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Catalina, la mujer del sonajero: una historia truncada por la guerra y rescatada por la memoria

  • La familia de Catalina solo conserva una fotografía, la del cráneo de la mujer atravesado por la bala que la mató
  • Cuando la asesinaron, tenía 37 años y cuatro hijos, uno de ellos de tan solo 11 meses
Catalina, la mujer del sonajero: una historia truncada por la guerra y rescatada por la memoria
Carlos del Amor (Vídeo) / RTVE.es (texto)

Los hijos y nietos de Catalina solo conservan una fotografía de ella: una imagen de su cráneo con una cruel e inequívoca señal del tiro en la mandíbula que acabó con su vida. La mujer tenía las paletas separadas, un rasgo que se llama diastema, medía 1,54 y usaba un 36 de zapato. Cuando la mataron, tenía 37 años, mucho genio y cuatro hijos.

La enterraron junto al sonajero del más pequeño de los cuatro, que apareció en la exhumación de sus restos, hace casi 15 años. Un objeto que habla de amor y de la ternura de una mujer fuerte y con convicciones claras. Catalina descansa ahora en su pueblo, Cevico de la Torre, donde la recuerda una de sus nietas, Martina, la hija del niño del sonajero, que nunca conoció a su madre.

"Al llevar a mi padre en brazos y estar en la calle, se metería el sonajero en el delantal, y como la cogieron en la calle, no pudo dejar nada", relata a TVE. Hace poco tiempo, una mujer llamo al timbre de Martina, era hija de uno de los verdugos de su abuela. "Me quedé perpleja de cómo tuvo la valentía de venir a pedir perdón cuando ella no tuvo nada que ver", asegura.

Los restos de Catalina fueron hallados en un parque de Palencia

Hay tragedias que marcan generaciones y que marcan sagas familiares. Miles de niños y niñas crecieron en una España oscura, sin padre y sin madre y sin saber dónde estaban sus restos. Decenas de ellos, como Catalina, fueron arrojadas al parque infantil de Carcavilla, en Palencia, un lugar muy alejado de lo que se entiende por muerte en el imaginario colectivo. Debajo del tobogán, encontraron a la abuela de Martina.

"La propaganda fascista franquista acusaban a estas mujeres de abandonar sus tareas familiares para meterse en la acción política. Esta mujer, Catalina, demostraba que no, que podía ser una mujer activa socialmente, crítica, y ser una madre cariñosa para sus hijos", explica el historiador Pablo García Colmenares.

"Se murió hace tres años, acordándose de su madre"

Josefa y Raquel, hijas de Lucía y nietas de Catalina, iban cada día a ver cómo avanzaban los trabajos de exhumación que dieron con los restos de su abuela. Su madre tenía 11 cuando Catalina fue asesinada y tuvo que trabajar como sirvienta en la casa de algunos de los responsables de su muerte. El dolor, dicen, la acompañó hasta el final. "Siempre la echó en falta", aseguran sus hijas.

"Se murió hace tres años (con 94) acordándose de su madre", aseguran Josefa y Raquel, que lamentan que su madre siempre sintió la falta de su abuela.

Con la foto de su cráneo y apoyándose en fotos de sus hijos y nietos, el antropólogo Fernando Serrulla y la artista Alba Sanín construyeron un retrato de Catalina. "Sí que nos parecemos", dice Martina, que mira la foto de su madre, con sus inconfundibles paletas separadas.

Esa era la Catalina que, según cuentan en el pueblo, se agarró al vecino que le pegó el tiro pidiéndole que la dejara vivir, que tenía cuatro niños. Entre ellos, uno de 11 meses que nunca más volvería a escuchar el sonido de su sonajero.