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The Alan Parsons Project desafía a la tormenta y convence con sus clásicos

  • El concierto en el Botánico de la Complutense comienza con toda potencia
  • Una tromba de agua obliga a parar el espectáculo a la mitad
  • El público aguanta entusiasmado y el grupo responde con su mejor música
  • El sonido perfecto y los recursos musicales logran superar algunas grabaciones

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Imagen de archivo de un concierto de la banda The Alan Parsons Project, en Las Palmas de Gran Canaria el pasado 20 de abril.
Imagen de archivo de un concierto de la banda The Alan Parsons Project, en Las Palmas de Gran Canaria el pasado 20 de abril.

La lluvia siempre ha sido un elemento romántico en el arte. Enfatiza los sentimientos, potencia la energía, cala en la sensibilidad humana y puede convertir el ambiente en absolutamente mágico. La noche del jueves,  la tormenta logró hacer del concierto de The Alan Parsons Project algo inolvidable.

Pero no hay que desmerecer el resto de los elementos. Siguiendo con la ambientación, un lugar: el jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid, con su frescura y encanto, repleto de refugios improvisados de sequedad. Y, por supuesto, una música que calaba más que la lluvia, que sonaba perfecta, y un grupo que lo dio todo en el escenario, aguantando hasta el final a pesar de las dificultades para terminar de conquistar a un público totalmente entregado.

No hubo muchas sorpresas.  Al menos en el track list, la misma (inicialmente) que en el último concierto en Valencia. Arrancan motores y comienza a sonar “I Robot”, canción que da nombre al segundo disco del grupo británico. Ningún otro tema podría haber anticipado mejor una noche de ciencia ficción que aquella basada en la novela de Isaac Asimov.

P.J. Olsson pone voz a “Damned if I do”, mientras Alan Parsons permanece, como de costumbre, en su trono elevado al final del escenario con su guitarra acústica. Toma protagonismo justo después para cantar uno de los clásicos, “Don’t answer me”, acompañado de unos fantásticos coros y de un solo de saxo capaz de transportar a otra dimensión.

Rock progresivo en directo

Y no es que en directo el grupo pueda sonar mejor o peor que en los discos, es que no se privan de incorporar en sus actuaciones ningún elemento que haya resultado necesario en las grabaciones, bien sean los elementos de orquesta o unas simples castañuelas, adaptados en el escenario gracias a los instrumentos y los sintetizadores, como es en el caso de “Time”, el lento preludio perfecto para dar paso a “Psychobabble”, cantada esta vez por el saxofonista.

Porque, si algo caracteriza a Alan Parsons, es su ingeniería de sonido poco convencional, capaz de recrear en un momento el sonido de las burbujas del mar, al igual que sonaría en el estudio de grabación.

La voz, como si fuera una pelota, se la van pasando de unos a otros. Le llega el turno al guitarrista para cantar “I wouldn’t want to be like you”, y toma el relevo el otro guitarrista con “Days are numbers”, una canción que bien podría sonar como parte de la banda sonora de una película, en una escena en la que los dos amantes protagonistas se encuentran separados y sufren en su soledad con el dramatismo propio de los años 80.

Llega el momento más intenso, el turno de “The turn of a friendly card”, es decir, el revés de una carta amiga, con el azar sobre la mesa. Es el tema más largo y está dividido en varias partes. Lo introduce el sonido de orquesta, con flauta y la voz de P.J. Olsson y suena mágico. Avanza rockero hasta un tono más medieval mientras Alan vuelve a poner sus cuerdas vocales a su servicio.

Los relámpagos comienzan a vislumbrarse en el negro y tupido cielo, acompañando a los acordes de apocalípticos truenos. Y justo en el momento más álgido de la canción, la carta del azar se da la vuelta y comienza a caerse el cielo sobre el público. Una tromba de agua obliga a desalojar las gradas y los asientos en busca de refugio al compás del final más épico que puede tener una canción.

Resurrección ante el público

Por supuesto, no todo el mundo era fan de la lluvia igual que lo era de Alan Parsons, y la gran mayoría acabaron completamente calados. Para algunos, la experiencia ya había valido el concierto entero, a pesar de la incertidumbre de si podría continuar o si no. Algunos se fueron tras un largo interludio obligado por la tormenta. Se hacía tarde, pero la gran mayoría aguantó.

Finalmente, ya cerca media noche, desde la guarida de cada espectador (había que aprovechar debajo de las gradas, bajo los tenderetes e incluso volver a la entrada del recinto), se escuchó a lo lejos el sonido de una guitarra, y las luces volvieron a encenderse.

La lluvia dio un respiro y el grupo había vuelto al escenario. Estaba dispuesto a todo. El público también, por eso no volvió a sus asientos y prefirió quedarse en pie para corear, aplaudir y alzar sus manos más fuerte que nunca. Como era ya típico en los conciertos de Parsons en España, sonó entre el gentío el famoso “Oé oé oé oé”, clásico en las convenciones deportivas.

La resurrección tras el apocalipsis temporal se encarnó en “Sirius”, justo antes de la canción más popular, la que todos estaban esperando: “Eye in the sky”, una mirada en el cielo que poco a poco se iba aclarando. El ánimo con que la recibieron era, sencillamente, indescriptible.

“Me encantaría tocar toda la noche, pero solo nos quedan diez minutos”.  Parsons, que había salido de su habitual zona posterior en el escenario para acercarse a la gente en varias ocasiones, agradeció la paciencia y las ganas de su público. Le quedaba poco tiempo, el mismo que a la Cenicienta, por normativa del Ayuntamiento, aunque se tomó la licencia de tocar algo más de lo permitido ya que la noche había sido, en definitiva, especial.

Los últimos temas que sonaron fueron “(The system of) doctor Tarr and professor Fether”, inspirado en un relato de Edgar Alan Poe y “Games people play”, que llegó a sonar incluso mejor que en el propio disco, llamado igual que la canción anterior "The turn of a friendly card". Entre aplausos y con la promesa de volver el año que viene a cantar las canciones que quedaron pendientes, algunos espectadores echaron de menos algunas de sus canciones preferidas. Sin embargo, el balance de la calidad y de la experiencia de esa noche se extendió en los comentarios de la gente a la salida del recinto como más que bueno, definitivamente, inolvidable.