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'Fusión: seis ficciones salvajes', una mirada animal de lo que los humanos llamamos extractivismo

  • ¿Qué es lo salvaje? ¿Qué es desde la mirada humana y desde la mirada del animal?
  • Una entrevista con Yolanda González sobre la relación entre lo animal y lo humano
Recorte de la portada de 'Fusión: seis ficciones salvajes' de Yolanda González
Recorte de la portada de 'Fusión: seis ficciones salvajes' de Yolanda González

El cambio climático y sus consecuencias se han ido instalando en el terreno de la ficción tanto literaria como cinematográfica. El momento es propicio para abordar comportamientos, reflexiones, distopías y utopías que este tema genera. Fusión: seis ficciones salvajes (De Conatus) de Yolanda González viaja por el extractivismo humano, esa forma económica tan voraz como capaz de destruir montañas para nuestro propio aprovechamiento. Yolanda González crea una mirada muy lejos de la antropocéntrica de la que tanto se habla. Y desde ahí, bajo la óptica de animales e insectos, desde la fantasía a la realidad más brutal, nos sacude con una sinfonía narrativa que lleva compases con una profunda reflexión sobre el vínculo entre lo animal y lo humano.

PREGUNTA: ¿De dónde nace su interés en plasmar temas relacionados con el cambio climático en este momento?

RESPUESTA: No sé por qué, pero empezó a interesarme la relación de lo animal con lo humano. Sentí que no estaba resuelta en muchas cuestiones narrativas que me había planteado. Me parecía que era muy fácil empatizar con una ballena porque es un mamífero que representa muchas cosas y del cual nos sentimos muy cercanos, es muy simpático, etcétera, etcétera.

Yolanda González, autora de 'Fusión: seis ficciones salvajes'

Yolanda González, autora de 'Fusión: seis ficciones salvajes'

Pero luego me pregunté qué pasaba con todos aquellos seres que de alguna manera nos son casi hostiles y extraños, como puede ser una araña o un mosquito y cómo nuestra relación con ellos había fraguado también nuestra historia. Y todo desde un punto de vista también del extractivismo, el modelo económico basado en la extracción masiva de recursos naturales.

Entonces, a partir de esa premisa, mi intento tanto en la novela anterior como en Fusión es construir el relato con mayúsculas de lo que somos, fijándome en esas relaciones de lo humano con lo no humano e intentando descentrar la perspectiva.

P: Se habla mucho del antropocentrismo actualmente y es muy curioso que comente esa necesidad narrativa de desplazarse de ese centro tan humano, tan materialista y egocentrista. Algo que hace en el relato Seda salvaje. Una historia absolutamente fascinante, centrada en 1900, sobre la obsesión de un misionero francés por la producción de hilo de seda procedente de un tipo de araña de Madagascar para competir con China. Un hilo con el que quiere hacer un manto y presentarlo a la Exposición Universal de París. ¿Cómo nace toda esta historia? ¿Hay parte de real y de ficción?

R: En algún momento se me debió cruzar una información de un jesuita francés que vivió en Madagascar, y la historia me pareció absolutamente delirante, un ejemplo de la hybris humana. Era algo tan banal y tan accesorio, seda de hilo de araña. Un millón de arañas para tejer un manto… No me alcanzaba la imaginación. Entonces el proceso de investigación fue muy largo.

Porque había mucha documentación, muy oculta pero sí muy detallada desde el punto de vista que había hasta grabados de las guillotinas de las arañas para extraer el hilo de la araña. Porque el señor, este loco, tenía absolutamente computado todos los metros de hilo que salían. Y luego está en un momento político…Claro, que al final dices, bueno, ¿por qué? ¿Por qué se dedicaron a esto? Porque el momento político era muy parecido a donde estamos ahora. Era una guerra comercial entre China y Francia por el control de la seda y habían intentado el cultivo de los gusanos de seda, pero no funcionaba al nivel tan alto como lo producían los chinos Y decidieron probar con las arañas. Había una cuestión también geopolítica. Al final siempre te encuentras con la extracción de recursos y con la geopolítica. Está todo detallado, hasta lo ocurrido en la Exposición Universal de París de 1900 con el manto de hilo de araña.

P: Lo que narra que ocurre en la Exposición Universal es una locura. Había exhibición de seres humanos. Exhibición de los llamados ‘salvajes’.

R: Me interesaba mucho ligar esas dos cosas. El destino de la araña y el destino de los seres humanos considerados como animales salvajes, y de ahí también unirlo con una cuestión: ¿Qué es lo salvaje? 1900 era la cumbre del progreso, de la electricidad como reina de todo lo que estábamos consiguiendo y, a la vez, es el momento en el que el salvajismo está más patente.

P: Un ‘salvajismo’ que, en cierto modo, simboliza una conexión especial del indigenismo con la naturaleza que de alguna manera queda destruida por un misionero con un exceso de afán civilizatorio, que acaba planificándoles la vida a los indígenas para hacer otra cosa que tiene unas consecuencias devastadoras para el medio ambiente. Algo que sigue ocurriendo actualmente.

