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Real Madrid 0 - 2 Barcelona

Las claves de la ida de semifinales de Champions, por DAVID RAMOS

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El Barcelona acaricia la final de Wembley tras vencer al Real Madrid (0-2) en el Bernabéu. El equipo de Guardiola se desquitó de la derrota en la final de Copa asestando a los madridistas una dolorosa estocada en Champions gracias a un Messi sublime en el tramo final de un encuentro que rompió la expulsión de Pepe. El portugués entró al límite con la plancha a un balón divido con Alves y el alemán Stark, en una decisión rigurosa, que no injusta (como la tempranera doble amarilla a Crouch en cuartos), le mandó a los vestuarios. Entrada feísima a la altura de la tibia, pero sin un impacto tan claro como para no tener dudas. Roja en las formas, amarilla en el desenlace. No es una agresión sin balón, hay disputa, pero Pepe tampoco fue inteligente: el refrán del cántaro y la fuente suele cumplirse y son tres partidos ya al borde de la legalidad. Sabe que los árbitros llevan apuntada su matrícula y no mide. Pepe no juega con fuego, lleva una hoguera dentro. Con tantos clásicos seguidos y con tanta agresividad muchas veces mal entendida, sin control y desquiciada, era una cuestión de tiempo. Acertada o no, la expulsión decantó el partido hacia el lado lógico. El Barça dominó casi a placer durante todo el encuentro a un Madrid extremadamente reservón y encontró los espacios que le faltaban cuando jugó contra diez.  

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Mourinho, muy enfadado con la actuación de Stark: "Si digo lo que pienso se acaba mi carrera. Me daría vergüenza ganar como Guardiola"

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Guardiola rechazó referirse al árbitro y se centró en elogiar el esfuerzo de sus jugadores. No cree que la clasificación para la final esté hecha.

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El argentino, apagado o simplemente neutralizado en los dos primeros asaltos contra el Madrid, resurgió en su competición favorita con dos goles que pueden valer una clasificación. Messi, que hasta la expulsión de Pepe no había brillado, aunque sí se le vio más cómodo que en citas anteriores, reventó la semifinal con un espectacular cuarto de hora final. Aprovechó los espacios, empezó a asociarse y pronto logró su premio sorprendiendo por el centro en el primer gol, rematando un buen centro de Afellay en el 76'. Pero lo mejor estaba por llegar. A falta de cinco minutos, Leo volvió a demostrar por qué es el mejor del mundo y quizá el verdadero y único "puto amo". Arrancó desde 40 metros como más le gusta, con la pelota pegada al pie y encarando a los contrarios en carrera. Dejó atrás a uno, dos, tres y hasta cuatro defensores blancos para acabar batiendo cruzado y por abajo a Casillas.

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0-1, Messi: El 10 culé remata a gol una excelente asistencia de Afellay, que desbordó a Marcelo.

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0-2, Messi: Leo hizo magia con el balón en un eslalon en el que se fue de cuatro defensas

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Probablemente ni Guardiola imaginaba antes del encuentro que su pobre banquillo iba a ser tan determinante. Apostó de nuevo por el tímido holandés y éste, esta vez sí, le respondió a la primera. Afellay, que entró por Pedro mediada la segunda mitad, recogió la pelota en la banda derecha, encaró a Marcelo, se marchó en velocidad hasta la línea de cal y puso una asistencia perfecta a Messi. 

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Ambos equipos salieron con mucho respeto pero cumpliendo el guión. El Barça con la pelota y el Madrid a esperar. Pero pasaban los minutos y sí se apreciaba un cambio en el equipo de 'Mou', igual de defensivo, pero mucho menos ambicioso a la contra. En los anteriores choques el Madrid tampoco puso fútbol, pero sí ocasiones. Esta vez no. El equipo mostró un miedo desmedido a encajar un gol y subió con menos efectivos que nunca.  Los números hablan por sí solos: media ocasión en 90 minutos (disparo lejano de un Cristiano Ronaldo, inoperante, solo y frustrado con el planteamiento de su técnico: "No me gusta jugar así", declaró al final del partido). Con eso, en una semifinal de Champions y en casa, no se puede pedir nada. Menos aún cuando en frente hay un equipo que propone, manda y además no tiene fisuras. El Barça fue superior de principio a fin. Jugó a lo de siempre, al fútbol, y salió ganando con la presencia de Keita, que lejos de ser un parche, aportó al equipo más fuerza y contención. Los culés perdieron algo de precisión, con más errores de lo habitual en la entrega, pero no concedieron contras, aspecto táctico en el que más estaban sufriendo. El planteamiento como visitante fue tener la pelota y atacar con más precauciones de lo normal, sin practicar su característico ataque total para no dejar espacios. Aún así, el Barça más cauto ya pudo marcar antes de la expulsión en cuatro ocasiones: dos de Villa, una de Xavi y otra de Pedro.

