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¿Somos la generación más alejada de la muerte?

¿Por qué nos cuesta más afrontar que a nuestras bisabuelas un fenómeno tan natural como la muerte? ¿Le tememos más que otras generaciones?

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¿Somos la generación más alejada de la muerte?
¿Somos la generación más alejada de la muerte?

La muerte es, según la RAE, el término de la vida. Es decir, cuando nuestra vida acabe, sea lo que sea que haya o no haya después, estaremos muertos. Es indiscutible que no existiremos en este mundo tal y como existimos ahora, pero resulta que, a pesar de que morirse es algo tan natural como vivir, le damos tanto misterio y relevancia a nivel cultural y social que ha hecho que inventemos mitos, religiones, rituales, pasiones y un largo etcétera a lo largo de la historia de la humanidad.

Es lógico que a nivel biológico la muerte nos produzca mucho rechazo ya que uno de los mayores instintos de las diferentes especies que habitan el mundo es sobrevivir. Otra es reproducirse, por ejemplo, aunque eso a algunas criaturas les lleve a la muerte.

Obviando la parte biológica -si es que se puede cuando estamos hablando de estos temas- la muerte a mucha gente le da pánico, le da ansiedad e incluso la tanatofobia puede provocar que muchas personas en algunas etapas de nuestra vida “no vivamos plenamente”. También hay mucha gente a la que la muerte, la de las mujeres que mueren de forma violenta o la vida de sus asesinos, le atrae y le llama la atención llegando a consumir contenidos diariamente de lo que hoy en día conocemos como true crime, algo que no deja de ser bastante problemático (aunque yo misma sea una gran consumidora de este género).

Debido a que somos la generación que más contenidos audiovisuales consume de la historia de la humanidad, vemos retratada mucho más la muerte que las anteriores generaciones. Si juegas a videojuegos es posible que en muchos de ellos mates a otros personajes o jugadores, o que incluso el propio objetivo del videojuego sea sobrevivir y matar a todos los demás. En las series, documentales, películas o incluso en la prensa vemos imágenes que simulan la muerte o la retratan tal y como es hasta en sus formas más violentas. Vemos sangre, apuñalamientos, bombardeos, enfermedades, etc, sin inmutarnos o inmutándonos muy poco. Hay veces que con una serie lloramos más por la muerte de un perrito que por la de cientos de humanos -aunque ambas se retraten de manera muy dramática-.

“Vemos sangre, apuñalamientos, bombardeos, enfermedades, etc, sin inmutarnos o inmutándonos muy poco”

Es decir, por un lado, somos una generación que vive muy cerca de la performance de la muerte pero que, debido a los avances científicos y sociales, vive muy alejada de la muerte real y de los ritos que la rodean. Actualmente en España la media de esperanza de vida es 83,3 años según el INE (Instituto Nacional de Estadística) pero hace aproximadamente un siglo el panorama era completamente diferente. La media de vida a finales del siglo XIX rondaba los 25-30 años de edad y en ciudades como Barcelona, según los datos que ofrece el ayuntamiento, la media era de 31,6 años.

Esto no es que todo el mundo muriese a esa edad, sino que había mucha mortalidad infantil y tenías suerte si sobrevivías a los cinco años. La muerte de personas jóvenes era algo normal, había epidemias terribles (la gripe, el cólera…), guerras, más muerte en el parto, y también menos avances científicos para tratar enfermedades o accidentes por lo que la muerte era muchísimo más común entre la gente joven. Si eras mujer e ibas a dar a luz tenías muchísimas más probabilidades de morir que hoy en día y lo mismo pasaba con los bebés.

Todo eso ha cambiado y no nos tenemos que enfrentar tanto a la muerte. Por esto, aunque siempre ha dolido, hoy en día hay personas adultas que no han experimentado jamás la muerte de un ser querido o de un conocido al que estiman y, realmente, no tienen ni idea de qué hacer en el momento de vivir algo así. ¿Tengo que ir sí o sí al funeral? ¿Le escribo un whatsapp a la persona afectada? ¿Puedo llorar si no era mi familiar o yo no era tan cercano? ¿Puedo preguntar de qué murió una persona famosa en un post de Instagram?