R: A mí lo que más me movió a escribirlo es que la experiencia se repitió hace unos cuantos años. La repetición de esa experiencia por unos individuos anglosajones. Volvieron a hacerlo con mucha más locura. Y dices, bueno, ¿por qué? Además, en Madagascar, que es uno de los de los lugares más devastados por el cambio climático, con el impacto de los ciclones debido a la deforestación y a todas las consecuencias que eso tiene. ¡Es bestial! En el mismo momento en el que ellos estaban sacando el hilo de un millón de arañas estaba sucediendo la catástrofe climática. Entonces, como dices, es que no es una vez, es que lo seguimos haciendo y en una dimensión casi mayor.

P: Me gustaría que habláramos un poco de la necesidad del diálogo intergeneracional que propones en uno de los relatos de Fusión que sucede en un restaurante, entre dos personas de la misma familia: padre e hija. ¿Necesitamos acordar un relato común intergeneracional?

R: Sí, sí, ese relato juega con el cambio de escala de lo micro a lo macro. Es verdad que son un padre y una hija, pero lo que representan, por una parte, son las cuestiones más macro, más generacionales. La deuda generacional que tenemos como responsables de lo que está pasando y, sobre todo, no solo con nosotros mismos, sino también con todas las generaciones futuras. Y también es un juego a lo que ha sido siempre, literariamente, la naturaleza como metáfora de lo humano, como receptáculo de nuestras pasiones. Nuestros sentimientos como correlato simbólico de lo que nos sucede y quería hacerlo al revés. De ahí que la enfermedad que el protagonista sufre es la enfermedad climática.

¿Cómo lo afrontaríamos? Si te dicen que tienes una enfermedad degenerativa brutal, que te puedes morir si no atiendes al cuidado de una serie de condiciones, si no tomas medidas vas a acabar destruyéndote, ¿no? Y, entonces dices, bueno: me dedico a no tener en cuenta nada de lo que me están diciendo a pisar el acelerador y a vivir el carpe diem. Ese es el juego. Por un lado el generacional y por otro lado la equivalencia de nosotros, individuos como planeta. De alguna manera, al encarnar el problema planetario en un individuo, esto interpela más directamente al lector. No sé si lo he conseguido, pero vamos, la intención básica era esa.

Portada de libro con ilustración de león blanco manchado de rojo sobre pedestal, título

P: Sí, sí, está muy conseguido. Y, además, con el juego de que el escenario sea un restaurante en el que hay todo tipo de productos de todo el mundo, de alta gastronomía. Con la constatación de que el transporte de esos productos va en contra de todo por lo que lucha la ecología actual.

R: Sí.

P: No hay productos de proximidad ni nada por el estilo.

R: No, no. Y no es una comida precisamente frugal de la que necesito alimentarme.

P: No, claro, es una comida muy hedonista… Las personas que trabajan en la ficción, tanto literaria como cinematográfica, tienen un gran poder para generar ese cambio de mirada en lectores y espectadores. ¿A qué literatos y a qué cineastas admira por el trabajo que hacen dentro del campo de la crisis climática?

R: Sobre cuestiones de crisis climática, catástrofe climática en todos los niveles y, sobre todo, donde yo tengo puesto el foco de atención, que es en la cuestión más de la destrucción y extractivismo, pues la verdad es que no somos muchos los autores que estamos en esa mirada.

Hay una naturaleza verde con la que sientes un deseo de conectar y luego hay una naturaleza transformada por un proceso de destrucciones que me llama, me apela más.

Y ahí el documental, el trabajo de documental es súper fuerte y súper bueno. Hay un autor de un documental que me impactó mucho Ian Urbina, Océano sin ley.

Y en literatura Eduardo Romero que está entre la ficción y la no ficción y habla de la minería, de la extracción de recursos en ¿Cómo va a ser la montaña un dios? Y también Lodo, de Begoña Méndez, sobre el Mediterráneo, la manga del Mar Menor como sujeto político me parece también un libro impresionante.

Y luego, a nivel de pensamiento, pues me nutro mucho del pensamiento francés, sobre todo lo que viene desde la cuestión de la antropología, de la diferencia entre naturaleza y cultura. Todo aquel pensamiento que va desde Levi Strauss, Descola, Latour, Morizot y Charbonnier.

Hay un novelista francés, Joseph Andras, que me parece magnífico, sobre todo su libro Así les hacemos la guerra, que también está en la cita de Fusión. Luego está todo el ensayo español de diversa índole, Riechmann, Valladares, Herrero, Santiago... Más los clásicos... Vamos, que en mi biblioteca y en mi ordenador dialogan y discuten unos con otros y yo procuro no casarme con nadie.

P: Ya para finalizar. ¿Qué le gustaría que le dijeran de su libro?

R: ¿Qué pregunta más curiosa? No lo sé... La resignificación. Es decir, la capacidad de ver una realidad. Mi forma de narrar hace que el lenguaje se ajuste de otro modo al habitual. Es decir, que el lenguaje esté usado de una manera y, de repente, las palabras cobren otro sentido y ayuden a ver la realidad desde otra perspectiva.