¡Cruz regresa a La Promesa de la manera menos esperada! Y Manuel se enfrenta al fin a su madre
- El cuadro es un retrato hiperrealista de Cruz, y señores y criados sienten la influencia de la “presencia” de la marquesa
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Hace casi 5 meses que no vemos a Cruz por La Promesa, y no pensamos que volveríamos a verla tan temprano. Eso sí, su regreso ha sido de una manera especial: el cuadro que llegó a palacio es un retrato hiperrealista de Cruz, pintado por un reconocidísimo artista de la Corte. Su llegada ha puesto patas arriba el palacio, pues señores y criados sienten la influencia de la “presencia” de la marquesa, incluso general un malestar físico y emocional en ellos. Lo cierto es que Manuel nunca imaginó que tardaría tan poco en volver a ver a la asesina de Jana. El cuadro de su madre ha reabierto heridas que el joven heredero aún no había conseguido sanar y no ha dudado en enfrentarse a ella. ¿Quieres saber todo lo que ha ocurrido en La Promesa desde la llegada del retrato? ¡Te lo contamos!
Manuel descubre el cuadro de su madre
La llegada del encargo de Cruz dejó a todos sin palabras, pero a Manuel, más que boquiabierto, lo ha dejado furioso. Tanto Curro como su padre le avisan de que no vea la pintura, pero él quería saber qué era lo que intentaban esconderle: "¿Qué hace esto aquí? ¿Quién ha encargado este retrato?". Nadie sabe muy bien cómo responderle hasta que Leocadia da el paso: "El remitente es el mismísimo don Fausto Álvarez, uno de los retratistas de la Casa Real, el más laureado y exclusivo. Por lo que deja entrever en su nota, recibió el encargo hace ya un tiempo". El marqués intenta tranquilizar a su hijo explicándole que debió ser su madre la que hiciera el pedido.
"Esa no es mi madre. Sacadlo de mi vista", exige un cabreado Manuel al que Leocadia le pide que no pierda los papeles por un simple retrato. Claro que el heredero le deja claro quién es y que en La Promesa se hace lo que él diga: "Esta es mi casa, y aquí no aceptamos a asesinos. Quiero que lo devuelvan". En cambio, el rechazo del cuadro no es posible, pues el autor es un pintor de renombre y podría valer muchísimo dinero, pero Manuel vuelve a dejarle claro a Leocadia que no se meta donde no la llaman: "Estoy hablando con mi padre". Unas palabras que dejan petrificada a la mujer.
Lorenzo, disfrutando de la situación
El marqués pide a todo el servicio y la familia Luján que no toquen el cuadro ni si quiera para limpiarlo, por lo que este queda expuesto en un lugar del salón. Allí lo están observando Catalina, Martina y Ángela, que no se explican cómo pudo encargar un cuadro de sí misma ni más ni menos que a don Fausto Álvarez. En ese momento, aparece el capitán de la Mata, que no puede dejar de admirar el cuadro, dejando entrever que es un amante de la pintura, pero a la vez la hija de Leocadia consigue dejarle mal por un cuadro de Velázquez.
Mientras que todos repugnan el retrato, él no deja de alabar sus virtudes. Se nota que está disfrutando mucho de la situación. Reconoce que es desafortunado, pero para él, hay que mirar más allá: "Esto es una joya de un valor incalculable. No quiero banalizar lo que ocurrió, pero a Cruz hay que reconocerle que siempre tuvo visión de futuro. Es es una inversión". Todas estas palabras parecen estar sentando mal a las tres jóvenes del palacio, y más cuando el conde de la Mata se da cuenta, vuelve con sus elogios a la pintura. "Esto es una genialidad, ha conseguido captar su esencia, su carácter. Hay frialdad calculadora en esa mirada, y a la vez humanidad".
Que Lorenzo esté destacando que el cuadro refleja la verdadera personalidad de Cruz llega a hartar a una Catalina que le pide que se calle. Para el capitán, es solo un cuadro, pero las primas están de acuerdo en que no es solo un cuadro, y terminan dejando solo al conde.
Martina se desmaya al observar el cuadro
Jacobo y el marqués comentan en el salón cómo don Alonso podría deshacerse del cuadro, y que ha estado hablando con un viajante para conocer cuál sería la cantidad de dinero que podría sacar por una pintura de Fausto Álvarez. Les acompaña Martina, que no interviene en la conversación porque no puede quitar la mirada del cuadro de su tía hasta el punto de desmayarse por un ataque de ansiedad pues nota como si la marquesa se moviera.
"Yo la traicioné"
Martina queda inconsciente, pero finalmente termina despertando. "Ha sido por el mareo o que es tan realista", dice justificando que pensara que se movía el cuadro, una sensación que Ángela también tiene. En cambio, la joven sobrina del marqués cree que le ha pasado eso por no hacerle caso a su tía: "Yo la traicioné. Ella me pidió ayuda y yo la traicioné. Ella defendía su inocencia y yo le di la espalda, porque todos le dimos la espalda y la hemos enterrado viva".
Leocadia intenta tranquilizar a la joven explicándole que Cruz está en la cárcel por una razón de peso, pero Martina se sigue sintiendo culpable. "Y nos viene muy bien tenerla allí", le contesta a la mujer para continuar imaginando cómo debe estar su tía: "Cuando fui a verla estaba muy frágil, estaba a punto de romperse. No me quiero imaginar cómo estará ahora. Me pidió que no la olvidáramos, que fuera a visitarla". Don Alonso la exculpa al decirle que no fue porque él se lo pidió expresamente. "Mi esposa siempre ha sido una experta en manipular y mentir, pero no podemos olvidar lo que hizo. Yo jamás lo olvidaré". Finalmente, Martina sale del salón sin haber recobrado todavía la paz mental.
Manuel se enfrenta a su madre
Otro que tiene una sensación como si la marquesa estuviera presente es Manuel. El heredero de los Luján, sentado frente al cuadro de su madre, no duda en enfrentarse a ella y decirle todo lo que no pudo hacer en persona. "No tenía derecho a volver aquí, esta ya no es su casa. Quiso hacer de La Promesa su hogar y acabó destruyéndola, como terminó destruyéndome a mí. ¿Tanto le costaba aceptar a Jana, a su propio nieto, al hijo que esperaba con la mujer que amaba? Que amo", empieza su discurso roto de dolor: "Qué le voy a hablar a usted de amor si no sabe lo que significa. Decía que me amaba, pero es mentira. Con Jana yo descubrí lo que era el amor".
Para él, el amor es generoso, no interesado, y así cree Manuel que era el amor de su la marquesa por él. El heredero del marquesa continúa hablando al cuadro, dirigiéndose a Cruz, incluso, llamándola madre, algo que no ha hecho desde que se descubriera que fue ella la que asesinó a Jana: "¿Está satisfecha con lo que ha conseguido, madre? Sonríe, pero ha fracasado, porque va a pudrirse el resto de su vida en una celda y jamás volverá a verme". Antes de marchar, y con lágrimas en los ojos, Manuel tiene unas últimas palabras para Cruz: "Que la perdone Dios, porque yo jamás podré hacerlo".
Hemos visto cómo la "presencia" de la marquesa está afectando a algunos de los habitantes de La Promesa. ¿Seguirán teniendo esa sensación otros personajes de la serie? ¡No te pierdas los próximos capítulos para conocer cómo termina esta trama!