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'El vicio del poder': los locos años de Dick Cheney y los halcones de Bush

  • Se estrena la película de Adam Mckay por la que Christian Bale obtuvo el Globo de Oro

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Amy Adams, Steve Carell, Christian Bale, Sam Rockwell y Tyler Perry, protagonistas de 'El vicio del poder'
Amy Adams, Steve Carell, Christian Bale, Sam Rockwell y Tyler Perry, protagonistas de 'El vicio del poder'

En la mitología neoliberal, las relajadas políticas fiscales de la era Reagan tuvieron su origen en una servilleta. Durante una comida, el economista Arthur Laffer dibujó una curva que pretendía demostrar que el estado no recaudaría más subiendo impuestos, sino bajándolos para activar la economía. Laffer se lo explicaba a dos altos burócratas de la administración de Gerarld Ford: el expansivo Donald Rumsfeld y el oscuro Dick Cheney.

Es una historia casi cómica que el cineasta Adam Mckay no ha necesitado usar en El vicio del poder: su divertido y aterrador retrato de Dick Cheney ya está trufado de esa trágica ambivalencia entre lo absurdamente gracioso y sus horribles consecuencias. La película logró seis nominaciones en los últimos Globos de Oro, aunque finalmente solo se alzó con el de mejor actor para Christian Bale por su económica y solvente encarnación del taciturno Cheney: el hombre que, como vicepresidente, logró el poder omnímodo en la administración de George W. Bush (2001-2009).

El vicio del poder sigue siendo uno de los grandes aspirantes para los próximos Oscar, gracias también a la infalible Amy Adams como Lynne Cheney y a un Sam Rockwell cuyo parecido con George W. Bush es mayor que el del propio Bush ante un espejo.

Mckay, guionista seis años del Saturday Night Live, responsable de comedias como El reportero o Pasados de vueltas,  dio un giro a su carrera en 2015 con La gran apuesta, en la que repasaba vertiginoso,  casi aturdiendo con los datos, la crisis económica de 2007. Ahora da continuidad a su libérrima fórmula con una película que hibrida el biopic, la sátira, la denuncia política y el simple gag.

El vicio del poder muestra cómo Cheney era todo menos un proyecto de líder político. Un joven bandarra, sin carisma, sin inteligencia llamativa que, sin embargo, logró introducirse en el partido republicano en la era Nixon. Allí, bajo las enseñanzas de Donald Rumsfeld, descubrió su verdadero talento: una perfecta capacidad para medrar y esquivar las puñaladas de sus colegas.

La fortuna de la invasión de Irak

Cheney solo dejó la política en los años 90, durante la era demócrata de Clinton, para dirigir la empresa petrolera Halliburton: una de las grandes beneficiadas de la invasión de Irak de 2003 en busca de unas inexistentes armas de destrucción masiva. El vicio del poder se recrea en cómo la administración retorció la realidad hasta identificar el 11-S con Sadam Hussein, y traicionó las leyes para permitir la tortura en Guantánamo.

La película es una sátira en la que, por ejemplo,  los continuos infartos de Cheney se convierten en un running gag.  Solo asoma su humanidad como padre, cuando renuncia a una carrera presidencial para proteger a su hija homosexual de los previsibles ataques de otros candidatos republicanos. Unos miramientos que no tuvo su otra hija, Liz Cheney (actual congresista) cuando afirmó públicamente que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer.

Al recoger el Globo de Oro, Bale agradeció el premio a “Satanás” por su “inspiración para representar este papel". De aquí a la ceremonia de los Oscar, El vicio del poder promete mucho salseo político. Aunque una debilidad de la historia, ajena a la película, es que los desbarres de la administración Bush palidecen ante el actual Washington. Eso, por supuesto, será otra historia.