En la época victoriana, la muerte implicaba ciertos rituales como tapar espejos, parar los relojes, hacer fotos a los fallecidos, contratar a plañideras (tradición que existe desde la antigüedad y desapareció en el siglo XX en España) que llorasen al muerto y muchas más curiosidades que guiaban el luto, tal y como explica Wikivictorian en este fantástico hilo de Twitter:

Habla incluso de los “kits de muerte”, unas muñecas que se pusieron de moda en la década de 1870 en Inglaterra que incluía ataúdes y ropa de luto para ayudar a los niños a participar en los rituales que rodean la muerte y a sobrellevar su dolor. ¿Te imaginas pedirte por Reyes la Barbie plañidera? Pues algo así.

Caldo o infusión caliente

En momentos más recientes de la historia, la escritora Joan Didion escribió El año del pensamiento mágico, uno de los libros más importantes jamás escritos sobre el duelo. En él menciona cómo, en su búsqueda de respuestas y de consuelo por la muerte de su esposo, leyó varios libros y textos. Uno de los que la autora cita, y de los que más se quedó en mi memoria tras leer el libro, es un libro de etiqueta de 1922 escrito por Emily Post, en el que cuenta cómo hay que dejar en paz a la persona que está viviendo el duelo y cómo no se le debe imponer ningún compromiso social si no le apetece. También indica que debe quedarse una persona de confianza en la casa mientras están en el funeral para hacerle algún caldo o infusión caliente. La persona que sufre no tendrá hambre por el disgusto, pero debe alimentarse para no sentirse peor y no hay nada que caliente más el corazón como una sopa o un caldito. También dice cómo no hay que ofrecerlo, hay que darlo sin preguntar ya que Emily afirma que los afectados se lo beberán de manera automática.

A mí todo esto se me quedó en la memoria y siento que nosotros tenemos mucho que aprender de las generaciones anteriores en lo que a duelos se refiere. También me siento cómoda sabiendo qué hacer en estos casos, sabiendo que hay que dar intimidad pero que al mismo tiempo hay que estar ahí para hacer un caldito si la ocasión lo requiere. El libro explica cómo la muerte, que antes estaba en todas partes y era pública, pasó al ámbito de lo privado y ya no se podía gemir y llorar como se hacía antes. Otro de los textos que cita Joan Didion en su libro es uno del antropólogo Geoffrey Gorer de 1965 titulado Death, grief and mourning que aporta la idea de que este rechazo del duelo en público era resultado de la presión cada vez mayor que imponía el nuevo «deber ético de divertirse», un nuevo «imperativo de no hacer nada que pudiera reducir la diversión de los demás». Esto me hizo pensar en cómo de diferentes serían hoy en día las reacciones a un TikTok de una persona llorando por un fallecido o las reacciones en un TikTok de risas y humor de cualquier otra temática. Posiblemente lo primero daría cringe a mucha gente.

Quizás no estamos familiarizados con esas expresiones de dolor y no queremos que esas emociones en medio de nuestro feed nos cambien nuestro día, aunque formen parte de la experiencia humana pero también puede que quizá deberíamos darle un giro a esto y normalizar este duelo como parte de nuestra sociedad. Por otro lado, parece que mostrar este dolor está penalizado por la sociedad, pero en cambio si trabajas te dan muy pocos días libres para recuperarte de la muerte de un familiar o incluso se requiere que tengas que justificar esas faltas con un certificado o con un justificante médico de lo mal que te encuentras. Un profesor en la universidad me puso falta porque un día llegué tarde debido a que había fallecido mi abuela, me puse a llorar al decírselo y poco más y el señor salió corriendo. Huyó, literalmente.

Posteriormente, a lo largo de mi vida laboral me he encontrado con gente que quería trabajar al día siguiente de haber ido al entierro de un familiar para distraerse y “no pensar en ello” pero puede que sea algo que hay que pensar y sufrir para poder superarlo de manera más sana. Todo es elección, está claro. Si alguien quiere trabajar después de la muerte de un familiar está bien pero, no sé, quizá estaría bien replantearnos si es suficiente el tiempo que tenemos para recuperarnos y también si ese tiempo tiene que estar marcado por la productividad y lo que es bueno para la empresa en lugar de por los propios ciclos y nuestras necesidades como personas en duelo.

Hoy en día como generación tenemos mucha fuerza en nuestras manos y mucha capacidad de naturalizar y cambiar un montón de cosas gracias a las redes sociales y puede que esta sea una de las más importantes. Deshumanizar la muerte solo hace que nos extrañe más y que nos pese más cuando ocurre y literalmente todos vamos a morir. Y no pasa nada, pero al menos estaría guay dejar un mundo en el que los que queden puedan llorar tranquilos, descansar y que tengan a alguien que les haga un caldito.