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"Norma" vuelve al Real un siglo después entre "bravos, bravísimos"

  • No se representaba en versión dramatizada desde 1914
  • El minuto de oro ha sido la interpretación del aria Casta Diva

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Fotografía facilitada por el Teatro Real del estreno de la ópera "Norma", nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Palau de les Arts de Valencia y la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera.
Fotografía facilitada por el Teatro Real del estreno de la ópera "Norma", nueva producción del Teatro Real en coproducción con el Palau de les Arts de Valencia y la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera.

La Galia ocupada por Roma, druidas, sacerdotisas, el debate entre el deber y el deseo, la razón y el corazón... Todo eso y más es Norma, la quintaesencia del drama y la ópera del aria Casta Diva, que ha vuelto este jueves, tras 102 años ausente, al Real con un rotundo éxito.

Los gritos de "fiasco, fiasquísimo" que recibieron el estreno en la Scala en 1831 de la que está considerada como la más bella ópera de Bellini han sido sustituidos esta noche por los "bravo, bravísimo" para una propuesta artística que se estrenó el año pasado en el Palau de les Arts de Valencia, coproductora con el Real junto con la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO), que aún no la ha programado.

En su regreso al Real, donde no se representaba en versión dramatizada desde 1914, Maria Agresta, Gregory Kunde y Karine Deshayes, el primero de los tres repartos previstos, han sido aclamados desde el primer acto, y al finalizar ha sido un estruendo de aplausos, que se han llevado también el director de orquesta, Roberto Abbado, y el artístico, David Livermore.

Referente de un bel canto romántico

Pero el "minuto de oro" de esta obra, referente de un bel canto romántico que persigue conmover y emocionar, no solo el virtuosismo, ha sido, sin duda, el de la interpretación de Agresta, que debutaba en el Real, y el coro del aria Casta Diva, una plegaria que es un absoluto deleite vocal.

La soprano ha salido más que airosa de la muy difícil pieza, no porque haya agudos imposibles, sino porque hay que mantener una línea de canto muy exacto y las palabras que tienen que pronunciarse "en el hilo del aliento".

La épica propuesta de Livermore, estilo Juego de Tronos o Fantasy, con un árbol totémico móvil que hace tanto de altar, desde el que Norma "reparte" divinidad, como de cueva, donde se "esconden" los secretos y mentiras, sugiere con proyecciones desde una pantalla que ocupa todo el escenario lo que los personajes no explicitan.

Livermore ha querido poner delante a los cantantes, no alejados, porque ellos son para él los verdaderos protagonistas y acentuar el lenguaje corporal, para significar las relaciones y afectos entre ellos, con emociones reales.

Su propuesta acentúa las escenas íntimas, llenas de encuentros, de diálogos susurrados, de revelaciones de secretos, justificaciones de engaños y pasiones llevadas al extremo.

Norma no es una vestal hierática, ni una fanática religiosa sino una mujer de carne y hueso, que traiciona su promesa de castidad por amor a un romano, Pollione, con el que tiene dos hijos, y que es abandonada por otra sacerdotisa, más joven que ella, Adalgisa.

El destino de Norma, escindida entre su deber con su dios y su pueblo y su interés amoroso, es su sacrificio y su muerte y hasta llegar a ese final despliega una prodigiosa paleta de emociones, con coraje y fragilidad, trizada entre la magia y lo terrenal, entre el deseo y la duda.

Es, al fin, un personaje irresolublemente terrestre y profundamente emocionante, protagonista de un drama conectado con el mito de Medea, aunque ella renuncia a matar a sus hijos, o la Velleda de Chautebriand pero también con la lucha del pueblo oprimido contra el invasor, la búsqueda de la libertad y la independencia.

Fotografía facilitada por el Teatro Real de la mezzo-soprano francesa Karine Deshayes (i), en el papel de Adalgisa, y el tenor estadounidense Gregory Kunde, representando a Pollione. EFE/Javier del Real

La belleza de la partitura, magnífica y electrizante, revela el temperamento siciliano de Bellini, una música "como un volcán en erupción", decía Abbado, que destaca su gran respiración, el lento desarrollo de la melodía, que le proporciona una gran tensión dramática, y unos recitativos entre los más precisos y complejos de la historia de la ópera.

Al estreno han asistido la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, entre otras autoridades.

El papel de Norma lo cantará el día 30 la italiana Mariella Devia, considerada por algunos críticos la mejor soprano belcantista junto con Edita Gruberova.