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Todos los caminos de la crisis llevan a Merkel

  • La canciller alemana podría verse forzada a dar un giro a su política
  • Su empeño en exigir la participación privada exaspera a los mercados
  • Su postura de declarar la quiebra parcial de la deuda griega gana enteros
  • La reeestructuración griega o la integración fiscal, posibles soluciones

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La canciller alemana, Ángela Merkel, podría verse forzada a dar un giro de 180 grados en su política respecto a la crisis en la eurozona después de que el contagio de Italia haya colocado a su Gobierno bajo una fuerte presión tanto en casa como en el resto de Europa.

Las palabras del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en las que pide a los "más poderosos" en la zona euro que asuman sus responsabilidades y la convocatoria urgente de una cumbre de jefes de Estado y Gobierno de la eurozona para el próximo viernes pese a las reticencias germanas la sitúan en el ojo del huracán.

Hasta ahora, la postura de Berlín se resume en las palabras de su ministro de Finanzas, Wolfgang Schaüble, que tras la reunión de ministros del economía del eurogrupo este lunes no dudó en asegurar que no había prisa para aprobar el nuevo tramo de ayuda a Grecia y que éste recibiría la luz verde en septiembre.

Dos opciones

Ahora, los analistas coinciden en que la posición de Italia y España al borde del precipicio de un rescate por el contagio de la crisis griega coloca a Alemania ante la elección entre dos opciones que nunca ha deseado: una mayor integración fiscal para apoyar a Grecia y a otros países en problemas o forzar una severa reestructuración de la deuda griega.

La primera opción es la que muchos desean como la más adecuada, pese a que se encuentra con una fuerte resistencia dentro de Alemania, que se inclina por una variación de la segunda.

En este sentido, su tesis para lograr una sustancial contribución de los acreedores privados al rescate de Grecia declarando una quiebra selectiva gana puntos en Bruselas.

Quiebra selectiva

Según ha informado el ministro holandés de Finanzas, gran aliado de Alemania, los titulares de Finanzas del euro han dado "un paso adelante en ese sentido" durante la reunión que mantuvieron el pasado lunes en Bruselas, al "romper" esa "difícil" contradicción y determinar que el impago "ya no está excluido".

Este plan, defendido por Alemania, Holanda y Finlandia, gana fuerza pese a la oposición del Banco Central Europeo, que ha insistido en que debe evitarse a toda costa la declaración de quiebra parcial de la deuda griega, por considerar que tendría unas consecuencias para la economía mundial peores que la caída de Lehman Brothers e incrementaría el riesgo de contagio a otros países.

Sin embargo, la frustración de otros miembros de la eurozona con la postura alemana de  insistir en que los inversores privados compartan la carga de un segundo  paquete de rescate a Grecia estallaba este lunes en la reunión del  eurogrupo tras llevar gestándose durante semanas.

En una carta abierta al presidente del eurogrupo, el primer ministro  griego, Yorgos Papandréu, criticaba indirectamente a Merkel al pedir un  "liderazgo fuerte y visionario europeo" frente al "tacticismo político" pensado para calmar al electorado local.

Las negativas de Merkel

Es la gota que colmaba el vaso, porque las reticencias de Merkel han marcado la lenta respuesta europea en cada uno de los pasos de la crisis de deuda.

La canciller ha sido reticente a rescatar primero a Grecia, luego a  Irlanda y finalmente a Portugal, pese a decir que haría todo lo  necesario para salvar al euro.

Ahora salvar la moneda única requiere un esfuerzo cuantitativa y  cualtitativamente mayor: un posible rescate a Italia y a España, la  tercera y la cuarta economía de la eurozona, respectivamente, algo  inasumible con la dotación actual del fondo de rescate.

De hecho la propia Merkel se resistió hasta el final cuando el eurogrupo se encontró en una posición igualmente crítica en mayo de 2010 y el resto de líderes exigía la creación del fondo de rescate, algo a lo que finalmente terminó accediendo.

"Merkel no tiene que ganar nada políticamente permitiendo que la eurozona se rompa", ha asegurado una fuente oficial cercana a la canciller.

Decepción en Alemania

Mientras, en la propia Alemania la desilusión con la visión de la crisis de Merkel también aumenta.

En privado miembros de su propio partido y sus socios de coalición confiesan que son conscientes de que se hace necesario un nuevo enfoque, aunque la división entre si ese enfoque es la reestructuración de la deuda griega o una mayor unión fiscal sigue presente.

"En este momento estamos tratando de ganar tiempo en la esperanza de evitar un contagio a otros países débiles", ha declarado un diputado del partido de Merkel.

"La verdad es que para Grecia lo que estamos buscando realmente es el lugar adecuado para estrellar en avión. No debería ser en una ciudad, mejor en el campo", decía metafóricamente.

La participación del sector privado en el rescate, de la que Berlín ha hecho bandera, ha aterrorizado a los mercados y ha llegado un punto que propio partido de Merkel considera de no retorno.

"Podría preocupar a los inversores, que podrían entonces retirarse. Los tipos de interés tocarían techo y una reacción en cadena en otros países no podría descartarse", ha admitido Günther Krichbaum, miembro del comité de Asuntos Europeos de la democristiana CDU de Merkel.

"Al final, incluso en una coalición tiene que aceptarse que ciertas cosas no pueden salir adelante a nivel europeo", ha añadido.

¿Desenlace inesperado?

El economista jefe del Deutsche Bank, Thomas Mayer, escribía este mes que si los líderes políticos no ofrecen nuevas y firmes soluciones, el resultado de la crisis puede venir determinado por acontecimientos de nivel local, como una rebelión de diputados alemanes o griegos o la quiebra de un banco griego.

"Dada la reciente evolución del debate político, le daríamos a un resultado como éste en los próximos seis o doce meses la mayor de las probabilidades", concluía.

Sin embargo, mientras mayor es el riesgo para toda la moneda única, mayor es la probabilidad de que Alemania y sus socios dentro de la 'línea dura' -Holanda, Austria y Finlandia- se echen atrás y acepten más solidaridad en nombre del euro.