Alberto Vázquez-Figueroa retoma la vida de 'los señores de las arenas' en 'El último tuareg'
- El escritor canario continúa el tema que trató en Tuareg, su mejor novela
- Una historia sobre las costumbres y el honor de este pueblo nómada
En su nuevo libro Alberto Vázquez Figueroa vuelve a tratar el tema que mejor conoce: la vida de los tuareg y la eterna lucha que mantienen por intentar conservar las antiguas costumbres que han hecho de ellos un pueblo admirado y respetado.
Más de 30 años después de la publicación de su exitosa novela Tuareg, el escritor sitúa la trama de El último tuareg en la inmensa soledad del desierto del norte de Mali, donde la barbarie de los extremistas que intentan crear un Estado islamista radical está salpicando de sangre el buen nombre de los tuareg.
"Muchos tuareg fueron guardaespaldas de Gadafi y cuando Gadafi cayó se refugiaron en Mali. Allí siguen trabajando como mercenarios y sicarios, dirigidos por los hermanos musulmanes egipcios, el extremismo más brutal del extremismo islámico", ha explicado Vázquez-Figueroa en Las mañanas de RNE.
"Estos extremistas pretenden establecer un país propio, si lo consiguen acabarán con el centro de África", continúa explicando el autor canario. "La gente cree que la guerra de Malí no tiene mayor importancia pero hay una cosa que está clara y de la que los políticos se tienen que dar cuenta: El triángulo del norte de Mali está en un sitio estratégico entre reservas de uranio, de gas, de petróleo y de hierro".
Los cebras, por el honor de la raza
"El pueblo tuareg no es extremista, es moderado, pero aquel que no respete las normas de los tuareg será brutalmente castigado, una de sus máximas es quien la hace la paga", explica Vázquez-Figueroa.
Y para ello existen los cebras, las fuerzas especiales secretas de los tuareg destinadas a acabar con los tuareg rebeldes. Esa es la misión de Gacel Mugtar, el progragonista de la historia. Es un pacífico camionero, conocedor del desierto y uno de los encargados de hacer cumplir el código de honor de su raza ejecutando sin piedad a todos aquellos renegados o mercenarios que no renuncien a la violencia.
"La cebra tiene las rayas blancas para camuflarse y protegerse de sus depredadores, que son daltónicos, no distinguen los colores y cuando una cebra está entre la maleza el león no la ve, la confunde con el entorno, de ahí el nombre de este cuerpo de vigilancia".
Bien lo sabe este contador de historias que ha vivido en África 28 años y sus vivencias le han valido para crear este nuevo relato sobre los 'señores de las arenas' del desierto del Sahara en el que mezcla ficción y realidad.