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José Antonio Labordeta, el poeta

  • Se crió con libros de Horacio, creó la revista Orejudín e impulsó Andalán
  • Tras empaparse de Brassens en Francia, empezó a cantar sus poemas
  • El Abuelo empezó siendo profesor pero hizo de todo, hasta de actor

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Poeta es la palabra que mejor define a José Antonio Labordeta. Porque además de escribir cientos de poemas desde los años 50, fue capaz de llevar al resto de sus actividades la poesía. Por supuesto, a la canción. Y a la docencia, donde trató que sus alumnos tuvieran un conocimiento sobre el mundo no exclusivamente de programa académico y reyes godos.

También a la televisión: su País en la mochila estaba realizado con su especial mirada lírica. Y, más sorprendentemente, a la política: en las Cortes, se opuso a la participación en la guerra de Irak leyendo un poema de su hermano Miguel, a quien, heredero del surrealismo, le habría encantado aparecer publicado en el Boletín Oficial del Estado, junto a reformas de ley y proyectos administrativos.

Fue en el caserón de la calle Buen Pastor de Zaragoza, sede del colegio y de la vivienda familiar, donde mamó la poesía: allí, su padre, antiguo seminarista que se le libró por los pelos y pese a su moderación de ser fusilado, les leía a Horacio y a Virgilio, y allí su hermano Miguel, por el que José Antonio sentía veneración, escribía la poesía más arriesgada de la eterna posguerra y organizaba una conspiración mundial de poetas, que era vigilada por la policía política.

Ser poeta entonces era una forma de escapar al franquismo. Los poetas se juntaban, se reían, flaneaban por la ciudad, cerraban los bares... y también editaban con sus pocas perras revistas y libros. José Antonio Labordeta creó la revista Orejudín, donde publicó sus primeros poemas, y desde la revista una colección de libros, donde no faltó una antología de poemas de su hermano Miguel. José Antonio no lo sabía, pero con Orejudín, además de convertirse en poeta, comenzaba una nueva forma de vida en la que tendría que hacer todo: de actor, de novelista, de icono de la libertad, de presentador de radio, de editor, de efigie del Aragón más bronco y más honrado, de "A la mierda", de profesor...

El humor, siempre presente

Su paso por un lectorado de español en Aix-en-Provence, mientras Francia luchaba con sus demonios en Argelia, le empapó completamente de nouvelle vague y de chanson, y se convirtió en fiel admirador de Georges Brassens: descubrió que la poesía no está reñida con el humor. Reírse por debajo del bigote ha sido, durante toda su vida, una de las actividades preferidas de José Antonio.

El Teruel de la época se parecía todavía menos que hoy a Aix-en-Provence, pero ese fue su primer destino como profesor: allí inocularía la poesía a muchos de sus alumnos, y Eloy Fernández Clemente, compañero desde entonces de mil y una batallas, le inocularía un virus llamado Aragón, que nunca le abandonó. Es en Teruel donde José Antonio convierte sus poemas en canciones, que editaría en disco en 1968 otro poeta editor, Julio Antonio Gómez, el Gordo, gran amigo y gran bromista al que siempre tenía en su corazón.

Si las canciones aparecieron antes que Andalán, la revista que se inventó el Aragón moderno, fue porque las autoridades franquistas empezaron a boicotear la aparición de Andalán desde finales de los años 60 y no dejaron que viera la luz hasta 1972. Andalán fue la plataforma de la nueva canción aragonesa (La Bullonera, Joaquín Carbonell...), en la que José Antonio, por edad y también por apariencia, empezó a ser conocido como el "Abuelo". Es posible que las canciones no ayudaran a acabar con el franquismo, pero ayudaron a generar un nuevo imaginario político y cultural, y una nueva alegría.

Imparable

En los años 70, y hasta la primera legislatura de Felipe González, el "Abuelo" multiplicó su actividad como si hubiera conseguido clonarse: seguía publicando libros de poemas, empezó a publicar novelas libros de viajes, grabó discos, dio más de mil conciertos, hizo giras por Europa, escribió cientos de artículos artículos en Andalán, fundó un partido político, el Partido Socialista de Aragón,... y le dio tiempo a tener amor y una familia, llena de mujeres.

Alguien tan fascinado por los Monegros, territorio al que dedicó uno de sus libros de poemas más naif, tenía que pasar su travesía del desierto, que coincidió con los últimos años 80 y con primeros 90 y en la que aprovechó para reinventarse: hizo radio, televisión, dejó su banda y volvió a tocar solo ante el peligro con su guitarra, fue actor...

José Antonio no ha sabido vivir sin parar quieto. Sólo la enfermedad, en los últimos meses, ha hecho que tuviera que quedarse en casa,  donde organizó una tertulia sin horas por la que ha pasado todo el mundo, pero sin renunciar a sus mil actividades: la radio, la escritura de sus memorias y de una novela policiaca, el prólogo a la edición de 75 veces 1, que recoge su poesía completa...

Lo conocí, e ipsofactamente nos hicimos amigos, durante su travesía del desierto. Yo también tenía vocación de poeta flaner, así que recorrimos muchos kilómetros yendo de aquí para allá, juntos en su coche, un mercedes viejo que me encantaba: viajando hacia esos bolos raros, me regaló su tiempo, sus palabras, sus historias, sus amigos, su memoria... aunque el pasado, al "Abuelo", siempre le importó mucho menos que el presente o que el futuro. Siento un profundo dolor por su ausencia, pero una enorme alegría por las muchísimas cosas que me regaló y que también quiso regalar a todo el mundo, en sus canciones, en su acción política y también, y sobre todo, en sus poemas.