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'Nosotros no nos mataremos con pistolas' sino con algo mucho peor

  • En esta obra teatral cinco antiguos amigos repasan sus vidas en una incómoda cena
  • Dirigida por Víctor Sánchez y con Toni Agustí, está en el Lara hasta el 30 de marzo
  • Se trata de un drama con tintes de comedia y giros inesperados

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Uno de los momentos de la obra 'Nosotros no nos mataremos con pistolas'
Uno de los momentos de la obra 'Nosotros no nos mataremos con pistolas'

Hay armas mucho más potentes que las pistolas, que matan lentamente, desgastan la vida y la moral humana. La frustración es una de ellas, es la que sufren los cinco personajes de Nosotros no nos mataremos con pistolas, cinco amigos que se reúnen después de cinco años en los que la vida ha dado demasiadas vueltas, y no para gusto de todos.

Tan solo hace falta una casa, en el pueblo donde crecieron, y una cena, para desvelar lo que hay detrás de sus aparentemente cómodas vidas, algunas de éxito, como la del escritor o la empresaria, otras sencillas pero familiares, y otras con buenas nuevas como los nacimientos futuros. Pero en esta obra, que se representa en el Teatro Lara de Madrid hasta el 30 de marzo bajo la dirección de Víctor Sánchez Rodríguez y protagonizada por Toni Agustí, nada es lo que parece.

Precisamente porque la procesión va por dentro. Pero es una procesión que comparte una generación entera, la de los nacidos en los años 80, los que crecieron creyendo que podían soñar con un futuro por el que merecía la pena pelear y que sin embargo se toparon con el muro de la resignación y el “es lo que hay”.

Galardonada por el Sindicato de Actores del País Valenciano (AAPV) y premio del público en el Festival Escènia, la obra reflexiona sobre una generación nacida en los 80, los llamados "millenials", que crecieron como futuras grandes promesas para sus familias, educados en el éxito profesional y el individualismo, jóvenes que intentan salir del bache de la precariedad y de la incertidumbre.

Una reflexión sobre la sociedad de consumo

Escrita también por Víctor Sánchez Rodríguez, la obra invita a la reflexión sobre los valores actuales, de la sociedad de consumo, la productividad laboral y el individualismo. Los diálogos, muy distintos en cada personaje pero especialmente remarcados en Miguel (Toni Agustí), el escritor que describe poéticamente su drama y el de todos, pueden llegar a ser abrumadoramente sinceros.

No hay un momento igual a otro en toda la función. No importa que sea una misma escena, la división marcada de los actos lleva a un cambio y una evolución de no retorno tanto en los personajes como en las elipsis temporales que hay y que mantiene el interés a lo largo de todo el argumento.

Miguel y el resto de estos amigos, interpretados por Román Méndez de Hevia, Laura Romero, Lara Salvador, Bruno Tamarit y Silvia Valero, serán pequeños espejos donde pueda verse el espectador, inquieto y quizá algo incómodo por la situación, que parece ser uno más del grupo. En ellos podrá ver sus propios fantasmas: el ego, el despecho, la incertidumbre o la pérdida de sus propios valores.

Y a pesar de todo, no querrá irse, sino saber más de esos pobres diablos. A pesar de la intensidad de las acciones de esta dramedia, del peso del pasado, se sentirá cómodo y querrá más y eso es lo que hace de ésta una obra que merece la pena ver.

El montaje, que se estrenó en Valencia en 2014, ha recibido tres premios del Sindicato de Actores del País Valenciano y el Premio del Público en el Festival Escènia, además de haber pasado por el Frinje Festival de Madrid.