Enlaces accesibilidad

La crisis y la corrupción empuja a Hungría hacia un giro extremo a la derecha

  • La oposición de centro-derecha podría lograr una mayoría de dos tercios
  • El partido racista anti gitano Jobbik acecha a los socialdemócratas
  • El opositor Orbán tiene por delante un campo de minas económico

Por
Un vagabundo fuma frente a un cartel del partido Jobbik pintado con símbolos nazis.
Un vagabundo fuma frente a un cartel del partido Jobbik pintado con símbolos nazis.

Datos básicos de Hungría:

El país está dividido administrativamente en 19 condados, además de la capital.

SUPERFICIE: 93.030 kilómetros cuadrados.

POBLACIÓN: 10,045 millones de habitantes (2008, Fondo Monetario Internacional). Las minorías (rumanos, eslovacos, gitanos, judíos, etc.) suman un 13% del total de la población.

RELIGIÓN: Algo más del 65% de los húngaros son católicos y un 21% protestantes.

FORMA DE GOBIERNO: De acuerdo con la Constitución de 1949, cuya última enmienda se llevó a cabo en 1989, el poder Legislativo reside en la Asamblea Nacional (unicameral), compuesta por 386 miembros elegidos por sufragio universal cada cuatro años.

JEFE DE ESTADO: Laszlo Solyom, desde agosto de 2005.

JEFE DE GOBIERNO: Gordon Bajnai, elegido tras una moción de censura.

PARTIDOS POLÍTICOS: Están registrados más de cien partidos aunque los más importantes son: el socialdemócrata MSZP, que junto con el liberal SZDSZ forman la coalición gubernamental.

Su nombre es Gábor Vona, tiene poco más de treinta años y, a falta de emoción en unas elecciones que prevén una victoria arrasadora de la oposición de centro-derecha de Fidesz, se ha convertido en el protagonista de la campaña electoral en Hungría con su discurso contra los gitanos y los políticos corruptos.

Su mensaje de lucha contra lo que denomina el "crimen gitano" ha despertado simpatías entre jóvenes y las clases más desfavorecidas por la acuciante crisis económica, que ven con simpatía su mensaje contra los grupos minoritarios.

Su cara más oscura la forma la Guardia Húngara, su brazo paramilitar ilegalizado que pasa de las palabras a los hechos.

Todo ese conglomerado -fundado en 2004- pasará de tener apenas un 3% en las elecciones de hace cuatro años a estar entre el 8 y el 11, según las últimas encuestas, situándose a apenas dos puntos de los socialistas, que están resignados a perder el poder tras ocho años de desastroso balance de Gobierno.

Su candidato, el joven y desconocido Attila Mesterhazy, de 36 años, perteneciente el ala izquierdista del partido, trata de salvar los muebles con un mensaje centrado en la "tranquilidad en Hungría" y la "unión de las fuerzas democráticas" contra los extremistas.

Sin embargo, Mesterhazy cuenta con el hándicap de que es poco conocido y que sobre él planea la sombra de su predecesor, el ex primer ministro Ferenc Gyurcsany, ganador de los comicios de 2002 y 2006 y en buena parte artífice de la situación desastrosa en la que se encuentra el país.

En realidad, la caída en picado del Gobierno de izquierda comienza apenas unos pocos meses después de la última victoria de Gyurcsany, en septiembre de 2006, cuando se conoció una polémica grabación en la que admite haber mentido sobre la situación del país para ganar las elecciones.

Entonces se produjeron masivas protestas antigubernamentales y los disturbios más graves en el país en cincuenta años, desde la entrada de las tropas comunistas del Pacto de Varsovia por los intentos húngaros de abrir el régimen comunista.

La caída socialdemócrata

Desde entonces, el líder opositor del centro derecha, Viktor Orbán, ha pedido de manera insistente elecciones anticipadas ante la negativa del Gobierno, más desgastado aún por la crisis económica que estalló en 2008 y que obligó al país a aceptar las dacronianas condiciones del Fondo Monetario Internacional para rescatar su economía.

Entonces, el millonario popular Gyurcsany cayó víctima de una moción de censura que colocó a un economista tecnócrata, Gordon Bajnai, al frente del ejecutivo.

Así, los socialistas, con la losa de la corrupción y la obligación de recortar prestaciones sociales, subir el IVA, congelar los salarios a los funcionarios y retrasar la edad de jubilación, se deslizaron en caída libre en los sondeos hasta mínimos históricos.

En apenas cuatro años, podrían pasar del 46% al 13%, mientras que el partido de Orbán acaricia la posibilidad de conseguir hasta dos tercios de los escaños, lo que le daría incluso poder para hacer una reforma de la Constitución, aprobada tras la caída del comunismo en 1989.

En la caída le acompañan sus socios liberales, que se quedarán fuera del parlamento, mientras que los conservadores del Foro Democrático rozan el 5% mínimo para entrar en el parlamento. La sensación a la izquierda es el ecologista "La Política Puede ser Diferente", que podría tener un hueco en el parlamento .

El problema para Orbán puede llegar en el día después de su victoria, ya que pese a sus críticas a las reformas estructurales emprendidas por el Gobierno, no le quedará otra que seguir ese camino.

Un campo de minas

Fidesz ha prometido crear un millón de empleos en diez años, disparar los préstamos y apoyar a los pequeños negocios, así como bajar impuestos mientras los húngaros espera volver a su nivel de vida.

"En principio, Fidesz tendrá que caminar en un campo de minas. Tendrá que mostrar éxito en áreas en las que no es fácil en absoluto", señala Peter Kreko, especialista del think tank Political Capital, a la agencia Reuters.

El país necesita un cuadro macroeconómico creíble a medio plazo para impulsar su economía, con una deuda pública del 80%, la necesidad de reducir el déficit al 4% y tras contraerse su PIB un 6,3% en 2009.

"Lo que está en juego es sí tras 20 años, el país estará preparado para emprender un camino en el que la mayoría de la población húngara sienta que la democracia también es buena económicamente", advierte el analista político Zoltan Kiszelly.

De no ser así el riesgo de que el Jobbik pase de ser una anécdota desagradable a algo más serio es real.

"Si Fidesz no logra darle una legitimidad social y económica a la democracia.... entonces Jobbik capitalizará la situación", predice Kiszelly.