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Una exposición reivindica el espíritu libertario de la revista 'Ajoblanco'

  • La ha presentado esta martes su fundador, Pepe Ribas
  • 'Ajoblanco' es una de las publicaciones más recordadas de la transición
  • Podrá verse en Madrid, en el Conde Duque, hasta el 21 de septiembre

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Algunas portadas de la revista 'Ajoblanco'
Algunas portadas de la revista 'Ajoblanco'

Todavía hoy, quince años después de la publicación de su último número, la añorada revista Ajoblanco simboliza la lucha por conseguir una sociedad mejor; por el cambio a través de la cultura y la educación. Y es que esta mítica publicación fue uno de los medios más importantes de la transición y de los primeros años de la democracia. Una revista en la que colaboraron grandes firmas y que ahora recordamos gracias a una gran exposición, La revista Ajoblanco: Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999), que podrá verse en Madrid, en el centro cultural Conde Duque, hasta el 21 de septiembre.

Una exposición que ha sido presentada esta mañana por el fundador de la revista, Pepe Ribas, que en 1973 apenas era un estudiante. “Ajoblanco fue un auténtico revulsivo para la cultura española en una época en la que estábamos aislados del mundo –asegura Pepe-, tanto las fuerzas franquistas como las que iban contra el régimen eran muy autoritarias y buscamos abrir una tercera vía inspirada por la contracultura norteamericana, las publicaciones underground europeas, la nueva literatura, el rock y el pensamiento libertario”.

Teníamos el sueño de lograr cambiar el mundo mediante las ideas -continúa Pepe-. Y gracias a todos esos movimientos culturales el cambio parecía posible”.

“Por eso montamos la revista a través de colaboraciones, muchas veces desinteresadas –comenta Pepe-. También organizamos todo un movimiento cultural a su alrededor por medio de colectivos de cine, literatura, educación sexual... Por ejemplo, para la gente que hacía cine sin dinero y no podía mostrar sus films,  montamos pequeños festivales en los que pudieron verse, creo que por primera vez, las películas de Pedro Almodóvar”.

“Porque lo más importante de esta revista es que logramos formar un colectivo, un universo alternativo, que aglutinó las inquietudes de una generación con ansias de conocimientos pero sin maestros –asegura Pepe-. Esa primera etapa, Ajoblanco (1974-1980) fue un proyecto colectivo en el que participaron miles de lectores que también llenaban las páginas de la revista, que llegó a vender 100 mil ejemplares”.

La exposición

La exposición que puede verse en el Centro Cultural Conde Duque abarca las dos etapas de la revista Ajoblanco (1974-1980 y 1987-1999). Y en ella se puede comprobar la evolución de la revista a través de 210 publicaciones originales de esas dos épocas, con maquetas, objetos, fotografías de gran formato, portadas de la revista y videoproyecciones. Además, entre el 28 de mayo y el 19 de junio la muestra se completará con una decena de charlas y debates gratuitos sobre la publicación.

“Hace mucho tiempo que quería hacer una exposición de este tipo – confiesa Pepe- y por fin el Ayuntamiento nos lo ha propuesto, con la impagable ayuda de Valentín Roma, que ejerce de comisario y ha dividido la exposición en las dos épocas de la revista”.

“En la primera época, a caballo entre el final de la dictadura y el inicio de la transición democrática reflexionamos sobre la autogestión, la libertad de educación o la apretura sexual. Mientras que durante la segunda etapa fue un magazine más profesional convertido en un faro crítico sobre la sociedad española y que también nos permitió dar a conocer otras culturas”.

De su tremendo capital cultural hablan sus firmas: Allen Ginsberg, José Luis Sampedro, Roberto Bolaños, Eugenio Trías, Tereci Moix, Rosa Regás, Rosa Montero o Fernando Arrabal (del que publicaron una fotografía desnudo que él mismo les remitió).

El nacimiento de ‘Ajoblanco’

“En enero del 73 una pandilla de jóvenes con inquietudes convocamos una exposición poética en la facultad de derecho de Barcelona –asegura Pepe-. Una semana más tarde unos quinientos poemas cubrían las paredes del centro. A finales del verano de ese mismo año nos reunimos para pensar en la futura revista, y la joven mujer de un torero sin suerte nos cocinó en su pequeño restaurante de Málaga, el plato típico de su pueblo, el Ajoblanco. Y nos gustó el nombre porque era una sopa “popular” y el ajo pica y repite, lo que venía muy bien para la ideología de la revista”.

“Como contaba antes –asegura Pepe-, con la publicación de los primeros números descubrimos que no estábamos solos, que había toda una generación de lectores descontenta con la represión franquista y los dogmas de nuestros hermanos mayores acerca de cómo luchar por la libertad. Y la implicación de los lectores fue fundamental. Aparte de que hicimos numerosos encuentros callejeros, viajes, convivencias comunales… más que una revista fue casi un movimiento social”.

