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Grecia

Los refugiados de Lesbos ven con recelo el nuevo campamento: "La solidaridad se ha acabado"

  • La situación se vuelve cada vez más incierta tras la decisión del Gobierno griego de instalar un nuevo campamento
  • Para evitar incidentes, la zona ha sido fuertemente protegida por la policía

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Aumenta la tensión entre los refugiados de la isla de Lesbos

La situación en Lesbos se vuelve cada vez más incierta tras la decisión del Gobierno griego de instalar un nuevo campamento para albergar a los refugiados, algo que no ha sido muy bien recibido ni por la población local ni por las personas que tienen que ser reubicadas en él. Para evitar incidentes, la zona ha sido fuertemente protegida por la policía.

Todo ello, un par de días después de que un incendio asolara el antiguo campamento de Moria, donde residían más de 13.000 personas, a pesar de que su capacidad era apenas de 3.000.

Hay numerosos controles policiales y presencia militar. Además, los helicópteros del Ejército sobrevuelan la isla y se ocupan de descargar el material necesario para el nuevo campo. Todo con la mayor discreción posible. Y es que tanto los refugiados como la población local ven con recelo el nuevo campamento, no quieren un segundo Moria.

Un padre que porta un bebé en un canastillo pide que le grabemos un mensaje para la canciller Merkel: "Queremos ir a Alemania, mi bebé, mi mujer, y yo."

Acude al único centro hospitalario que queda en pie dentro de Moria, donde un equipo de Médicos sin Fronteras atiende las urgencias.

"La solidaridad se ha acabado" nos dice Giovanna Scaccabarozzi, la encargada de este centro. "Llevan años de frustración por las condiciones en que vivían dentro del campo de Moria. Y ahora se añade otra frustración, resultado de la ausencia de un techo bajo el que cobijarse, sin agua, sin comida...".

Un panorama desolador

Al otro lado de la carretera, lo que queda del campamento que albergó hasta hace 5 días a más de 13.000 refugiados.

El panorama es desolador. Las llamas lo han consumido todo y persiste el olor a humo y lo que queda del campo muestra una idea de lo que fue y como vivían los refugiados.

Chabolas una detrás de otra, camas improvisadas, un móvil destrozado, una pelota de Frozen y botellas de agua, muchas botellas de agua. Algunos las aprovechaban de colchón para amortiguar la dureza del suelo.

Un hombre rebuscando entre los restos del incendio algo aprovechable, pero la zona está prácticamente desierta. La gran mayoría de refugiados se han desplazado al parking de un centro comercial cercano. Hoy ya no dejan acceder.

La tensión es creciente, la policía ha cargado con gases lacrimógenos para disolver una protesta de refugiados que pedían libertad y salir de la zona confinada. Pero, de momento, eso no parece posible.