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Cristiano Ronaldo critica el planteamiento realizado por Mourinho contra el Barcelona: "A mi no me gusta jugar así, pero tengo que adaptarme"

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Una tángana al descanso en el tunel de vestuarios en el descanso acabó con la expulsión de Pinto, que tuvo una gran trifulca con Chendo y Arbeloa.

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El encuentro, calentado hasta la irresponsabilidad durante toda la semana, estuvo protagonizado por la bronca en lugar del espectáculo. Son demasiados clásicos seguidos y la temperatura se eleva en cada enfrentamiento, pero unos y otros no deben olvidar su responsabilidad como profesionales a los que muchos niños tratan de imitar. La pelea del descanso, precedida de varios rifirrafes, es inadmisible. Pinto (que cometió un error de bulto dejando a su equipo sin portero suplente) dio  una bofetada a Arbeloa, Chendo le cogió del cuello... La situación se les ha ido de las manos. Del Bosque tiene mucho trabajo por delante en el vestuario de la selección.

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Fue, junto a su línea defensiva, el más entonado del Real Madrid. Esta vez su actuación no sirvió para dar la victoria al Madrid, pero sí para evitar males mayores. Salvó al equipo hasta donde pudo con dos intervenciones decisivas. La primera al repeler con los pies un disparo cercano de Xavi, que remató un gran pase de Messi, y la segunda, la mejor, con una fenomenal estirada a un disparo de Villa al palo largo. Sacó una mano providencial y dejó el balón muerto en la cabeza de Pedro, quien no supo acertar en una posición forzada.

Dejando de lado el 'caso Pepe', Stark exhibió una tremenda carencia de unidad de criterio. No se puede decir que favoreciese a nadie, pero estuvo mal en general. Sacó tarjetas que no eran y dejó sin amonestar otras muy claras. Perdonó amarillas de manual a Ramos (que hubiese acabado expulsado) y a Busquets por manos intencionadas, dejó sin sanción a Lass por cortar una contra de Villa cuando enfilaba hacia la portería de Casillas, no quiso mojarse con un sospechoso pisotón de Marcelo a Pedro, picó en dos sobreactuaciones de jugadores culés, no sacó la roja a Chendo en la trifulca con Pinto y culminó la faena echando a Mourinho por protestar. Al alemán no se lo pusieron nada fácil, pero estuvo superado. 

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El alma del gran capitán del Barcelona es incuestionable. Tres meses sin jugar, nueva lesión hace diez días y reaparición de nota en otro partido de máxima exigencia. Y encima en una posición que no es la suya. Contagia al equipo con su sacrificio ejemplar. El defensor azulgrana fue un muro en lateral izquierdo. Frenó a Ronaldo, a Özil y a cualquiera que pisase su zona. Solidario, ordenó la defensa y arregló algún entuerto esporádico. Puyol estuvo seguro por arriba y por abajo, rápido en el cruce y espléndido en la anticipación. Sobresaliente.

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La gran sorpresa del planteamiento rácano del Madrid no fue su renuncia total al ataque, sino la incomprensible falta de intensidad y agresividad en la presión, precisamente lo que mejores resultados le había dado el pasado sábado. El equipo parecía reservarse en todo momento y nunca se supo para qué. ¿Presión arriba o no? Las órdenes no estaban claras. Si no, no se explica que los tres de arriba se desgastasen esporádicamente, haciendo la guerra por su cuenta (aspavientos de Ronaldo a sus compañeros incluidos). Además, los acompañantes de Xabi en el trivote se quedaban en tierra de nadie. Ni subían a tapar la salida del balón del Barça persiguiendo a Xavi a campo contrario, ni agobiaban la recepción de Messi en la zona de creación. Si bien Lass no tiene el recorrido ni el rigor táctico de Khedira, perdiendo más fácilmente la posición, no es excusa para que el equipo separase de nuevo sus líneas como el día del 5-0 en el Camp Nou.  

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