El gas en Mozambique y Senegal genera más conflictos que prosperidad
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- Se espera que Mozambique se convierta en el tercer mayor exportador africano de gas natural licuado
- ¿Puede la explotación de gas en Senegal crear puestos de trabajo y reducir la migración a Europa?
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El gas africano podría asegurar el abastecimiento de nuestro continente. Las grandes energéticas despliegan inversiones y recursos para explotar las grandes reservas halladas en Mozambique y Senegal en la última década.
Pero los beneficios generados por estas explotaciones no repercuten en el desarrollo de sus poblaciones. Hasta ahora, tanto en Mozambique como en Senegal, los beneficios inclinan la balanza de las compañías energéticas y de las necesidades de Europa.
El gas africano sustituye al ruso
Europa necesita gas y dirige su mirada hacia el sur. La invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto la enorme dependencia de Europa y, principalmente de Alemania, del gas ruso. Este conflicto ha creado un punto de inflexión radical. “Hemos aprendido a no depender demasiado de un único proveedor”, confiesa Timm Kehler de Zukunft Gas, el principal grupo alemán del gas y del hidrógeno.
“Hemos aprendido a no depender demasiado de un único proveedor“
Y ven en el aumento de las importaciones de gas africano una solución al problema del abastecimiento en Europa. África posee abundantes reservas de gas. Los yacimientos de las costas del continente africano alcanzan casi los volúmenes de los de Estados Unidos. De hecho, entre 2010 y 2020, en África, se descubrió el 40% de las reservas de gas del mundo, de las que alrededor de la quinta parte se utilizan en Europa.
Mapa de Europa donde se indican las terminales flotantes de gas natural licuado. © NZZ Format
Mozambique, lo que el tiempo se llevó
En 2010, apareció un tesoro en las costas de Mozambique. En los fondos marinos de esta zona del sureste africano se descubrieron los mayores depósitos de gas del continente. Pemba es la capital de la deprimida provincia de Cabo Delgado. Cuando se produjo el hallazgo, un consorcio del sector gasístico firmó acuerdos con el gobierno mozambiqueño para la explotación de estos yacimientos.
Este es uno de los hoteles, entre otras construcciones, que se acometieron en Pemba en relación con el esperado negocio del gas. © NZZ Format
Durante los tres años siguientes, una burbuja de inversiones comenzaba a hincharse al tiempo que avanzaban las prospecciones logísticas en el Índico. “Me empecé a interesar cuando me di cuenta de lo que se estaba moviendo alrededor”, recuerda Hizidine Acha. Este periodista local lleva años informando sobre estos yacimientos y la llegada de muchos extranjeros con inversiones diversificadas que poner en marcha en torno a la explotación de gas. “Había llegado el momento de situarnos en el mapa”, explica Hizidine.
“Había llegado el momento de situarnos en el mapa“
Se compraron playas enteras donde construir hoteles, apartamentos de lujo y tiendas a la espera de que se pusiera en marcha la extracción de gas. La población mozambiqueña se ilusionó con la posibilidad de beneficiarse con este bien preciado que tenían en sus costas. Sin embargo, el tiempo hizo estallar la burbuja. La explotación de la plataforma flotante de gas natural licuado tuvo que esperar hasta 2022, cuando, por primera vez, se empezaron a cargar buques con este gas para transportarlo a Europa y Asia.
El periodista Hizidine Acha lleva buena parte de su carrera investigando e informando sobre los hallazgos de gas de su país. © NZZ Format
Esta demora fulminó cualquier inversión hecha años atrás, que se vio traducida en negocios abandonados y población desempleada. Aprovechando el caldo de cultivo del descontento, la insurgencia islamista comienza a sembrar el caos en el país. “Con las decapitaciones y las imágenes que los terroristas publicaban en las redes sociales, la población local estaba aterrorizada”, relata el periodista Acha. Los terroristas atentaron contra la empresa francesa de energía Total. Murieron más de mil personas y la compañía cesó sus actividades.
Hoy día, “sigue habiendo la misma pobreza y la gente se ha radicalizado aún más”, revela Bárbara Kruspan que lleva 30 años viviendo en Pemba y dirigiendo la ONG Solidarmed. El gas no ha mejorado la vida del pueblo mozambiqueño.
Imagen de la infraestructura gasística que la energética francesa Total tenía abierta en Mozambique hasta 202. © NZZ Format
Senegal, el otro El Dorado
Senegal se encuentra en la actualidad en la misma situación que Mozambique cuando se descubrieron sus pozos de gas, pero no se ha creado la misma expectación. Karamba Diaby, de origen senegalés, fue diputado en el Bundestag por el SPD, en 2013. Viaja cada año a su país para visitar a su familia. “Acabamos de descubrir nuestros propios depósitos de gas y todavía no hemos empezado a venderlo”, manifestaba a principios de 2016, cuando las prospecciones dieron con otra de las mayores reservas de gas de África.
“Acabamos de descubrir nuestros propios depósitos de gas y todavía no hemos empezado a venderlo“
El yacimiento Gran Tortuga se ubicaba en la región costera de Saint Louis, la capital pesquera. Allí, BP ha instalado una plataforma anclada al fondo marino donde se licúa el gas natural para poder transportarlo a los mercados internacionales, entre ellos Europa.
En esta plataforma flotante de Senegal se licúa el gas que será transportado en buques hacia Europa y Asia. © NZZ Format
Diaby piensa que los ingresos que los países obtienen de la explotación de sus fuentes de energía, deberían dedicarse a la creación de empleos. Pero Senegal, en este aspecto, ha seguido lamentablemente los pasos de Mozambique. “Todos nuestros problemas tienen que ver con la plataforma del gas”, apunta Fatou Diagne, la presidenta de la cooperativa pesquera de mujeres de Saint-Louis.
Moussa es pescador en estas costas senegalesas y ellos también han sufrido las consecuencias de la explotación y licuado del gas de su país. “Esta plataforma de gas está justo encima del arrecife en el que hemos pescado siempre”, explica con preocupación.
Moussa es uno de muchos afectados por la explotación de gas en su país, Senegal. © NZZ Format
Sin pesca y sin posibilidad alguna de empleos en la gasística, Saint-Louis se ha convertido en un núcleo de migración a Europa. Tan solo en 2023, más de 40.000 personas zarparon hacia España en estas embarcaciones y uno de cada diez murió en la travesía. Mientras los hombres no tienen ya esperanza alguna de ser empleados, Fatou no se rinde y pide justicia porque dice que no está dispuesta a que su país vuelva a verse explotado por empresas extranjeras.
Fatou no puede entender que los extranjeros les arrebaten el mar donde pescan y del que obtienen el sustento de sus familias. © NZZ Format
Aquí ya todo el mundo piensa que, si sobre ellos no revierte beneficio alguno de sus propios recursos, el gas africano será una bendición para las multinacionales energéticas, pero se convertirá en una maldición para ellos, los pueblos que albergan en sus territorios el preciado bien.