Enlaces accesibilidad

Diez años sin el amigo Rafael Azcona

  • La Academia de cine homenajea al gran guionista de la historia del cine español
  • Calos Saura, Fernando Trueba o José Luis Cuerda recuerdan su figura

Por
Foto de familia al finalizar el homenaje que la Academia de Cine ha rendido a Rafael Azcona.
Foto de familia al finalizar el homenaje que la Academia de Cine ha rendido a Rafael Azcona.

David Trueba lo llama la Universidad Rafael Azcona. Eran las interminables sobremesas en las que se hablaba de todo lo mundano y un poco de cine. Y que nadie quería jamás que acabasen. “Una vez me dijo: creo que ya debes saber el sentido de la vida. ¿Quieres saberlo? El sentido de la vida es el desayuno”, dice Trueba mientras todos ríen.

Todos son amigos, colaboradores, directores, actores, y algún familiar. Están reunidos en la sede de la Academia de Cine para homenajear al gran guionista del cine español, Rafael Azcona, fallecido en marzo de 2008. El mosaico de sus testimonios dibuja un perfil anguloso: irónico, divertido, sabio, lúcido, humilde y hasta trágico. Pero, sobre todo, añorado.

José Luis Cuerda (al que Azcona firmó La lengua de las mariposas o El bosque animado), sentimental y emotivo, recuerda la definición que el guionista hizo de su oficio: “Azcona decía que los guionistas eran las putas del cine porque trabajaban para dejar satisfecho a quién pagaba. Pero nunca aceptaba un encargo con el que no comulgara totalmente”, dice el director.

José Luis García Sánchez, tal vez el gran amigo de Azcona, revindica al autor. “Rafael es uno de los grandes autores dramáticos más importantes de la lengua española en la segunda mitad del siglo XX. Eso debe estar en los libros de texto. Es un literato solo comparable con Valle-Inclán o Cervantes".

Carlos Saura, que le conoció en Ibiza “tratando de ligar como un poseso”, rebaja los elogios y vuelve al hombre. “Tanto como Cervantes... No exageres. Era un guionista extraordinario y una persona más compleja de los que se dice. Era divertido, pues sí, pero también profundo y muy sentido. Tenía una vida más complicada, a veces atormentada. Tampoco hay que olvidar que era hijo predilecto de Marco Ferreri (para el que escribió El pisito). Tenía una admiración exagerada por Ferreri, era como su súbdito. Y la marca de Ferreri está en las películas que Azcona hizo con Berlanga”.

David Trueba recoge el guante. “Discrepo con mi admirado Saura. El que más perdió en la ruptura fue Marco. Y no hay más que comparar las películas posteriores de los dos”, explica. “Destacaría que Azcona carecía de trascendencia. Se quitaba importancia. Decía: las películas son de los directores, lo que no entiendo es que insistan tanto en repetirlo”.

Manuel Vicent, hablando en prosa, rememora cuando se plantó en el Café Comercial para conocer a ese joven humorista de La Codorniz. “Entré y vi a un tipo repanchingado, con una servilleta en la cara que parecía estar durmiendo la siesta. Y calzaba unos zapatos rudos de andar mucho por el barro. Los zapatos siempre han definido a Azcona: venían diseñados para no pisar ninguna mierda ni meterse en ningún charco”.

Informe Semanal - Rafael Azcona: El genio discreto (2008)

Vicent ilustra el amor del Azcona por lo costumbrista. “En la Ibiza prehippie, montando en bicicleta durante una noche estrellada, tuvo la bajeza de contemplar las constelaciones y se dio un costalazo. A partir de ahí prometió dejar las constelaciones arriba y dejar la metafísica a la altura de las hormigas”.

Fernando Trueba leyó la palabra escrita de Azcona con cuatro poemas que resumen la irónica y apesadumbrada sabiduría del guionista, como el titulado "Evidenicia": No hay cojones. Nos moriremos sin saber el nombre exacto de las cosas. O sea, sin enterarnos de nada.

Otra evidencia, que no contradice el amor y sinceridad de sus amigos, la recordó Vincent. “Un acto como este Azcona no lo hubiera tolerado. Ahora, que bien fluyen los elogios sobre la piel resbaladiza de los muertos”.