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'Los santos inocentes' con Juan Diego: conciencia de clase y bofetada de realidad

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El actor en el papel de Azarías
'Los santos inocentes', en La 1, homenaje al cineasta Mario Camus

Cuando a principios de los años 80, Mario Camus llevó al cine Los santos inocentes (1984) hubo quienes tuvieron la arrogancia de definirla como “una película de catetos”. Una etiqueta de brochazo gordo que se refería con desprecio a aquella familia de campesinos que Miguel Delibes retrató con una ternura desgarradora en su novela y que Alfredo Landa, Teréle Pavez y Paco Rabal dieron vida en la gran pantalla, junto al reciente fallecido Juan Diego.

Sobria, elegante y descarnada, Los santos inocentes se ambienta en la España de los 60, en un espacio rural que, de un modo u otro, nos es familiar, la historia cuenta algo muy nuestro, pero también habla de algo universal: existen los de arriba y los de abajo. Una historia sobre la diferencia de clase y la dignidad humana que aún hoy sigue removiendo conciencias y que entronca con películas recientes, como Alcarràs (2022), el deslumbrante segundo largometraje de Carla Simón.

Fotograma de 'Los santos inocentes'

Los señoritos de ayer y de hoy

Decía el cineasta cántabro, durante la celebración del treinta aniversario de la película en 2014, que "el señorito de hoy día no está en el cortijo, sino en el banco". "Esa misma subordinación, humillación, sometimiento, los tenemos nosotros hoy. No hay gobierno, sino una serie de corporaciones. Y lo que defienden es el dominio del capital frente a todo Cristo", asegura. Al igual que Paco y Regula en la película, ahora también se sobrevive y se conviven con ciertas esclavitudes consentidas.

El actor Juan Diego, al que este viernes rinde homenaje Historia de nuestro cine con la emisión de Los santos inocentes, fue el encargado de interpretar al malo de esta historia, el señorito Iván. Un cacique que no duda en abusar de sus siervos. Los oprimidos se resignan y repiten “A mandar, que pa’ eso estamos”, porque no tienen otra opción para sobrevivir al hambre.

Juan Diego y Agustín González en 'Los Santos Inocentes'

Todos callan, menos la Niña Chica, cuyos lamentos parecen concentrar la frustración de toda una clase. Los jóvenes también callan, pero no fingen conformidad y acaban huyendo del cortijo, augurando la decadencia de aquel sistema que amparó la dictadura y que actualmente ha terminado vaciando la España rural.

La crudeza y la injusticia de lo que escribió Delibes y mostró Camus parece compensarse con el personaje de Azarías, al que interpreta de forma magistral un Paco Rabal en estado de gracia. Él representa la esperanza, inocencia libre, e incluso rebelde que nos recuerda que aún hay bondad natural. Lamentablemente ese pulso por la independencia, que representa su querida milana, termina en uno de las muertes más desgarradoras de nuestro cine.

¿Cabe esperanza?

El texto y la película de Los santos inocentes es un tortazo de realidad, catarsis de la conciencia de clase. El poder, altivo e insensible, encarnado en Juan Diego, acaba ganando esta partida. Convertida en todo un clásico de nuestro cine, la cinta sigue tan vigente hoy día que en ella se inspiran cineastas como Fernando León de Aranoa, cuyas películas siempre guardan un poso social y comprometido. El protagonista de su última película, El buen patrón (2021), al que interpreta un soberbio Javier Bardem, tiene muchas similitudes con el señorito sin escrúpulos al que Juan Diego da vida en Los santos inocentes.

Las dos películas son representaciones desesperanzadas—por su realismo— de la situación de los oprimidos, pues ni la rebelión vengativa de Azarías ni la lucha del trabajador despedido en la empresa de balanzas logran cambiar el orden establecido. Aunque quizá la de Camus si guarda un halo de esperanza que en la cinta de Aranoa, y en nuestros días, ya casi se ha desvanecido: la lealtad y la solidaridad que se muestran entre ellos, la unión, la familia y la dignidad por encima de cualquier clase.

En Los santos inocentes, la familia es lo primero. Su personajes, Paco y Regula, no dudan en acoger a Azarías en su humilde casa, cuidan con ternura de la Niña Chica hasta su último aliento y, sobre todo, se esfuerzan por darle a sus hijos una oportunidad, una vida mejor, aunque eso signifique perderlos.