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Ingrid Betancourt: "Recibo el premio en nombre de los que no vuelven"

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Entrevista a Ingrid Betancourt en '59 segundos'

-P: Señora Betancourt, ¡felicidades!

-R: Sí, es un momento extraordinario.

 

-P: Pero en un año que han pasado tantas cosas, que a uno le den un premio como el Príncipe de Asturias a la Concordia... ¿Cómo alguien que ha sufrido tanto puede recibir un premio a la concordia? ¿Hay espacio para la concordia?

-R: Claro que sí. Es que eso es lo lindo de este premio, que es para la concordia. Es decir, no tendría sentido haber vivido todo lo que se vivió para salir a buscar más odio y más venganza. Al contrario, lo que queremos es concordia. Y este premio es, además de un premio, como un mensaje que lo tomo como una especie de hoja de ruta. Yo pienso que hay que trabajar muy fuertemente. Primero para que los que están sufriendo en Colombia logren también su día de concordia, su día de libertad y su felicidad de volver a la vida. Pero, ¿cómo quiero yo? Que este premio anuncie lo que todos los colombianos estamos esperando: que sea la paz en nuestro país. Me parece tan hermoso que este premio venga de España. Yo quiero decirles que en estos días que he estado en libertad me he encontrado con muchos españoles en la calle, y he encontrado tanto cariño, tanto amor, tanta familiaridad...me abrazan y me sorprende tanto que sepan todo de mí, como toda mi vida... Y me siento tan ligada a España... Gracias.

-P: Bueno, es un premio merecido. Pero debe estar pensando en alguien, ¿a quién se lo dedicaría?

-R: No. Primero, no es un premio merecido. Yo recibo este premio con muchísima humildad, sabiendo que no me lo merezco, que otros se lo merecerían mil veces más que yo. Pero yo sé que Colombia está feliz porque esto es un reconocimiento para Colombia. Es decirle a los colombianos estamos mirándoles, queremos que les vaya bien y queremos que se solucionen todos los problemas y que llegue la paz a Colombia. Por eso el premio Concordia es muy lindo. Y, sobre todo, este premio lo recibo en nombre de los que no vuelven, de los que nunca van a poder volver, que se quedaron enterrados en la selva; y en nombre de aquellos que estoy esperando, porque ellos sí van a volver, y los estoy esperando muy pronto para que ellos vuelvan a la vida. Hablo de Alan Jara, del coronel Mendieta, de Salcedo, de Forero, de Lucho Beltrán, de Pablo Emilio Moncayo...de todos, todos, todos que están allí esperando por su turno, que pronto, pronto, esto es como buen augurio, pronto van a estar de nuevo en casa.

-P: De la euforia... Imagino que una debe desprenderse de muchas cosas. ¿Cómo está ahora? 

-R: Estoy muy feliz. Muy feliz de lograr volver a reinstalarme en una vida de amor. Porque fueron siete años de desierto, de contacto inhumano, de soledad...

-P: Sin embargo, la noto frágil...

-R: Bueno, yo creo que esa fragilidad también es una fuerza. En el sentido de que hoy en día soy consciente de que soy frágil. Antes no era consciente y pensaba que lo podía todo. Ahora soy consciente de que las cosas me duelen, que tengo que tener cuidado y precisamente por eso también creo que tengo mayor sensibilidad para entender el dolor de los demás.

-P: Una víctima siempre es una víctima del terrorismo. Recuperar la identidad es lo que más cuesta. ¿Qué consejos usted daría a esos que se encuentran como usted y no tienen la fortaleza?

-R: Bueno, yo creo que ante todo sentir que no están solos en el mundo. Y cuando hablo de esto es una sensación espiritual. La única manera de darle un sentido a lo que estamos sufriendo es que creamos que estamos en el mundo para algo, que podemos ser mejores seres humanos, que podemos servir mejor a los demás. Y yo creo que la fortaleza es ante todo una disciplina espiritual.

-P: Señora Betancourt, usted se dedicó a la política. No quiero decir que sea ahora una política, sinceramente no lo quiero decir, pero ¿nuestros gobernantes están haciendo lo que deben para luchar contra el terrorismo? En general, no hablo ni de su país ni del mío, ambos muy heridos en esto.

-R: Yo creo que se está haciendo lo mejor que se puede hacer dentro de una situación complicada políticamente, económicamente, socialmente... ¿Que podamos hacer mejor? Sí. ¿Que debamos hacer mejor? Sí. Que, por lo tanto, tenemos que siempre estar buscando cómo mejorar; ése es el reto de todos nosotros. Pienso que tenemos que mirar varias cosas. Tenemos que entender la relación entre terrorismo e injusticia social; y hablo de injusticia social y estoy hablando de este quivaje norte-sur. Es decir, terrorismo, y lo tenemos que inmediatamente unir a los problemas de migración en nuestros países. A mí me ha sorprendido mucho volver a un mundo donde hay tanto miedo: miedo del otro, miedo de que lleguen los extranjeros, de que nos cojan nuestro espacio, de que se nos metan en la vida, de que nos cambien las costumbres, de que haya restaurantes de otros pueblos, iglesias de otros pueblos, credos y otras religiones, y todo eso nos agrede. Y eso fomenta el terrorismo, porque obviamente es el miedo que sentimos que se transforma en esa necesidad de agredir al otro. Yo creo que no debemos tener miedo.

-P: ¿Y por qué hay miedo también al diálogo entre ambas partes?

-R: Sí, hay miedo al diálogo, hay miedo al diálogo. Y yo creo que lo que tenemos que hacer es perderle miedo al miedo. Es decir, no tener miedo, ser conscientes de que el miedo lo podemos sentir pero no puede regular nuestras vidas. Y el mejor antídoto al miedo siempre ha sido la palabra. La palabra es mágica. Llevar al terrorista a oír. La respuesta al terrorismo no es mayor agresión, mayor violencia, mayor guerra, mayor armas, mayor sangre...No. La respuesta al terrorismo es decirles, miren, aquí hay otro mundo, diferente, el mundo que ustedes están construyendo, ese no es.

-P: De la liberación, ¿ya ni se acuerda de eso? ¿Es como si hubiera habido un vacío o no?

-R: No. La liberación está todos los días presente en mi cabeza. Todos los días cuando abro los ojos doy gracias a Dios.

-P: No sé qué decirte... ¿qué podemos hacer la gente para ayudarte?

-R: No, para ayudarlos a ellos... Lo importante son ellos, que vuelvan.

-P: ¿Su dolor es esto?

-R: Uf, claro porque...cuando yo me levanto por las mañanas y veo que tengo un techo, que tengo una cama con sábanas, que me puedo desayunar lo que quiera...y me acuerdo de que ellos están encadenados, esperando que les sirvan un tinto a la hora en que buenamente se los puedan servir, que tienen que hacer cola para ir al chonto en unas condiciones higiénicas espantosas, que todo el día va a ser difícil de llevar y que se van a acostar por la noche con otro día más de cautiverio... claro que pienso en ellos.

-P: Pero, ¿existirá el final, verdad? ¿Tiene fe en que exista ese final?

-R: Sí, claro. Sí. Lo que pasa es que quiero que sea rápido, entonces estoy rezando mucho para que nos hagan el milagro.

-P: ¿Ríe o llora más estos días?

-R: Lloro y río. Todo el tiempo son sentimientos que se entrecruzan porque la felicidad, que es inmensa la que siento, esta felicidad de estar libre, también se mezcla con esa tristeza.

-P: O sea, que un poquito de todo, ¿no?

-R: Sí, es todo revuelto al mismo tiempo.