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Fuego, agua y tierra: los malos espíritus de Fukushima Daiichi

  • La central está construida sobre un suelo de lutita permeable
  • Bajo la central hay una falla que puede haberse reactivado por el terremoto
  • El agua radiactiva se filtra al mar, provocando una situación preocupante

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Grieta en el suelo de la central nuclear de Fukushima
Grieta en el suelo de la central nuclear de Fukushima

Es como una maldición bíblica: los problemas más importantes de Fukushima son el agua y la tierra, además (claro está) del fuego nuclear. El agua, porque la incesante necesidad de refrigerar los núcleos fundidos tras el terremoto y el tsunami de 2011 hacen necesario mantenerlos empapados constantemente. 

Esto contamina el agua con materiales radiactivos, lo que hace necesario limpiarla. Pero la capacidad de limpieza es limitada: el proceso de extraer los isótopos es lento y complejo, por lo que no toda el agua necesaria para refrigerar se puede limpiar de inmediato. 

Por eso es necesario almacenarla: en enormes depósitos, miles de los cuales rodean ahora mismo a la central dañada. Pero también en las propias piscinas y sótanos de los edificios que albergan los reactores fundidos. Que es de donde surge el otro problema: la tierra. La central japonesa no está construida en el mejor de los terrenos, geológicamente hablando, y la consecuencia es que rebosa agua contaminada, que está vertiendo al mar.

La lutita del suelo de Fukushima es permeable

A diferencia de la mayor parte de las centrales nucleares japonesas, que suelen construirse en regiones con sustratos graníticos, Fukushima Daiichi está edificada sobre rocas sedimentarias del periodo Terciario, materiales relativamente recientes que reposan sobre una capa inferior de roca metamórfica y granito

La capa superior tiene unos 800 metros de espesor y es de lutita; una roca sedimentaria detrítica de grano fino, entre arenisca y pizarra, que tiene varias interesantes propiedades según su grado de compactación y metamorfismo.

Fukushima no está construida en el mejor de los terrenos geológicamente hablando

En principio puede ser impermeable, cuando su grano es fino y abundan los minerales de arcilla en su composición; y en esto se han basado algunos análisis que descartaban el peligro de vertidos debajo de la central: al ser el terreno impermeable esas filtraciones no llegarían lejos.   

El problema es que las lutitas son variopintas, y cuando su grano es algo más grueso (algo que varía sobre el terreno), se comportan como una excelente roca de acuífero: es decir, son permeables.

La salida del agua contaminada al mar

De hecho, bajo Fukushima Daiichi hay un acuífero que se recarga desde las cercanas alturas de la meseta de Abukuma. Según geólogos japoneses el agua se desplaza dentro de la roca desde la meseta al mar a razón de unos 50 centímetros al día. Afortunadamente la inclinación de las capas va hacia el mar; de lo contrario el agua contaminada se internaría en las profundidades de la isla de Honshu, la principal de Japón, y el problema sería incalculablemente más peligroso y complejo.

Lo que está ocurriendo es que el agua que sale de los sótanos de Fukushima Daiichi se filtra en el acuífero y se vierte al mar, como demuestran los pozos que se han excavado entre la central y la orilla, que se han llenado de agua radiactiva (con bastante cesio). Las lutitas, parece ser, no son lo bastante impermeables en esa zona, y el agua fluye buscando su querencia natural. Lo que hace que ese cesio radiactivo vaya a acabar en el mar.

Pero ¿por qué se filtra el agua desde los edificios de la central? No se sabe, porque las zonas inferiores no se han podido examinar: son demasiado radiactivas. En un tipo de roca como las lutitas lo normal sería construir grandes edificios como los de los reactores nucleares de tal manera que ‘flotan’ sobre la roca y pueden mantener su integridad incluso en el caso de que el suelo se mueva: los japoneses tienen amplia experiencia en construcción sísmica. 

Lo que ocurre es que en las lutitas que hay bajo Fukushima hay una sorpresa que no se conocía cuando se construyó la central: una falla en las capas inferiores. Una falla que puede haberse reactivado por el fortísimo terremoto Tohoku, dañando los cimientos de los edificios y creando grietas. Algunas son incluso visibles en fotografías publicadas tras el accidente.

Es decir, que las piscinas y zonas de contención que normalmente incorporan en sus cimientos los reactores nucleares pueden estar fracturadas, y por esas grietas se escaparía el agua contaminada para acabar en el mar. 

Hay muy poco que se pueda hacer para impedirlo: localizar las grietas para taparlas es imposible, porque no se puede entrar en las regiones inferiores de los reactores dañados. Hacer una pantalla entre la central y el mar no tendría sentido, pues tendría que ser de enorme profundidad y extensión para garantizar la impermeabilidad en una roca porosa. Parece que los vertidos continuarán, y el Pacífico se volverá a contaminar.

Los vertidos continuarán y el Pacífico se volverá a contaminar

En el apartado de buenas noticias, el océano es inmenso y ya ha asimilado y dispersado dosis de radiación enormes tras el accidente. La costa de Honshu sufre algunas de las más potentes corrientes oceánicas del planeta, que se encargarán de dispersar el material radiactivo. Lo peligroso sería que se concentrara. 

Además los isótopos de Cesio tienen semividas relativamente cortas, por lo que perderán pronto su peligrosidad.  La situación es preocupante, pero no alarmante, y sobre todo nos recuerda que el coste de un accidente de este tipo es inmenso, en términos ecológicos y económicos: las tareas de limpieza se prolongarán durante años y la central dañada seguirá dándonos sustos de vez en cuando. Esperemos que no peores o más peligrosos todavía que el actual. Porque tras resultar herida de muerte por el fuego la maldición del agua y la tierra aún se cierne sobre Fukushima Daiichi.