El Vaticano está blindado de arriba a abajo para albergar el cónclave. En Santa Marta, solo pueden observarse las ventanas cerradas a cal y canto de las habitaciones de cada cardenal elector. Se les han asignado por sorteo, y allí sufrirán los desvelos que implica elegir al mejor de todos ellos.
Los cardenales solo se han dejado ver un momento al salir de la misa pro eligendo Pontifice. Allí hablaban por última vez con personas ajenas al cónclave. Por la salida del Perugino, sacerdotes, monjas y otros invitados abandonaban el Vaticano tras el Extra omnes. Extramuros seguirán atentamente el resultado de las votaciones.
Sin embargo, no son solo muros y piedras lo que separa a los cardenales electores del resto del mundo: también está la tecnología, con inhibidores encargados de anular cualquier señal de los equipos de transmisión, incluidos los de los periodistas.