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Coronavirus

La Casa de Misericordia de Pamplona recobra la esperanza

  • Con las vacunas, las residencias de mayores de Navarra retoman sus actividades cotidianas tras la desaparición de los positivos por coronavirus
  • En la Casa de la Misericordia, la mayor residencia de Navarra, sus mayores disfrutan ya de las pequeñas cosas que habían perdido

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.Los residentes vuelven a su vida habitual, con la esperanza de volver a disfrutar de costumbres que ya creían peridas para siempre.

Durante este año de pandemia el COVID se ha cebado con los más mayores. En Navarra casi la mitad de los fallecidos vivían en alguna residencia. Los expertos afirman que la cuarta ola será la de la salud mental, porque la enfermedad no sólo deja secuelas físicas sino que potencia otras afecciones como la ansiedad, la angustia, y, al final, la depresión. Resulta muy complicado acertar con los resortes necesarios para, primero evaluar, y después tratar de curar estas complicaciones añadidas a una situación tan problemática como a la que nos enfrentamos.

Ya pueden abrazar a su familiares

Pero al más de medio millar de residentes de la Misericordia de Pamplona se les nota en la voz y en los gestos que algo ha cambiado. De repente han abandonado ese tono taciturno y de desencanto, y ahora hablan con mayor fluidez, en un tono más elevado y con una alegría que denota la recuperación del optimmismo.Y es que los datos les han abierto de nuevo la puerta de la esperanza. Hace días que no hay contagios en su centro, y todos ellos han recibido ya las dos dosis de la vacuna. Y esto les hace pensar que todo ha comenzado a cambiar, y que la normalidad empieza a verse al otro lado del túnel de la pesadilla que han vivido. Sus habitaciones han dejado de ser celdas de confinamiento y ya pueden volver a salir a la calle a pasear, pero sobre todo disfrutan de lo que más echaban de menos, abrazar a sus familiares, que llevaban camino de convertirse en unos extraños.

La dirección ha comenzado a programar actividades

Los responsables de la Residencia también han recuperado las inquietudes, y de nuevo se centran en preparar programas de actividades para satisfacer todas las necesidades de los residentes. Se ha abierto la cafetería, un lugar común de reunión y de conversación. Y también se han abierto las puertas a los visitantes, como un castañero que reparte cucuruchos entre todos, y despierta una nueva ilusión con ese olor y con ese sabor que les recuerda a la vida normal. Algunos les cuesta hincarles el diente, pero en su cara se refleja esa alegría casi infantil de los días especiales, que pensaban que ya se habían quedado en el recuerdo.

Nuevo estado de ánimo

Las miradas que dirigen a nuestra cámara y , sobre todo, las palabras que nos ofrecen son el mejor ejemplo de que esa normalidad la ven cada día más cerca.Pero no se olvidan de que queda un largo trecho para todos. Ellos, nuestros mayores, son la voz de la experiencia. Y en este caso más que nunca, porque la enfermedad los ha elegido a ellos con especial crueldad.