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Noriega, de halcón de la CIA a reo común

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Manuel Antonio Noriega, el hombre de la CIA en Panamá y hábil socio de los narcotraficantes colombianos en los años 80, regresa a su país como un reo común de 77 años al que le esperan penas de más de 60 años de cárcel. Noriega, el hombre de origen muy humilde que llegó a ser el último dictador militar que ha tenido Panamá en su historia, cierra con su regreso un ciclo.

"El criollo del terraplén", como lo llaman algunos por el arrabal donde nació en la capital panameña, el MAN (por sus iniciales) o el "Tigre", como lo conocían sus compañeros de armas más cercanos en los tiempos en que su voluntad era ley en el país, tiene que cumplir condenas por asesinato, desaparición de personas y hasta por deforestación, acumuladas en juicios en ausencia.

Muy diferente al hombre peligroso y temido de entonces, Noriega ha regresado a su país anciano y fatigado, aparentemente enfermo, pero fuertemente custodiado. El recibimiento de Noriega fue totalmente diferente a las acostumbradas fanfarrias que se escenificaban cada vez que llegaba de viaje o cuando celebraba su cumpleaños el 11 de febrero o una efeméride militar, como el Día de la Lealtad, que se celebra el 16 de diciembre.

Jefe del espionaje

El exmilitar que llegó a general sin haber combatido, se educó en el Instituto Nacional, el colegio estatal más antiguo del país, y sus biógrafos indican que era afín con ideales de la izquierda tradicional cuando joven.

Tras conseguir una beca para estudiar milicias, ingresó en la Escuela Militar de Chorrillos, en el Perú, donde se graduó como alférez de ingeniería. A los 22 años entró en la entonces Guardia Nacional, donde empezó una carrera meteórica ayudado por su astucia y oportunismo, especializándose en guerra psicológica, contrainsurgencia y lucha contra el narcotráfico.

En 1968 apoyó el golpe militar que llevó al poder al general Omar Torrijos y dos años después, en 1970, en agradecimiento a su colaboración para sofocar una conspiración fue nombrado jefe del servicio de inteligencia: el temido G-2.

Tras la muerte de Torrijos en accidente de avión, en 1981, Noriega se disputó el poder con el general Rubén Darío Paredes, entonces jefe de la Guardia Nacional, quien creyendo tener el suficiente apoyo, en 1983 pidió la baja del Ejército para presentarse como candidato a la Presidencia. El 12 de agosto de ese año fue nombrado jefe de la Guardia Nacional, en sustitución de Paredes.

Pese a las acusaciones de tener vínculos con el narcotráfico y el contrabando de armas, por medio de su asesor Mike Harari, antiguo jefe de los servicios secretos israelíes, Noriega contó en todo momento con el apoyo de Estados Unidos.

El final de su mandato

Su declive se produjo a raíz de las acusaciones de su compañero de armas, el coronel Roberto Díaz Herrera, que abrió la caja de los truenos al imputarle en 1987 relaciones con el narcotráfico y otros crímenes, lo que abrió una crisis.

Estas denuncias llevaron a EE.UU. a cambiar su opinión sobre quien hasta entonces era su hombre el Panamá, hasta darle totalmente la espalda y, a petición de la justicia, terminar por reclamarlo para juzgarlo por narcotráfico.

Tras la invasión militar estadounidense de diciembre de 1989, que lo derrocó, Noriega fue expulsado de la milicia por el presidente Guillermo Endara (1989-1994), el primer presidente en democracia desde el golpe militar que protagonizó Omar Torrijos en 1968.

Ahora Noriega regresa a un Panamá muy diferente al país arruinado por los efectos de la crisis que protagonizó, a uno lleno de rascacielos en la bahía de la capital, moderno y pujante.

Panamá vive ahora un auge económico impresionante, con un crecimiento cercano al 10% y pleno empleo, mayor coste de la vida, grado de inversión, un formidable centro financiero internacional y el Canal interoceánico que ya es panameño y está siendo ampliado.

Cuando se lo llevaron esposado y vestido con un mono de mecánico de aviones dejó tras de sí un país hundido económicamente, con casi 15% de pérdida del Producto Interior Bruto, sin crédito internacional, ocupado militarmente y desmanteladas las Fuerzas de Defensa, reemplazadas por una policía civil.