El sueño también es cuestión de dinero: "Cuando pague los 7.000 euros que debo, entonces dormiré bien"
Así dormimos (o no) en España: un análisis con datos, testimonios y expertos sobre cómo las condiciones económicas y emocionales afectan al descanso, y cómo dormir poco o mal influye en la productividad.
Lola no duerme bien. En realidad, nunca lo ha hecho. Creció en un barrio humilde, en una familia sin recursos y con demasiadas preocupaciones económicas como para descansar tranquila. “No se duerme igual cuando no tienes un puto duro”, resume contundente la joven de 28 años. Arrastra desde la adolescencia, junto a la ansiedad, préstamos familiares y deudas que no han dejado de crecer. “Cuando pague los 7.000 euros que debo, entonces dormiré bien”, asegura.
Su caso no es una excepción. En España, la mayoría de la población duerme entre siete y nueve horas, pero esa horquilla esconde realidades muy distintas. Cada vez más personas se despiertan con cansancio y con la sensación de no haber tenido un sueño reparador. Dormir, como alimentarse bien o acceder a una vivienda digna, también depende del entorno, el trabajo, la salud mental o el nivel de ingresos.
La calidad del sueño: dormimos, pero no descansamos
Los españoles duermen una media de 7 horas y 52 minutos al día, según el portal especializado Bedlab. Nueve de cada diez alcanzan el mínimo recomendado, pero solo un 29,7% afirma levantarse descansado. Más de la mitad califica su sueño como “regular” y un 14,3% como “malo”.
Las personas con menor nivel educativo, ingresos más bajos o empleos más exigentes sufren más insomnio y somnolencia diurna, especialmente las mujeres (1,41 veces más), según un estudio de la plataforma Alianza por el Sueño e Ikea. La calidad del descanso también se resiente en barrios desfavorecidos, como el de Lola, donde se duerme menos y peor.
Así, en hogares de renta media-baja, el problema es estructural: jornadas largas, horarios irregulares, habitaciones compartidas, ruido y un entorno familiar inestable. Todo influye, especialmente en los menores. “Una alteración del sueño en la infancia puede tener repercusiones a largo plazo en la edad adulta, tanto a nivel inmunológico como endocrino y mental”, advierte la neuropediatra Lucía Monfort. Si el déficit se cronifica, añade, “se cometen más errores y hay más problemas de atención y de hiperactividad y, con ello, problemas de rendimiento académico”.
Carlos, autónomo de 25 años, y Jaime, de 29, terminan sus jornadas laborales tarde y llegan a casa agotados. Aunque duermen unas siete horas, nunca se levantan reparados. Carlos, con la cabeza llena de problemas económicos, amanece sin energía: “No me concentro, no socializo y tampoco puedo gestionar los problemas del trabajo”. Y Jaime, que se despierta varias veces por la noche por el ruido, siente que los largos trayectos diarios le roban el día: “Madrid te obliga a adelantar la rutina y te quita horas de sueño”.
Para la investigadora Clara Muñoz el problema no está tanto en las horas que dormimos como en la calidad del sueño. Esta mala percepción, explica, puede ser “un indicativo de los niveles de estrés crónico que padece la población” y también “una falta de pautas adecuadas para un buen descanso”, lo que se conoce como higiene del sueño. También señala que en España “es muy difícil acostarse antes de las 22:00”, algo clave para respetar los ritmos circadianos.
En esa línea, el cambio de hora de este fin de semana agravará los problemas de sueño. Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (FESMES), señala que el sueño depende también de la luz natural: “Iniciamos el sueño en función de la luz que recibimos a primera hora, y como en este país amanecemos a oscuras, el influjo del sol es tardío”. Considera que lo ideal sería “no cambiar la hora de invierno a verano” o incluso adoptar el horario de Londres.
El insomnio, un problema de 11.000 millones de euros
La mitad de la población mundial sufrirá algún trastorno grave del sueño en su vida, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), que señala que un tercio de los españoles tiene problemas de sueño. Pero solo el 10% está diagnosticado. Además del impacto personal, el económico también es elevado: cada año se pierden cerca de 11.100 millones de euros —el 0,82% del PIB— por la caída de productividad derivada del insomnio, según el instituto RAND Europe.
El insomnio crónico afecta al 10-15% de los españoles. La neuróloga Celia García Malo distingue dos perfiles: quienes no duermen lo suficiente y quienes, pese a cumplir las horas, no descansan. En ambos casos, “hay un montón de causas físicas detrás del mal descanso, y para tratarlo es clave hacer un estudio y tratarlo con terapia cognitivo conductual”.
En contextos de renta media-baja, afecta hasta al 17% de la población. Alicia (25) vive con sus padres —jubilados, compradores compulsivos y con problemas de salud— y se siente cansada todo el día porque se despierta seis veces por noche: “Mis padres son mayores y se levantan a las tres de la mañana a hacer ruido, a fumar, a limpiar, ponen la televisión alta y el gato no para de maullar”.
Carlos Egea, presidente de FESMES, señala que despertarse entre las dos y las cuatro es habitual porque se da un pico de cortisol. El problema aparece cuando cuesta volver a dormir: “El insomnio de mantenimiento crónico es cuando te despiertas con frecuencia y tardas más de una hora en dormirte”, explica.
