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'10.000 noches en ninguna parte', el cine autoproducido en la sección oficial de Sevilla

  • Ramón Salazar dirige una poética película rodada durante tres años
  • Andrés Gertrudix, Lola Dueñas y Najwa Nimri protagonizan la cinta

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Clip de '10.000 noches en ninguna parte'

Guionista de las taquilleras adaptaciones de Federicco Moccia  (Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti), Ramón Salazar ha dirigido a lo largo de tres años su tercer largometraje: 10.000 noches en ninguna parte. Una muestra más de ese cine español que sobrevive con entusiasmo, sin ayudas ni apoyo de las televisiones, a la espera de que se estabilice una industria sostenible. Un cine que aprovecha las cámaras digitales y los equipos mínimos para elaborar un lenguaje poético y arriesgado.

10.000 noches en ninguna parte, rodada sometiendo el plan de rodaje a los huecos de las agendas de los actores, tiene la recompensa de estrenarse como la única película española en la sección oficial del Festival europeo de cine de Sevilla.  Andrés Gertrúdix protagoniza un viaje liberador de miedos pasados acompañado por  Najwa Nimri, Lola Dueñas Susi Sánchéz,  y París, Berlín y Madrid de escenarios.

“Las películas de géneros no tienen tanta dificultades para encontrar financiación como nuestra película, que es un planteamiento un poco más arriesgado o que se mueve en unos terrenos que a los posibles inversores les asustan”, explica Salazar. “Al tener que recurrir a la autofinanciación dispones de una libertad creativa en la que no te pones ningún tipo de barrera”.

Director de Piedras (2002) y 20 centímetros (2005), Salazar extrajo la idea para 10.000 noches de las “biografías personales e intransferibles” que elaboraba para las clases de interpretación que ha impartido durante estos años. Allí espigó el personaje de Andrés Gertrúdix, piedra angular de la película. “Nunca le dije a Andrés qué le pasaba a su personaje, tenía que confiar en mí. Empecé trabajando con una escaleta muy débil de lo que tenía que pasar y nos fuimos a Berlín a ver qué nos daba la ciudad con esa biografía y ese trabaja previo”. El rodaje de 2010 en la capital alemana se completó los años posteriores. “Fue ir construyendo la historia hacia atrás: ir cerrando esa libertad que había surgido. El guion fue mucho más concreto en la historia de París. Y en  Madrid fue un rodaje más al uso”.

El resultado es pura libertad filmada y algunas secuencias de poesía emocionante. “Fue concebida de un punto de partida tan libre que no me he querido cortar en nada, sobre todo porque la propuesta lo pedía: ese viaje al interior que realiza el personaje permitía la exploración de terrenos que se mueven en un nivel bastante más poético que en una película convencional”, dice. “Yo creo que una película estándar no la voy a volver a hacer en mi vida. Esta rebeldía y esta libertad de tres años rodando va a ser difícil soltar. Es inexplicable intentar entender lo que surge cuando un equipo  trabaja desde al libertad absoluta”.

El director está sorprendido con las primeras impresiones. “Me estoy quedando muy alucinado: cuando haces una película así  tienes la el piloto rojo de “estamos haciendo algo para nosotros que no va a ver nadie” y, de repente, está despertando una respuesta emocional muy grande”.

Rodada con la nueva generación de cámaras fotográficas, el director reconoce que cuando rodaban en exteriores parecían más turistas que cineastas. “Elegimos la cámara porque nos permitía volar alrededor del personaje. Le dije al director de fotografía que la cámara estuviera acariciando a los personajes constantemente. Y eso, con las antiguas cámaras, era imposible”.

Salazar, no obstante, es consciente de que la autofinanciación es más una solución de urgencia creativa que un camino a seguir.  “Requiere un esfuerzo que no es ni siquiera el doble, sino diez veces más en cada una de las personas que se involucran en el proyecto. La experiencia no me la quita nadie pero es agotador”, explica. “Me encantaría rescatar la parte creativa y la libertad con, simplemente, un poquito más de empuje económico”.