Enlaces accesibilidad
'La cocina', de Arnold Wesker

Carta de Ramone, repostero de Marango's

  • Como parte del proceso de construcción de sus personajes, los miembros del reparto de La cocina, en versión de Sergio Peris Mencheta, imaginaron una carta de su personaje. Esta es la de Mario Tardón.

Por

29 de agosto de 1954

Querido Paul,

Esta es la quinta carta que te escribo sin obtener respuesta. Y será la última. Podrás, al fin, dormir tranquilo y pasar página. Podrás olvidarte de que alguna vez me conociste. Podrás estar relajado, “tu amiguita” italiana no te va a destrozar la vida ni tu reputación. No le voy a contar a nadie nuestro “beso”. Tranquilo.

No me puedo creer, ni siquiera, que me tomases en serio. ¿Crees de verdad que te iba a chantajear? Te lo dije y te lo vuelvo a decir, en eso no te he mentido. Mis sentimientos por ti son puros. Inmaculados. Te quiero con el corazón abierto. Y me duele mucho que no lo hayas podido ver así. Era un calentón y sólo quería hacerte daño. La sola idea de extorsionarte hace que me duela la barriga.. Cómo iba yo a...

Ya sabes que cuando me sale el ramalazo de mi madre napolitana me pongo muy despectivo y hago y digo cosas que no pienso. Jamás quise causarte daño. A ti menos que a nadie. Por ello te pido perdón. Y te pido que me perdones y me aceptes. Yo ya sé que nada entre tú y yo volverá a pasar jamás. Ya lo he aceptado. Muero de pena, pero así será.

Me voy. También te escribo para decirte que me voy. No sé a dónde pero me voy. No aguanto a tanto inglés. Y menos en verano. He aguantado por ti este año entero pero no puedo más. Me duele todo. Los huesos. El alma. Todo.

Creo que lo intentaré en París. Dicen que la ciudad ha vuelto a ser lo que era. No sé, no me fío. Pero al menos sé, que en los burdeles no me mirarán raro cuando saque la pluma a pasear. Porque allí están más avanzados que aquí Paul. Allí la gente no mira con quién te acuestas o te dejas de acostar. Allí lo único que les interesa es el amor. El amor entre dos personas. Entre dos cerebros, Paul. Nadie se fija si te cuelga un cacho de carne o si tienes tetas. Da igual.

Si alguna vez me quieres encontrar ya sabes dónde buscar pues.

Debajo de algún puente del Sena bailando y cantando.

Ay Paul... Mi Paul...

A veces pienso en acabar con esto, ¿sabes? A veces me miro en el espejo y me odio tanto que pienso, ¿qué puñetero sentido tiene esta existencia si nadie me acepta a su lado y lo único que sé hacer es mezclar azúcar con harina? No sirvo para nada. No sé hacer nada de provecho. Porque admitámoslo, querido, hacer pasteles es de lo más mundano y soso que hay sobre la faz de la tierra. No salvamos vidas ni cambiamos conciencias. Sólo acallamos el hambre. Y por un corto período de tiempo nada más.

Son todas estas razones las que me llevan a pensar en mi futuro. Un futuro inexistente.

Ayer me quedé mirando el río. Me quedé parado en la barandilla apoyado viendo el fluir del agua bajo mis pies. El ciclo infinito de la vida bajo mis pies. Y hacía tanto calor... y yo sudaba tanto y me repugnaba mi ropa y mi aliento y mis uñas y mi pelo y sólo quería arrancarme la piel y gritar. No lo hice porque, en el fondo, el agua me relaja. Respiré y se me pasó todo. Esa maldita bola de miedo en mi estómago está volviendo a dar por saco cada vez con más fuerza.

Pero pensé en tirarme, Paul. Lo pensé seriamente. Y sabes que no sé nadar...

Ahora, en cuanto termine de escribir esta carta, bajaré a echarla al buzón y pasearé. Hace buena noche. Volveré al puente y volveré a asomarme al abismo. A mi propio abismo. Y no sé qué voy a encontrar ahí a Paul. Francamente no lo sé. Busco y rebusco pero no encuentro una sola razón por la que seguir respirando. Me siento tan dañado, Paul. Tan dañado y tan pequeño que sólo tengo fuerzas para llorar. Como ahora, que como una tonta sensiblera estoy llorando mientras te escribo esta carta de despedida. Parezco una puñetera niña.

Pasearé y llegaré hasta el río y ahí me quedaré. Una semana. Un mes. Lo que haga falta. Por si tú decides pasarte e invitarme a un vino.

Sí. Sí, eso haré. ¡Pues claro! ¡Qué tonto he sido! ¡Hay esperanza, siempre hay esperanza!

Olvida todas las cartas anteriores, por favor. ¡Perdóname! No era yo quién hablaba. Era mi frustración la que gritaba. Bien sabes que te quiero, Paul. Te amo. Te adoro, te idolatro... por dios, Paul, ten piedad, quiéreme un poquito.

Ahí te esperaré, querido, en nuestro puente. Qué alegría, qué ilusión me hace. De pronto soy feliz otra vez porque sé que cuando leas esta carta te apiadarás de mí y vendrás a buscarme. Y me abrazarás fuerte fuerte. Y nos besaremos a plena luz del día en mitad del puente y todos a nuestro alrededor aplaudirán y nos vitorearán. Y estaremos juntos para siempre Paul. Tú y yo. En nuestra isla particular sin que nadie nos moleste.

Voy corriendo. No me voy ni a poner la camisa, voy a tirar la carta al buzón y a esperarte al puente. Corre, Paul. Corre mi amor. Te espero. Date prisa. Ven a mi.

Te quiere por siempre,

Ramone Castorini.

Tu Rai..

RTVE

anterior siguiente