Es lo que le ocurre a Luisa, de 26 años. Duerme entre cuatro y cinco horas, se despierta “taquicárdica, como si me hubieran dado un susto” y lleva una década tomando desde melatonina hasta antidepresivos. Aunque se ha acostumbrado a estar “más irascible”, el insomnio sigue siendo un problema: “Me enfada el no dormir y me como la cabeza con que no me puedo dormir”.
El impacto de la salud mental en el sueño
En los jóvenes, el insomnio está especialmente ligado a la salud mental. Un 19% de los casos se relacionan con ansiedad o depresión, y entre mujeres la cifra sube al 25,5%, según el estudio de Mapfre, la SES y la SEN. Bea (26) padece ansiedad desde hace años y aunque se acuesta a medianoche, no se duerme hasta las tres. Intenta seguir las pautas de su psicóloga, pero no siempre basta: “Me tiro todo el día reventada, sin paciencia y afecta a mi trabajo”, dice.
Otro patrón común es el despertar precoz: “Cuando te despiertas y no te vuelves a dormir porque te conectas con el mundo real, con las cosas que te preocupan como el trabajo”, explica Egea. Es lo que le ocurre a Alba, que toma tres pastillas de melatonina cada noche desde hace dos años y medio. “Mis noches son complicadas porque tengo sueños y pesadillas muy lúcidas y me despierto como si lo hubiera vivido”, cuenta. Su problema se relaciona con un trauma infantil y la ansiedad que arrastra desde entonces, algo que aún condiciona su vida: “Hay veces que me levanto, desayuno y me vuelvo a acostar porque soy un zombi”.
Según Raquel Nava, directora de Contigo Psicología Online, “los problemas psicológicos y el insomnio se retroalimentan”. A Paula (25), que estudia una oposición, y a David (27), que ha ascendido en su empresa, les afecta su contexto en el descanso. A ella, los turnos rotativos y los horarios tardíos de su familia le impiden establecer rutinas de sueño. Y él, aunque ha mejorado laboralmente, sigue llegando justo a fin de mes, algo que le preocupa porque no puede ahorrar para comprar una casa ni disfrutar del tiempo libre. Esa sensación de vivir solo para trabajar, sin espacio real para el descanso o el ocio, es lo que se conoce como pobreza de tiempo.
Según un informe del instituto RAND Europe, quienes tienen preocupaciones económicas duermen diez minutos menos al día. Puede parecer poco, pero refleja cómo el contexto condiciona el descanso. “No es lo mismo una madre soltera con tres hijos que trabaja nueve horas que una persona de cierto nivel económico que pueda pagarse a alguien para que le ayude. Todos tienen sus problemas, pero no les afectan de la misma manera”, señala la psicóloga Raquel Nava. “Hay problemas que son sociales, como no llegar a fin de mes, y esos no se resuelven yendo al psicólogo”, concluye.
Pantallas, cafeína y pastillas: hábitos que moldean el descanso
Queremos dormir mejor, pero nuestras rutinas dicen otra cosa. Ocho de cada diez españoles usan el móvil o ven la televisión justo antes de acostarse. Entre los jóvenes, el hábito se intensifica: pasan de media 48 minutos con el móvil en la cama y muchos tardan más de una hora en dormirse, según un informe de Mapfre, la Sociedad Española de Neurología (SEN) y la Sociedad Española del Sueño (SES).
Ricardo (32) evita el silencio con el móvil, incluso mientras cocina o se lava los dientes, y tarda hasta tres horas en dejar de ver vídeos y dormir. Ante esto, Celia García Malo, neuróloga y coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos del Sueño de la SEN, asegura que las pantallas no son problemáticas si se duerme bien, pero sí empeoran el insomnio.
Para combatir el cansancio, tres de cada cinco jóvenes consumen café a diario, y un 10% toma más de tres tazas. A esto se suman té, refrescos y bebidas energéticas. Jelen, sanitaria de 30 años con turnos de 13 horas, toma al menos un café y dos bebidas energéticas al día. También ha probado remedios naturales y diazepam, pero su situación económica le roba el sueño: “Los jóvenes en España estamos apretadísimos de tanto trabajar y no sabemos por dónde salir”.
María (26), opositora desde hace cuatro años, sufre migrañas incapacitantes por la falta de sueño. Ahora toma melatonina, tras probar cuatro tratamientos con efectos secundarios como temblores y depresión: “Puedo tener 15 días al mes dolor de cabeza y hay días que me he despertado con arañazos y moratones de apretarme el brazo”.
Como ella, el 27% de los españoles toma algo para dormir, ya sea remedios naturales como melatonina (16%) o fármacos con receta (11%), según Bedlab. En adolescentes, el uso sin supervisión preocupa: “Un 7% consume benzodiacepinas para dormir, cifra que sube al 12% en entornos de renta media-baja”, alerta Carlos Egea.
Para mejorar el descanso, los expertos recomiendan, entre otros hábitos, establecer horarios regulares de descanso, desconectar de las pantallas al menos media hora antes de acostarse, dedicar al menos 20 minutos de relajación para conciliar el sueño y meterse en la cama solo cuando se esté listo para dormir. Así, la higiene del sueño sirve de antídoto natural y ayuda a corregir o aliviar los trastornos que dañan la productividad y la calidad de vida.
Infografía: Juan Manuel Leralta (InfografíaRTVE / Evoluciona).