Rozalén debuta como actriz con 'Chavela': "Me dijeron que transmitiera y que no la imitara porque es inimitable"
- La cantante Rozalén se estrena como actriz en la obra de teatro homenaje Chavela
- La albaceteña, protagonista junto a Luisa Gavasa, nos cuenta los detalles del montaje en Mañana más acompañada de su directora, Carolina Román


"Yo no me voy a morir porque soy una chamana, y los chamanes no morimos, trascendemos". Y así ha sido. Chavela Vargas nunca se fue. Su voz sigue resonando, su espíritu ardiendo, y su historia se niega a apagarse. Ahora, de hecho, regresa a los escenarios, a esos de los que jamás se bajó. Y lo hace con Chavela, un homenaje que no solo la recuerda, sino que la invoca, la revive y la celebra. Porque Chavela era mucho más que música, también fue rebeldía, mística y un grito rasgado contra el destino.
Pero en esta ocasión no es su inconfundible voz la que nos lo cuenta, sino la de la cantante reconvertida en actriz María Rozalén, que debuta como intérprete en este montaje, compartiendo protagonismo con Luisa Gavasa. A su lado, la dramaturga y también actriz Carolina Román da forma a una historia que trasciende al tributo. Es un viaje al onírico mundo de una mujer que convirtió su vida en un acto de resistencia.
Desde el Teatro del Barrio de Madrid, Rozalén y Carolina Román presentan en el programa de RNE Mañana más, con Ángel Carmona, un espectáculo que no es solo teatro, ni solo música. Es una celebración, una despedida y un reencuentro con la gran dama del poncho rojo. Porque Chavela nunca pidió permiso para nada, ni siquiera para trascender.
"Chavela es una criatura mágica. Es mitad mujer y mitad animal, es ese ser mágico que tenía los pies muy bien puestos en la tierra y el corazón atado con un hilo muy alto", afirma Carolina Román.
Especial, camaleónica, inimitable. Así era La Chamana, hecha de otra pasta. Con una voz, macerada en tequila y humo de puros, que combinaba con un carácter místico a la par que fuerte. No era Isabel, Anita, Carmen ni Jesús, tampoco era Tizano. Era Chavela Vargas con "v" y no con "b", como se aseguró en dejar claro, porque ir a contracorriente también formaba parte de una identidad que sigue, como siempre y pese a todo, desafiando las reglas. "Chavela es inmortal", explica Román.
Y es justo esa inmortalidad la que explora el montaje. "Lo contamos desde los tres últimos días de vida de Chavela", dice Rozalén. Sobre las tablas, la intérprete de "La llorona", oscila entre dos mundos, el de los recuerdos y el de su inminente adiós. "Hablamos desde los cuidados paliativos, desde ese momento en el que ya no sabes qué es real y qué no. Son esos instantes en los que te visitan recuerdos y viajas al pasado", subraya la albaceteña.
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Entre visiones, nostalgias y canciones, en un escenario impregnado de realismo mágico, el mito se hace eterno. "Está contado con una ternura y una potencia tremendas, sobre todo su infancia, que fue ese dolor que la marcó desde el principio. Puede que ese rechazo fuera el que le dio sentido a toda su vida y el que explica por qué su canto era un llanto", apunta Rozalén, quien se turna en interpretarla con Nita.
"Cuando empecemos en Madrid lo combinaremos Nita y yo. Yo estaré martes, miércoles, sábados y domingos, y ella jueves y viernes", resume, convencida que tanto por este motivo como por lo que representa y supone la obra, "hay que verla dos veces, como mínimo". "Es tan fuerte, tan onírica y tiene tanto que decir" que solo una vez no basta. No es suficiente. Se queda corto. Aunque, quizá, tampoco basten tres, cuatro o cinco pases más. Seguramente se necesitaría una vida entera para poder descubrir en profundidad a La Chamana.
Bien lo sabe Rozalén. Chavela es única. Inigualable. "Me costó mucho aceptar el papel" admite, y lo confiesa con la responsabilidad de interpretar a una figura tan inmensa como Chavela. "No me atrevía a dar el paso, pero Carolina me insistía. Me decía "no lo has entendido, vamos a cambiar las fechas, pero lo vas a hacer"", reconoce.
Porque, ¿cómo se recrea a alguien irrepetible? ¿Cómo se interpreta lo inimitable? "Lo primero que me dijeron fue que ni se me ocurriera imitarla porque es imposible. Solo iba a hacer el ridículo. Lo que tenía que hacer era transmitir".
Aunque llegar a ello, conseguir emocionar, tampoco es fácil. "Para crear esta obra, el cerebro hay que dejarlo en el váter" explica su directora. La razón no tiene sentido con Chavela. "Este espectáculo es tripa, es intuición y es corazón", añade. Tanto, que incluso ella tuvo dudas de ser capaz de estar a la altura. "Yo también me cagué la pata cuando me dijeron de escribir sobre ella. Es tan grande, que no paraba de preguntarme ¿cómo lo hago? ¿cómo escribo sobre Chavela?"
Las respuestas, cómo no, se hallaban en su cerro. En su casa. "Estuve en Tepoztlán, mirando a su cerro Chalchi, con el que ella hablaba y donde están parte de sus cenizas, porque siempre decía que cuando muriera atravesaría esa cristalera para estar en su cerro", cuenta Román. Y, efectivamente, así fue. Chavela estaba allí. La encontraron y, de alguna manera, se unió a su viaje. "Tengo la sensación de que nos guía", admite Román.
No es para menos. La mística de La Chamana parece acompañarlos. "En la prueba de sonido de Fuenlabrada, cuando estábamos todos en el escenario", – relata Rozalén – "se empezó a escuchar el canto de una señora mayor. Pensé que eran las chicas calentando, pero lo escuchamos todos y la técnica de sonido me dijo que estaba entrando por mi micrófono. Pero yo estaba callada".
¿Casualidad? Tal vez. Quién sabe. Lo innegable es que la esencia de Chavela sigue viva, y su presencia permanece inquebrantable.