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Gilbert Shelton, maestro del "underground":Me levanto pensando en música no en cómics

  • "Soy más lento dibujando pero continuo con los Freak Brothers y 'Not quite dead'"
  • Su sueño es "Hacer una película de animación de los Freak Brothers"

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Gilbert Shelton en el Salón del cómic de Barcelona
Gilbert Shelton en el Salón del cómic de Barcelona

El veterano dibujante Gilbert Shelton, pieza clave del "underground", mantiene a sus 72 años la inequívoca apariencia de un tejano de pura cepa, pero hace tiempo que este agitador que ahora prefiere la música a las viñetas, reside en Francia, país donde se siente mucho más respetado por su trabajo.

La atrabiliaria figura de Shelton (Houston, 1940), creador de tiras como los "Fabulosos Freak Brothers" y su gato Freddy, es habitual en citas en torno al cómic, donde siempre son bienvenidas las viejas leyendas con anécdotas que contar, como se ha visto estos días en el Salón de Barcelona, que no pisaba desde hace ocho años.

"Ahora dibujo mucho más lentamente que antes, pero continúo con los Freak Brothers y con "Not quite dead" ("No muertos del todo)", explica en una entrevista a Efe en referencia a la serie de narraciones cortas que mantiene junto al historietista francés Pic sobre un grupo de rock en decadencia, que siguen apareciendo en diversas publicaciones de todo el mundo.

Tampoco ha abandonado la producción de "Superserdo" (Wonder Wart-hog), la parodia protagonizada por un marrano de pocos sesos con ínfulas de superhéroe que se mantiene igual de corrosiva desde que Shelton la comenzara a publicar en 1959 y que le aupó como uno de los nombres más relevantes de la contracultura en los sesenta.

"Mi agente en Estados Unidos me pide cada dos por tres que haga algo nuevo de mis personajes clásicos, pero me lo tomo con calma", asegura el dibujante con parsimonia.

De momento, un proyecto en marcha, a la espera de encontrar financiación definitiva, es una película de animación de técnica "stopmotion" de los Freak Brothers, serie que hasta en ocho ocasiones se ha intentado llevar al cine con actores, sin llegar a buen puerto, quizás porque su humor creado para diarios de izquierdas eran difícilmente adaptable.

"Cada vez los derechos han revertido en mí y he podido volver a venderlos", se felicita con sorna.

Pero a pesar de que los cómics han sido su vida y le han dado de comer y fama, cuando se despierta en su casa del barrio de la Bastilla de París, donde vive con su mujer, agente literaria, piensa antes en su pasión por la música que en sentarse a dibujar.

"Me encanta tocar el piano, la música popular de los cincuenta, el jazz, el rithm and blues; me levanto pensando en una canción", reconoce con tono entrecortado y casi oculto bajo el ala del sombrero con el que suele aparecer en muchos de sus actos públicos.

Asegura leer algún que otro cómic francés, "sobre todo para mejorar el idioma", y de humor, "pero nada de superhéroes o de acción; la verdad es que hace tiempo que no soy un gran aficionado".

Con quien sí está en contacto es con su compatriota Robert Crumb, otro ermitaño emigrante en Francia, compañero de generación con el que suele viajar de vez en cuando a algún evento de cómic, y de quien asegura es su autor favorito.

Shelton no cree que ni él ni Crumb practiquen un género de humor a secas, aunque muchas veces su obras sean tomadas como comedias por lo surrealista de sus situaciones.

De España -vivió un tiempo en Barcelona por lo que chapurrea un poco el castellano- tiene buenos recuerdos, entre ellos de la obra de Kim, autor de Martínez el Facha.

"Me parece más divertida aquella generación, la de la revista El Víbora, donde conocí a Gallardo, Mediavilla, Nazario, Max...", rememora acordándose también de Josep Maria Berenguer, el fallecido editor de La Cúpula, "un gran amigo" con quien solía irse de farra en sus estancias en la capital catalana.

De hecho, Shelton acompañó en una ocasión a Berenguer en un viaje a México para encontrar editores para sus publicaciones. "No lo consiguió, los mexicanos eran muy conservadores", recuerda sobre aquel viaje en el que se alojaron en un hotel que luego se vino abajo poco después en un terremoto.

"Aquella fue mi última visita a México, ahora me da miedo ir por la violencia que existe en torno al tráfico de drogas", subraya.

Es quizá la seguridad que se respira en Europa y el respeto que el mundo de la cultura, que especialmente Francia ofrece a los autores del cómic, lo que le mantienen en este lado del Atlántico.

"En Estados Unidos, si algún conocido que no ha seguido mucho mi carrera me pregunta a qué me dedico, aún digo que estoy en el negocio editorial, sin concretar", bromea.

Tampoco es muy optimista con la situación política de su país, ni se deja atrapar por el resplandor que parece cegar a muchos europeos sobre la figura Barack Obama.

"En general, los americanos son muy conservadores y Obama es poco más que un político de centro", define sin mucha reverencia.