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Srebrenica, una masacre en las narices del mundo

  • Se cumplen 15 años de la matanza comandada por Mladic y Milosevic
  • La comunidad internacional asistió impasible a los hechos
  • "Limpiaron un territorio donde ahora no vive nadie", dice el presidente bosnio

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Informe Semanal - Srebrenica: La última masacre

"No creo que aquellos que comenzaron la guerra la hayan ganado. Todos hemos perdido. Esa es la verdad. Aunque pueda haber ganancias a corto plazo. Pero, después, ¿cuál es la lógica detrás de la limpieza étnica? Nosotros no tenemos población suficiente. Todos tenemos el mismo problema. Así que, ¿cuál es la lógica detrás de matar gente? De limpiar un territorio donde ahora no vive casi nadie. Y esto se ha repetido muchas veces en la Historia".

Haris Siladzic es el presidente de Bosnia-Herzegovina, un país convertido en federación, cuyo líder ejecutivo ostenta un cargo que rota cada dos años entre las tres comunidades que la conforman: bosnios, serbo-bosnios y bosnio-croatas, por no decir mejor herzegovino-croatas.

Un hallazgo este al que llegó la Comunidad Internacional a finales de 1995 para acabar con la peor guerra en territorio europeo desde la II Guerra Mundial.

Enclave 'seguro'

Los Acuerdos de Dayton de noviembre de 1995 se habían vuelto imperativos, cuatro meses después de la masacre de Srebrenica,  un enclave declarado 'seguro' por la ONU en abril de 1993, junto con Gorazde y Zepa.

Las tres, comunidades de mayoría bosnia leal al gobierno legítimo de Sarajevo, asediadas por las fuerzas paramilitares serbo-bosnias, y regulares serbias, para quienes Srebrenica, Gorazde y Zepa eran estratégicas por su proximidad a la frontera entre Bosnia Oriental y Serbia, Yugoslavia entonces.

En 1993 fui a Gorazde. La gente había arrancado los motores de sus lavadoras y los habían desplegado en el río, para general electricidad y poder calentarse y cocinar. Bajo el puente, un pasadizo de tablones para evitar ser blanco de los francotiradores serbios.

El paisaje desolador, surrealista, provocaba una indignación inmediata porque todo esto ocurría ante nuestros ojos, los de los objetivos de las cámaras de todo el mundo, de los blindados de UNPROFOR, las fuerzas de protección de la ONU que únicamente servían para justificar la no-acción de los organismos internacionales, empezando por los europeos, para detener aquella tragedia sin sentido.

Fue una tragedia 'in the making', desarrollándose delante de las narices del mundo

Como dicen los ingleses, permanentemente 'in the making', desarrollándose delante de las narices del mundo.

Aquel mismo año, en marzo, llegaban a Tuzla, la ciudad industrial de Bosnia Oriental, alineada con Sarajevo, camiones vacíos de la ONU, descubiertos y desnudos, cargados con ancianos y bebés, refugiados de Srebrenica, muchos de ellos en un periplo de huida de sus pequeños pueblos devastados por los serbios.

Hacinados en camiones

Las adolescentes, los jóvenes, los adultos, se abstenían de subir a los camiones, que debían pasar diversos controles serbios en el viaje entre Srebrenica y Tuzla. Violaciones, torturas, asesinatos, todo ello delante de los cascos azules y de los chóferes de ACNUR , muchos de ellos agentes de los servicios de inteligencia occidentales. Y bajo los satélites espía desplegados por la OTAN sobre Bosnia, desde el mismo comienzo de la guerra en abril de 1992.

Solíamos acudir desde Tuzla hasta Karaula, una localidad en el límite del control bosnio en el camino hacia Srebrenica. Allí esperábamos la aparición de los camiones repletos de refugiados hacinados como ganado, sin techo en el duro invierno de nieve y frio atroz.

Me acerqué a uno de los camiones, y una mujer desesperada me pasó a su bebé de cinco meses. Llevaba una caperuza de lana roja burdamente tejida, y nada más. Otra dejó caer a su hijo de ocho años, que temblaba de frio.

El hedor que despedían era tan intenso que todavía lo recuerdo

La gente de los pueblos se acercaba a darles leche, o pan. Una anciana pidió un puñado de nieve para beber y refrescar su torpor. Llevaban dos días en los camiones, sin alimentos. El hedor que despedían era tan intenso que todavía lo recuerdo.

Hechos aún sin explicar

Le di una chocolatina al niño. Se quedó mirándola fijamente sin saber qué hacer. Llegamos a Tuzla y la gente comenzó a bajar de los camiones. Dos ancianas habían muerto aplastadas.  Las madres de los niños me miraron decepcionadas porque les devolvía a sus hijos.

Este domingo 11 de julio, se cumplen 15 años de la masacre final de Srebrenica.  Del genocidio de más de 8.000 jóvenes y adultos de Srebrenica a manos de los hombres de Ratko Mladic y de Milosevic.

A pesar de la presencia de 400 cascos azules holandeses a los que dejaron ir incluso después de haber comenzado a asesinar en masa. Los restos fueron trasladados, de fosa en fosa, para burlar las evidencias. Los satélites lo impidieron, finalmente.

Pero la tragedia de Srebrenica había estado 'in the making', permanentemente, desde mucho antes, a la vista de todos. Haris Siladzic era entonces ministro de exteriores de Bosnia-Herzegovina, y solíamos hablar a menudo.

De la nueva era de la "insensibilidad de la imagen" que nació en Bosnia y cuyos efectos están todavía por estudiar; de tantas otras cosas. Le hemos entrevistado en abril en Sarajevo. "Como decía Hannah Arendt, hay hechos en la Historia que no se pueden explicar", nos ha dicho. Como Srebrenica.