“Unimos la creatividad de los fotógrafos, poetas, escritores, filósofos… con una especial atención al mundo de las ideas y de los valores. Fue un cambio tremendo porque creo que ayudamos a varias generaciones a romper con la represión, a ser más pluralistas, a buscar nuevos caminos de expresión, de intercambio y de debate. Es una pena porque creo que ahora hemos vuelto un poco a esa represión y que en lo esencial los españoles no hemos cambiado, nos cuesta escuchar a los demás”.

Del miedo al éxito y finalmente al cierre

“Curiosamente durante los dos primeros años de la revista no tuvimos ningún problema con la censura franquista –asegura Pepe-. Pero en marzo de 1976 hicimos un número especial dedicado a las Fallas, reivindicando la fiesta de primavera pagana. Aquello causó una gran conmoción y suspendieron la revista durante cuatro meses. Incluso recibimos amenazas de bomba y tuvimos que escondernos en Menorca durante el verano”.

“Entonces redescubrimos a Durruti, al mensaje  cultural y social del anarquismo español anterior ala Guerra Civil. Y nos replanteamos nuestro contenido. Y unos meses después, en 1977, llegamos a vender 100 mil ejemplares”.

“Después llegaron los pactos de la Moncloa, el terrorismo de Estado y la nueva Constitución –afirma Pepe-. Fue entonces cuando nos desligamos de los nuevos partidos políticos y denunciamos las carencias democráticas de la transición. Porque los políticos destruyeron la sociedad civil hasta ser los únicos con poder para controlar a la sociedad. De forma que en los últimos años se ha creado una ruptura casi total entre la clase política y la sociedad a la que deberían servir. No se cumplieron las expectativas de una sociedad que quería más libertades y autogestión porque los políticos tuvieron miedo de que la sociedad se fragmentara de nuevo, como pasó con la República y coparon el poder. Fue un momento de gran decepción”.

“Y nos metieron en el mundo del dinero y la cultura subvencionada. Si eras su amigo te daban dinero y si protestabas te asfixiaban económicamente. Mucha gente lo denunció pero no se puso remedio. Finalmente, en 19890, Ajoblanco fue víctima de esa desilusión de la gente en la posibilidad de verdaderos cambios y de la brutal crisis económica.”.

La segunda época de ‘Ajoblanco’

“El segundo Ajoblanco (1987-1999) pretendía globalizar y democratizar la cultura, despertando el interés de los lectores por otros pueblos –asegura Pepe-. También denunciar la corrupción política, combatir el autoritarismo y defender la democracia. Fuimos muy críticos con el gobierno en temas como la OTAN o el SIDA. Pero nuestro principal interés era ser la mejor revista cultural en castellano; descubrir nuevos movimientos como la cultura Tecno y dar a conocer otras culturas como la árabe, la asiática o la de los países del Este de Europa. Fue una revista pionera en muchas cosas”.

“Queríamos hacer una revista cosmopolita, hablar de las grandes ciudades contemporáneas y de los grandes temas internacionales, como las consecuencias de la caída del muro o el Fax de la libertad, que fue una iniciativa llevada a cabo por grandes medios de comunicación europeos para apoyar al pueblo chino a raíz de los sucesos de Tiananmen. Nos unimos todos y mandamos miles de faxes logrando bloquear casi todos los faxes comerciales de China”.

“Durante esos casi veinte años de publicación Ajoblanco contó con más de 3.000 colaboradores, incluyendo a grandes periodistas, escritores, pensadores y fotógrafos. También era una revista muy creativa que marcó estilo en cuanto a la maquetación; y un magazine de tendencias como no se ha vuelto a ver. Fuimos una escuela de nuevos periodistas y gestores culturales”.

En cuanto a la situación actual y futura, Pepe Ribas asegura que “Hace falta una cultura crítica independiente y bien elaborada. No crear la cultura para venderla sino para que ayude a mejorar la sociedad, la educación y la democracia creando un nuevo sistema que permita un marco político social y económico más justo”.

Los indignados abrieron un nuevo camino –comenta Pepe- y estamos en un proceso de cambio, de apertura. Y esta vez no podemos fallar, porque llevamos 30 años estancados y debemos evolucionar. Por eso el espíritu de Ajoblanco es más necesario que nunca, porque las circunstancias lo exigen. Hay que seguir agitando a esta sociedad desde la cultura”.

"Creo que ese espíritu libertario de Ajoblanco nunca morirá y espero que algún día la revista vuelva a resurgir. De momento mañana viviremos otro hito histórico, su salto a internet a través de www.ajoblanco.org. La cultura libertaria tiene que estar presente, queremos recuperar el activismo más que el papel, aunque también habrá papel", anuncia Ribas, que busca además una institución que pueda acoger y poner a disposición de los lectores el archivo y el saber "enciclópedico" de esta revista.