Tacumbú, la cárcel que libera
El penal de Tacumbú es el mayor de Paraguay. Casi la mitad de todos los presos del país están aquí, en un complejo de patios, celdas y módulos mantenidos en pésimas condiciones. En Tacumbú están hacinadas las 3.400 personas internas, ya que doblan la capacidad del centro. La gran mayoría está a la espera de juicio y muchos matan su tiempo con el consumo o tráfico de drogas.
El módulo D es un oasis en medio de la prisión. La razón es sencilla: aquí trabaja el servicio de Pastoral Penitenciaria que ha reformado las instalaciones y tiene un amplio proyecto de trabajo y asistencia con los internos. Luis Arias es el capellán del penal. Un cura, según nos cuenta, que no podría estar nunca en una parroquia convencional y que ha encontrado su lugar en el mundo entre el óxido de esas rejas, los desconchones de los pasillos y las durísimas vidas de los presos.
La Pastoral Penitenciaria atiende a los internos del módulo D en varios campos: asistencia legal, psicológica, espiritual y formación laboral. La obsesión de Luis y su equipo es que, al menos, aprendan la gran lección de la cárcel: es tan terrible que hay que hacer lo posible por no volver.
La ong Manos Unidas apoya este trabajo de reinserción con el proyecto de formación laboral dentro del penal y con el albergue Nuestra Señora de la Merced, un lugar creado por el equipo del padre Luis para quienes, una vez que cumplen su condena, salen de la cárcel y no tienen a dónde ir.