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El Nobel de Economía, más abierto que nunca

  • Tras premiar en 2009 a una mujer, apenas hay cuentas políticas pendientes
  • El impacto del cambio climático aparece como el único campo sin galardón
  • Robert Barro, Eugene Fama y William Nordhaus, los favoritos habituales

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A medio camino entre la objetividad de los galardones de Física o Química y la subjetividad de los de Literatura o de la Paz, el premio de Economía cierra la temporada de los Nobel con las posibilidades más abiertas que nunca, después de que el año pasado saldara su principal deuda histórica al premiar por primera vez a una mujer, Elinor Ostrom, junto a Oliver Williamsom.

Si se considera, además, que este año los galardones están huyendo de la excentricidad -los premiados en el de la Paz, el chino Liu Xiabao, y el de Literatura, Mario Vargas Llosa, eran candidatos habituales-, es posible que el premio de Economía recaiga este año en alguno de los grandes economistas que la Academia Sueca de Ciencias mantiene olvidados.

En ese caso, el principal candidato sería Robert Barro, padre (junto a Robert Lucas, ya premiado en 1995) de la teoría de las expectativas racionales, fundamental para explicar la actual política monetaria, basada en la independencia y credibilidad de los bancos centrales.

También podrían encuadrarse entre los sospechosos habituales el actual economista jefe del FMI, el francés Olivier Blanchard, y el profesor de Harvard Gregory Mankiw, dos representantes de la escuela neokeynesiana, renacida tras la crisis financiera de 2008 y las políticas de estímulo público a las que ha obligado a los Estados desarrollados.

¿Un premio para el cambio climático?

De la misma forma, la crisis parece penalizar al que era el principal favorito en 2009, Eugene Fama, creador de la teoría de los mercados eficientes, que postula que los mercados son el mejor instrumento para determinar el valor de un activo. La experiencia de las subprime y, en general, la realidad financiera de los dos últimos años no respaldan precisamente la candidatura de Fama.

En cualquier caso, la Academia Sueca de Ciencias procura evitar ceñirse en demasía a la actualidad, especialmente desde que en 1997 premiara a Robert C. Merton y Myron Scholes por el desarrollo de un nuevo método para determinar el valor de los derivados financieros y un año después esa misma ingeniería financiera desatara una crisis en los mercados después de hundir el rublo ruso a través de los hedge funds.

Lo que significa que escape a los criterios políticos, que en este caso pasarían por el varias veces anunciado y nunca concedido premio a los estudios sobre el impacto económico del cambio climático. En este sentido, el principal favorito sería William D. Nordhaus, de la Universidad de Yale, reconocido como el principal experto mundial en la materia.

Pocas posibilidades españolas

Tampoco sería raro que se premiase a un especialista algo más recóndito, como el austríaco Ernst Fehr, del Instituto de Economía Aplicada de Zurich, y el estadounidense Matthew Rabin, de la Universidad de Berkeley, estudiosos de la economía conductual que el año pasado estaban en la lista con los favoritos de Thomsom Reuters.

Este año, la agencia, que elabora su lista basándose en las citas que los propios economistas hacen de sus colegas en sus respetivos trabajos académicos, reflejando su influencia sobre el conjunto de la profesión, cita como favoritos al italiano de la Universidad de Harvard Alberto Alesina, y al estadounidense Kevin Murphy, representante de la ya multipremiada Escuela de Chicago.

También menciona a Nohiburo Kiyotaki, profesor japonés de Princeton, y a John Moore, británico de la Universidad de Edimburgo, autores de un modelo que revela como pequeñas perturbaciones en los ciclos de crédito pueden causar amplias perturbaciones en la economía real. Un enfoque muy ajustado a la actualidad.

En cuanto a los españoles, el que cuenta con mayores posibilidades es Jordi Gali, de la Universidad Pompeu i Fabra, seguido de otro catalán, Xavier Sala-i-Martí, de la Universidad de Harvard. Sería el primer galardón de este ámbito para España, en un premio en el que el 80% de los premiados desde que se instituyó en 1969 son estadounidenses o británicos.