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El documental social, un grito inacabado que aún crece en el Reina Sofía

  • El Reina Sofía indaga en la constante reinvención del documental
  • La muestra Aún no podrá visitarse entre los días 10 de febrero y 13 de julio
  • Incluye obras documentales de Volksfoto, Camerawork, Grama y 4 Cantons

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Ruth-Marion Baruch y Pirkle Jones, "Bobby Seale hablando con el puño en alto", 1968
Ruth-Marion Baruch y Pirkle Jones, "Bobby Seale hablando con el puño en alto", 1968

"El documental es movilización, pero si no hay poética no hay movilización,  no hay pensamiento, no hay ideología, no hay nada. El elemento poético es lo que moviliza todo lo demás", explica a RTVE.es Jorge Ribalta, comisario de la exposición Aún no. Sobre la reinvención del documental y la crítica de la modernidad. 

La muestra, que podrá visitarse en el Museo Reina Sofía entre los días 10 de febrero y 13 de julio, propone una aproximación a los debates que tuvieron lugar en los años 70 y 80 sobre el género documental como crítica del arte moderno y sus instituciones.

“El documental es un arte que surge en paralelo a las luchas sociales democráticas, por la justicia, por la emancipación de las clases trabajadores y que, en la medida en que esa emancipación es un proceso inacabado, el documental también es un proceso inacabado", argumenta Ribalta para aclarar el título de la exposición -Aún no-.

Poética desoladora de la desgracia, pero poética

En el Hamburgo de 1973, un grupo de fotógrafos politizados empiezan a publicar en la revista Arbeiterfotografie inspirados por la fotografía obrera alemana de preguerra. En pocos años surgieron colectivos de fotografía obrera en las principales ciudades de la entonces República Federal Alemana que reinventan las formas de autorrepresentación de la clase trabajadora de la posguerra, una producción que puede contemplarse en las dos primeras salas de la exposición.

Pero la ausencia de un background profesional en la ejecución de las obras podría hacernos plantear "¿En qué medida la fotografía obrera es mala fotografía?", pregunta que formula el comisario, y su respuesta es inmediata: "Yo creo que hay una poética y hay muy buena fotografía dentro de la fotografía obrera”. La permanencia del resultado, así lo convalida. Y está presente por ejemplo en la instalación de Dieter Hacker, presente en la muestra, con fotografías anónimas recogidas de la basura.

La narración materializada en pintura, fotografía, cartelismo o el cine, convive con el propósito instrumental del discurso y con la naturaleza artística del objeto narrativo.  Uno aporta convicción y la otra seducción. El documental revela, pero su factura artística extiende esa revelación hasta el otro lado del espejo, convirtiéndola en un ideal, inmortalizándola; en virtud de la poética, cuya presencia defiende Ribalta y Aristóteles explicó hace siglos.

La esencia de esa poética es lo que da razón y a la vez está en juego, por inacabada; en consonancia con el espíritu de la exposición. “El paralelismo entre los años 20 y 30 frente a los 70 y 80 es que ambos son, en mi opinión, momento de cambio de paradigma. Quizá ahora también estemos en un momento de cambio de paradigma documental”, apunta Jorge Ribalta, y añade: “Existe una necesidad permenente de establecer vínculos entre la práctica artística y la práctica social, unos vínculos que hay que reinventar cada vez”.

Sentir y expresar, un acto global

La muestra atraviesa las épocas y las geografías del descontento hasta hoy. Detalla la necesidad de contar al mundo el pequeño o gran infierno que las crisis del capitalismo desencadenan sobre la masa social.

“Toda la iconografía de la desigualdad y la pobreza que es la iconografía que históricamente produce el documental, tiene una gran actualidad. Hoy asistimos al hundimiento de un cierto estado del bienestar construido en la posguerra, y esta exposición nos genera una identificación poderosa porque también estamos viendo representaciones de la crisis de los 70”, argumenta Ribalta.

La repercusión internacional de la fotografía obrera alemana vino de la mano de los ingleses Jo Spence y Terry Dennet, sobre todo tras asumir la dirección de la Half Moon Gallery de Londres. Desde ella iniciaron la revista Camerawork, foro crítico de la cultura documental politizada anglosajona.

Del obrero al luchador urbano

La segunda parte de la exposición examina otras prácticas documentales. Las diferencias geopolíticas del sistema mundial se planteaban como una oposición entre el primer y el tercer mundo.

En 1968, la pareja de fotógrafos Ruth-Marion Baruch y Pirkle Jones, realizaron un extenso reportaje para explicar el movimiento del Partido de los Panteras Negras, organización creada para la autodefensa de la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Su reportaje mostraba una cercanía humana para contrarrestar la percepción social negativa que promovieron los medios de comunicación de la época.

También están presentes el apartheid en Sudáfrica, en las obras del colectivo Afrapix y la revista Stafrider, o la cobertura de los procesos de insurgencia popular en Nicaragua y El Salvador a través del trabajo de Susan Meiselas. Y en España, el eco del movimiento vecinal barcelonés de los primeros 70 en las revistas 4 Cantons de Poblenou y Grama, de Santa Coloma de Gramanet.

La tercera parte de la muestra, enlaza con la versión más reciente del que se resiste a sucumbir a crisis desencadenadas por el sistema. Nuevos movimientos sociales, nuevas formas de lucha urbana, y la confluencia de las antigas formas de expresión y las posibilidades de una tecnología al alcance de todos. La suma, es la descripción general de un proceso que aún no ha acabado: "Todo eso es constitutivo del documental y no se puede simplificar, es todo eso, es intervención, es comunicación, es conocimiento. Esa es la fuerza del documental", recalca el responsable.