denuncia que la policía en su país no es amable. “Cuando nos saltábamos el toque de queda nos perseguían y a veces nos pegaban”, relata. Por eso, dice, prefiere estar en la calle y se esconde de la policía también en España.

Baghi también tiene 17 años. Le interrumpe para añadir que llevan noches escondidos en una montaña. “Encontramos a una persona que nos dio la dirección de esta casa en una hoja y preguntando vinimos juntos hasta aquí”, asegura. “Vi que la frontera estaba abierta por Facebook y le pedí 5 euros a mi madre y le dije que iba a intentar venir”, explica. “Nuestro padre no está con nosotros y mi madre no trabaja”, dice.

Un joven busca ropa de su talla en casa de Sabah.

Un joven busca ropa de su talla en casa de Sabah. Brais Lorenzo

Escondidos en parques, playas y montes

Durante la jornada del viernes hemos visto cómo una decena de niños huía por el tejado de la nave del Tarajal habilitada para ellos. "Salimos a la calle para pedir comida y luego, por la noche, si hace frío intentamos volver", afirma Illis, que tiene 14 años.

En este habitáculo industrial aún permanecen 500 menores. Las condiciones dentro no son las más óptimas para infancia según cuentan los propios niños, trabajadores humanitarios y agentes de seguridad. Más de un policía ha reconocido que se pasan muchas horas sin comer.

El mismo viernes la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, aseguró que el Gobierno está “cuidando y protegiendo” a los niños marroquíes llegados a Ceuta, mientras las autoridades locales hablan de situación de emergencia.

Algunos niños dicen que se sienten "encerrados" en la nave. Y otros, después de días aquí, van tirando la toalla. “No me importa volver a casa porque aquí me siento humillado”, lamenta Riduan, que a sus 13 años ya ha cruzado dos veces la frontera.

Para la atención de los menores, la Policía ha establecido dos procedimientos: la reagrupación familiar, destinada a los progenitores que reclaman a sus hijos, para lo que la Ciudad Autónoma de Ceuta ha habilitado un teléfono -956 51 24 13-; y la tutela por parte de las autoridades para aquellos que son reclamados y, por tanto, están en situación de desamparo. Para determinar la edad en los casos en que haya dudas de que se trate de menores se les hace una prueba de los huesos de la muñeca y una radiografía bucal.

Interior asegura que no se está devolviendo a ningún niño a Marruecos, mientras que varias ONG ponen en duda este extremo y consideran que no se está llevando a cabo un proceso de devolución con "suficientes garantías".

Atrapados en la frontera

No es la primera vez que Sabah abre las puertas de su casa. El 14 marzo de 2020 cuando se anunció el estado de alarma Sabah preparó bocadillos para centenares de personas que se quedaron atrapadas en el paso fronterizo. Recuerda que ese fin de semana llovió mucho. "No bastaba con llevarles manta y comida. Me los traje a casa, había familias enteras, mujeres, niños, que se quedaron a dormir aquí”, rememora. Así comenzó la historia de lo que se ha convertido en refugio para muchas personas. Desde la pandemia hay al menos ocho personas viviendo con ella.

Uno de ellos es Mustafá, que ha pasado de refugiarse en casa de Sabah a dar refugio a los menores de esta crisis. Lleva un año en Ceuta y dice que siente que ha encontrado una familia, mientras nos enseña las fotos de cómo celebraron la fiesta del fin de Ramadán todos juntos. Sabah se ha convertido en una madre para muchos, aunque ella les reprende. “Madre solo hay una”, le dice a Mustafá.

Sabah y Mustafá se han convertido en una familia.

Sabah y Mustafá se han convertido en una familia. Brais Lorenzo

Son casi la una de la madrugada cuando en la casa del padre de Sabah aún permanecen varios adultos que se preparan para dormir. Dentro ya no cabe ni un alfiler, pero estiran una alfombra en el porche y se reparten el poco espacio que hay. La ciudad permanece en silencio, mientras todos, sin decirlo, pensamos en esa veintena de niños que, trasladados por la Cruz Roja horas antes a la nave del Tarajal, al menos hoy no dormirán en la calle. Otros tantos siguen escondidos en los parques, los montes y las playas. Cuando amanezca, la casa de Sabah seguirá abierta y allí encontrarán, seguro, unos macarrones, una ducha o un simple abrazo.