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'Purple': música contra la violencia desde la Escuela Reina Sofía

  • Cinco alumnos de diferentes nacionalidades acercan su conocimiento a supervivientes del maltrato
  • Encarna es una de las participantes, todas ellas miembros del Centro Ayaan Hirsi Alí
  • El proyecto se enmarca dentro del programa de emprendimiento e innovación social de la escuela

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Tolerancia Cero - Música púrpura desde la Escuela Reina Sofía - 19/12/19

Tolerancia Cero se ha trasladado esta semana a la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid, referencia en Europa para la formación de músicos y de personas.

Fundada en 1991 por una mujer, Paloma O'Shea, esta institución, dirigida por Julia Sánchez, ha visto nacer a artistas de la talla de Arcadi Volodos, Sol Gabetta, el Cuarteto Casals y Eldar Nebolsin.

Frente a un profesorado de élite, 162 estudiantes de 35 países diferentes estudian hoy en este centro, dispuestos a desarrollar su talento y a acercar la música a la sociedad, el 100% con beca de matrícula y el 67% con beca de residencia.

Andrés Arroyo, contrabajista, y Encarna, superviviente de la violencia, durante su reencuentro

Y en esa aproximación a la sociedad, trabajan a través de un programa anual de emprendimiento e innovación social, dentro del cual se enmarcan proyectos como Purple, púrpura en inglés, el color del feminismo y de la lucha por la igualdad de oportunidades.

Cinco alumnos, la soprano Anaís Fernández, el contrabajista Andrés Arroyo (colombiano), los violistas Raquel de Benito y Joaquín González, y el violinista Kamram Omarli (nacido en Azerbaiyán), han compartido ocho intensos encuentros con mujeres también de diversas culturas y países de procedencia pertenecientes al Centro Ayaan Hirsi Alí, especializado en la atención integral a supervivientes de la violencia machista, como Encarna, a la que conocemos en este Tolerancia Cero.

El objetivo de esta iniciativa educativa: hacer llegar su conocimiento y su pasión al mayor número de personas posible y, más allá de la técnica y de los grandes escenarios, demostrar que la música es y será siempre un idioma universal, y un punto de encuentro terapéutico para conectar a personas y para devolverles, en muchos casos, la autoestima, la seguridad y la ilusión perdida en etapas anteriores de su vida.