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Víctor Jara, el cantautor inmortal, descansa en paz después de 36 años muerto

  • Su reciente exhumación ha confirmado que fue torturado y asesinado en 1973
  • En aquel año su mujer tuvo que enterrar sus restos a escondidas

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Despediden en Chile a Víctor Jara 36 años después de su muerte

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, asistió al velatorio multitudinario de los restos del cantautor chileno Víctor Jara, asesinado en 1973 por militares  y celebró que "después de 36 años, Víctor Jara puede descansar en paz".

La mandataria acudió a la Fundación Víctor Jara, en el centro de Santiago de Chile, acompañada por la portavoz del Gobierno, Carolina Tohá, donde ambas fueron recibidas por la británica Joan Turner, viuda del cantautor,  y por sus hijas.

El catafalco fue restaurado por Amanda, una de las hijas del artista, después de que su cuerpo fue exhumado, el pasado junio, para ser sometido a una serie de pericias legales para averiguar exactamente la manera en la que fue asesinado.

Según determinó la investigación judicial, Jara fue brutalmente golpeado y torturado, sus manos sufrieron golpes de culatas de fusiles y después recibió 44 disparos en todo el cuerpo.

Bachelet destacó la figura del autor de canciones como "Te recuerdo Amanda" y "El Cigarrito", a quien describió como una persona "integral" y "coherente", con los valores de la justicia social, la humanidad, el respeto y la solidaridad.

La viuda del cantautor, junto con la Fundación Víctor Jara, han querido aprovechar la exhumación de los restos del cantautor para rendirle el homenaje público que nunca tuvo, aseguró que esa ceremonia "no es un funeral normal", sino "un acto de amor y duelo por todos nuestros muertos y también la celebración de la vida de Víctor".

Desde el comienzo del velorio,  unas 10.000 personas han rendido homenaje al cantautor,  según los dirigentes de la Fundación, mientras decenas de artistas han dedicado números de canto, danza y otras expresiones a su memoria.

Inmortal a través de la música

Nacido en 1932 en la sureña provincia de Ñuble, no tuvo una formación musical académica. Estudió en un seminario y fue un destacado director de Teatro, ganador del Premio de la Crítica en 1965.

Izquierdista militante, Víctor Jara impregnó su música con un contenido social de inequívoco significado, con apologías al revolucionario argentino-cubano Che Guevara (El Aparecido), indignación ante la injusticia ("Preguntas por Puerto Montt") o de una épica de los trabajadores ("El Arado") o reflexiones sobre la pobreza ("Luchín").

Considerado casi exclusivamente un cantante de protesta, algunas de sus composiciones incluyen temas románticos "de impresionante belleza", como "Deja la vida volar", "Cuando voy al trabajo" o "Te recuerdo Amanda", uno de sus temas más universales.

Víctor Jara se comprometía de forma creciente con los procesos sociales de Chile en esos años y muchas de sus canciones fueron verdaderos himnos de batalla de los sectores populares que, en 1970, llevaron a la Presidencia a Salvador Allende.

Fue un agitador cultural del gobierno de Allende (1970-1973) y para muchos uno de sus símbolos, lo que pagó de una manera bárbara cuando el golpe militar de 1973 instauró un régimen militar bajo las órdenes del dictador Augusto Pinochet.

El 11 de septiembre de 1973, Víctor Jara acudió a la Universidad Técnica del Estado (UTE), cuyos estudiantes y profesores ocuparon el establecimiento en una ingenua acción de resistencia al golpe.

Todos fueron detenidos al día siguiente y encerrados en el "Estadio Chile", convertido en prisión, donde el cantante fue reconocido por los militares.

Según testimonios de los supervivientes, los uniformados se ensañaron con el cantante: "Estaba torcido, tenía las manos quebradas y muchos impactos de bala", dijo en su libro "Un Canto Truncado", su viuda Joan, recordando el momento en que reconoció su cadáver, el 16 de septiembre de 1973, en el Servicio Médico Legal.

"Fue torturado por funcionarios del Ejército y ejecutado por sus captores el día 15 de septiembre", señala el "Informe Rettig", que en 1991 certificó las violaciones a los derechos humanos, mientras el informe de autopsia consignaba que el cadáver tenía 44 balazos.

Joan fue obligada a sepultarlo el mismo día, lo que hizo de forma anónima, junto a un amigo que caminó con ella tras el féretro hasta un humilde nicho del Cementerio General de Santiago de Chile.