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'Himawari', un manga sobre las pasiones del ser humano

  • Es obra de la "Mangaka" Belén Ortega
  • Premio Expomanga al Mejor Manga y al Mejor Ilustrador Español

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Ilustración de 'Himawari', de Belén Ortega
Ilustración de 'Himawari', de Belén Ortega

Amante de la cultura nipona, Belén Ortega nos traslada al Japón medieval en su primera obra larga, Himawari (Glénat), un cómic de samuráis que no solo recoge los grandes clichés de este tipo de historias, sino que aporta una perspectiva novedosa, más humana, que lo aleja de las tramas habituales.

"He retratado una época en la que estaba a punto de suceder un cambio de gobierno y los grandes clanes se destruían unos a otros. Utilicé ese tópico como trampolín, aunque luego me centré en las pasiones del ser humano para contar mi propia historia", explica Ortega (Granada, 1986).

La acción se retrotrae a 1859, apenas ocho años antes de que terminara el Periodo Edo. La joven Himawari y su hermano Shunya se aprestan a vengar el asesinato de sus padres, acaecido cuando ellos eran dos niños de corta edad. En el camino, sangriento y pleno de obstáculos, descubrirán aspectos de su personalidad que hasta la fecha les eran desconocidos.

Una heroína poco habitual

"El personaje de Himawari, que podría parecer la heroína, representa lo peor del ser humano: egoísmo, inmadurez, ira, odio... Todos esos sentimientos acarrean finales dramáticos; los que solo se mueven por su propio interés no traen nada bueno", afirma Ortega.

Incapaz de dar un sentido positivo a su existencia, Himawari pierde toda esperanza en la humanidad. "Hay personas como Shunya, que quieren pasar página y llevar una vida feliz, y otras como Himawari, que son incapaces de racionalizar y acaban destruyendo todo lo que tienen a su alrededor", añade la autora.

El dibujo, limpio y expresivo, se combina con una narración apasionada, fluida, sin un segundo de respiro. "Mucha gente me dice que tiene un ritmo muy rápido, pero es una historia en la que ocurren muchas cosas y sólo tenía dos opciones: recortar sucesos o contarla a un ritmo muy alto. Opté por la segunda y creo que la trama no se ha resentido", señala Ortega.

No faltan la sangre y el sexo

Sin olvidar el contenido psicológico, Himawari es una obra con su preceptiva dosis de sangre y sexo. "Cuando hago una historia, trato de satisfacer las expectativas del lector. Es un cómic adulto y no quería caer en el puritanismo", asevera la dibujante.

"Es cierto que hay algunas partes de sexo gratuito, pero también hay otras en que la sensualidad se emplea como arma para conseguir un objetivo", añade Ortega, que se declara "satisfecha" con el resultado final de su ópera prima.

"Me quedé más contenta cuando la vi terminada que mientras la iba haciendo. Sabía que no estaba cumpliendo con la premisa de que fuera una obra comercial, pero pude introducir mis elementos y la obra funciona muy bien. Lo más importante es que he tenido control absoluto y soy la única responsable", asegura.

Una de las "mangakas" más premiadas

Premio Expomanga al Mejor Manga Español (2008) y al Mejor Ilustrador Español (2011), Ortega se enganchó de pequeña a "las series de anime japonés". "Me encantaban las historias de samuráis y, mientras tanto, me imaginaba mi propio relato de sangre y venganza. Esos son los orígenes de Himawari", recuerda.

Tal era su interés por Japón que, en abril de 2008, la autora consiguió una beca para estudiar cinco meses en la Human Academy de Osaka. "Al final me quedé un año y tres meses, trabajando de camarera y de profesora de español. Cuanto más tiempo pasas allí, más caes en la cuenta de todo lo que te haría falta para empaparte de su cultura", advierte.

Entre sus nuevos proyectos, Ortega no contempla la realización de una segunda parte de Himawari. "Sigo con encargos de dibujos y no estoy parada, pero en cuanto a cómic me lo voy a tomar con calma antes de empezar un segundo proyecto. Ahora quiero dibujar para otro guionista y perfeccionar mi técnica", anuncia.