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Paul Schrader, profeta del apocalipsis del cine en las salas

  • El cineasta estadounidense presenta de The Canyons en la Seminci
  • El festival le ha otorgado la Espiga de Honor y una retrospectiva
  • RTVE.es entrevista al director de American gigolo o Aflicción

Por
GUIONISTA Y REALIZADOR PAUL SCHRADER
El guionista y realizador Paul Schrader, Espiga de Honor de la Seminci.

La historia del cine ha escondido a Paul Schrader tras los hombros de gigantes. Su obra siempre está  a la sombra de los miembros de más ilustres de su generación, los movie brat (Spielberg, Coppola, Lucas, De Palma) y, especialmente, eclipsada  por su propia labor de guionista en algunas de las mejores películas de Martin Scorsese (Taxi Driver, Toro Salvaje, La última tentación de cristo y Al límite). Javier Angulo, director de la Seminci y admirador confeso de Schrader, ha querido homenajearle con la Espiga de Honor y reivindicar su figura con la edición de un libro sobre su cine.

La obra de Schrader, un outsider vocacional, vuela muy alto aislada de su contexto (American Gigolo, Mishima, Hardcore, Aflicción, Posibilidad de escape).  Uno espera que Paul Schrader (67 años), tan habituado a frecuentar abismos de violencia, tormento y redención, devuelva una mirada angustiada. No hay nada de eso. Afable, calmado, Schrader está disfrutando Valladolid y atiende paciente a RTVE.es

Educado en un calvinismo feroz, no vio una película hasta los 17 años. La leyenda de su biografía exige un test-ráfaga antes de entrar a otras cuestiones.

  • Escribió el guión de Taxi Driver en 10 días. Cierto. “Sí, pero fue algo continuo: Dormir en el sofá, levantarse y seguir escribiendo”, dice.
  • En los 70 solo era capaz de dormir con un arma bajo la almohada. Cierto. Mejor no preguntar el porqué.
  • Cuando murió su padre, Schrader encontró que tenía cintas VHS de todas sus películas sin abrir. Cierto. Schrader solo asiente.

Cuando el joven Schrader comenzó a devorar películas, su epifanía llegó con el visionado de Pickpocket, la obra maestra de Robert Bresson.“Era un crítico y no había pensado en hacer películas o escribirlas. Creía que no era para mí, que no tenía el temperamento. Y cuando vi esa película me dije a mismo: puedo hacer algo como esto.  Y dos años después escribí Taxi Driver”. Hay que creerle: Schrader ha homenajeado-plagiado el final de la película de Bresson en la mitad de su filmografía.

La era post-salas del cine

La cinefilia anda encantada con Schrader en la Seminci pero el director estadounidense ha venido en primer lugar a presentar The canyons, una apuesta experimental financiada con donaciones a través de redes sociales. Y, en segunda lugar, a certificar la defunción del cine tal y como él lo ha amado.

The canyons, obra menor de Schrader, vapuleada en Venecia y en Estados Unidos, es un éxito como producción si atendemos al retorno económico. Pensada para financiarse con redes sociales, el novelista Bret Easton Ellis (American Psycho) escribió el guión para que Schrader lo dirigiera. Easton Ellis es célebre por sus twitter wars en la que polemiza sin piedad (hace apenas una semana repartía estopa a Alice Munro como Nobel sobrevalorada). Y para generar más ruido eligieron como protagonistas a Lindsay Lohan y al actor porno James Deen. Las penurias del rodaje y del trabajo con Lohan ya fueron aireadas en Venecia.  “Es una producción post-impero, término que utiliza Bret a propósito de la cultura americana en la actualidad”, dice Schrader. “Hacemos arte a base de los residuos del imperio: ¿qué mejor que coger una persona del mundo del famoseo, una del porno, dos provocadores como Bret y yo, y convertirlo en una obra de arte?”.

Teórico del cine, autor del El estilo transcendental en el cine: Ozu, Bresson y Dreyer,  (“ya no estoy de acuerdo con lo que escribí”, dice 40 años después), el cineasta vislumbra un futuro en el que las obras audiovisuales crecen exponencialmente y, por tanto, cada vez es más difícil destacar y rentabilizar la inversión. “La idea de The Canyons era hacer una película bajo el nuevo modelo económico. Está diseñada para la era post-salas. Las salas son una plataforma pero no la única. En el futuro habrá clubs de cine, pero la idea de los grandes complejos de cine de los suburbios está desapareciendo. La  tecnología se mueve muy rápido, todo lo que hemos aprendido en los últimos 100 años ya no se aplica”.

Algo se mueve hacia la indefinición cuando David Lynch afirmaba hace una semana que no puede hacer películas de autor. La pasada década Coppola, y el propio Lynch, abrazaban el cine digital seducidos por su libertad potencial. Ahora constatan que, sencillamente, el modelo de negocio ha muerto.

“Las películas son muy caras y lo que está pasando es que el dinero se está yendo. Si quieres hacer una película muy barata, y seguro que David (Lynch) no quiere hacerlas nunca más, puedes hacerla. Pero incluso entonces puede que no recuperes el dinero”, explica Schrader. “O puedes hacer cine internacional, cine para los chinos y rusos sin mucho diálogo, pero es cada vez más difícil hacer drama convencional. En EE.UU, la gente que escribe drama han migrado a la televisión y es donde la mayoría del talento está”.

El movie brat outsider

Volvemos al pasado, a su carrera, su retrospectiva. Al cine en las salas. A propósito del guion de Yakuza (Sydney Pollack, 1974), Schrader declaró que el sentimiento de culpa era la única fuente segura de energía para escribir. “Vengo de una recta familia calvinista donde eres entrenado para creer que estás lleno de pecado y culpable por propia definición, así que una de las funciones del pensamiento creativo es intentar pensarte a ti mismo menos culpable para encontrar un modo de redimirte”, explica. Una culpabilidad, a menudo ligada a la sexualidad en su obra, que ya carece de importancia. “No estoy interesado en las cuestiones religiosas nunca más. Me he puesto en paz con el hecho de que mi vida no tenga significado”.

Su relación con Martin Scorsese es un clásico de dos egos demasiado grandes para unos solos créditos. Pese a todo, guarda un buen recuerdo. “Creo que todas son bastante buenas, películas muy interesantes. Martin sostiene que Taxi Driver es más suya, que Toro Salvaje es más de Bob (Robert De Niro), y que La última tentación de Cristo es más mía. Y probablemente es preciso”.

Soledad, culpabilidad, sexualidad, redención. Temas a los que vuelve una y otra vez con personajes masculinos embrutecidos en películas como Hardcore, Mishima, American gigoló, Aflicción o The Walker. “Es verdad que vuelvo  y creo que es porque la gente no cambia mucho. Es  un mito. Tu ordenador personal se programa muy pronto.  El software se carga cuando eres un adolescente, y  el hardware solo tiene que mantenerlo”, dice mientras sonríe.

Pese a su fama de guionista profundo, su cine es pura forma. En consonancia, dice admirar el cine de Xavier Dolan y Paul Thomas Anderson. Su nueva película, con Nicolas Cage en el reparto, vuelve a una producción estándar y a afrontar problemas de su generación. Ya no piensa, parafraseando a Lenin, que el cine es la más importante de las artes. “Pienso en el cine como una herramienta, como una forma de vida, una manera de expresa.   Y, si me quitaran esa herramienta, encontraría otra”.