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Convivir con el volcConvivir con el volcán (IV)

Todoque, el pueblo de La Palma sepultado por el volcán

  • Las coladas de lava se han ensañado con esta población, que es la que peor parte se ha llevado de toda la isla
  • Sus habitantes intentan recomponer sus vidas, y ya piensan en reconstruir la comunidad a la que pertenecieron

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Imagen de archivo del pasado 22 de septiembre, con la colada de lava sobre la rotonda principal de Todoque.
Imagen de archivo del pasado 22 de septiembre, con la colada de lava sobre la rotonda principal de Todoque.

En la localidad de Los Cancajos, muy cerca de Santa Cruz de La Palma, la asociación Padisbalta ha instalado un belén tradicional que reproduce fielmente cómo era el barrio de Todoque. Allí está todo en miniatura: la iglesia de San Pío con su campanario, la plaza, la rotonda, la casa verde, el restaurante Altamira, la carretera... El montaje se ha convertido en un centro de peregrinación para muchos todoqueros, que se acercan para reencontrarse con el sitio que un día fue su hogar, y que permanecerá ya para siempre sepultado bajo la lava. La mayoría no puede evitar llorar de emoción cuando lo contempla.

La destrucción de los edificios de Todoque a cámara lenta ha sido la imagen más representativa de la tragedia de La Palma. De todas las poblaciones de la isla, esta es la que peor parte se ha llevado. "Todoque ha sido borrado como si nunca hubiera existido. En Las Manchas y La Laguna, que han sido afectadas parcialmente, los vecinos saben que pueden volver. Pero Todoque no tiene suelo ahora mismo que quede libre sin lava, y esto a los todoqueros les afecta de un modo más especial, porque saben que no podrán volver de ninguna manera, al menos a corto plazo", explica Alberto Hernández, el párroco de la localidad, que se convirtió en uno de los principales apoyos para sus vecinos cuando llegaron las embestidas del volcán.

Los habitantes de Todoque están ahora desperdigados por La Palma, e incluso hay algunos que se han marchado a otras islas como Tenerife, o a la Península, huyendo del dolor que les ha provocado la pérdida de su espacio vital. Debajo de la lava, no solo han quedado sepultadas sus casas, o sus terrenos. Allí también ha quedado un fragmento muy importante de sí mismos. "Hemos perdido el origen, la identidad, los referentes... En mi familia, mucho más, porque éramos muy de vivir en el barrio, en la calle. Éramos muy participativos, muy de vecineo, de lo que es vivir en un pueblo, y eso lo hemos perdido todo", describe Goretti Álvarez con lágrimas en los ojos.

Alberto Hernández: Todoque ha sido borrado como si nunca hubiera existido.

Esta todoquera vive de alquiler junto con su pareja en un pequeño apartamento, y desde que se produjo la erupción está sumida en un limbo donde cuesta vislumbrar el final. El volcán le ha partido por completo la vida, y ahora depende de unas ayudas económicas que están tardando demasiado en llegar. Cuando habla de estas ayudas, no puede evitar la comparación con el terremoto de la población murciana de Lorca, cuyos habitantes "al final recibieron muy poco". Además de haber perdido su hogar, Goretti se encuentra en situación de ERTE, al igual que su pareja, porque la empresa en la que ambos trabajan, relacionada con el sector turístico, tuvo que interrumpir todas sus actividades debido a la erupción.

Las imágenes de la lava engullendo Todoque han sido las más representativas de la erupción de La Palma.

Las imágenes de la lava engullendo Todoque han sido las más representativas de la erupción de La Palma. REUTERS / BORJA SUÁREZ

Familias incompletas

Nayra González también vive de alquiler en un piso junto con su marido y sus dos hijos. Pero la familia está incompleta. La casa de Todoque era lo más parecido a un pequeño zoológico, con dos perros, dos gatos, palomas, tortugas, peces… Ahora todos esos animales se encuentran recogidos en diferentes sitios, porque es imposible vivir con ellos en un piso, y el sueño de Nayra es volver a reunirlos a todos en una casa igual o muy parecida a la que tenían.

"La vida en Todoque era una maravilla. Mucha gente dice que no valoramos lo que teníamos, pero yo creo que sí que lo hacía. Teníamos la iglesia, un supermercado, el colegio, el centro de salud, la Asociación de Vecinos, los bares... Incluso la Playa de Los Guirres, que era a la que íbamos los todoqueros. Pero lo mejor de todo eran las fiestas de San Pío, el 21 de agosto...", recuerda Nayra con la voz entrecortada.

En la tragedia de Todoque, el verdadero punto de inflexión fue la caída de su campanario. Una imagen capturada en directo por las cámaras y después repetida en las pantallas de medio mundo hasta la extenuación. Aquello también supuso el desmoronamiento de sus habitantes, que aún trataban de asimilar todo cuanto les estaba sucediendo. El pueblo no solo perdió la torre y la iglesia, sino que también desapareció la plaza y todo lo que había alrededor de ella, ese espacio que era literalmente el corazón de la comunidad.

"Para muchos, su lugar de encuentro habitual era la iglesia, o su entorno, donde está la asociación de vecinos, la plaza… Todo estaba en la plaza. Los domingos por la mañana era un bullir de personas, y para mucha gente mayor era prácticamente su única salida semanal", describe Alberto Hernández, quien en ese momento perdió el templo al que había estado vinculado durante los últimos trece años.

Goretti Álvarez: Cuando cayó la iglesia, comprendimos que se nos había roto el barrio.

Goretti Álvarez cuenta cómo ver caer la iglesia "supuso el verdadero momento en el que cambiamos de etapa, y pasamos de esa negación inicial al dolor". "No era solo por la iglesia, sino porque se nos había roto el barrio. Se fue la iglesia, la plaza y la asociación vecinal, que estaba todo junto. O sea, el núcleo de Todoque dejó de existir", rememora.

En el caso de Nayra, el día que vio caer la torre también "fue el más doloroso", y para ella y su familia resultó aún peor, porque sucedió el mismo día que perdió su casa. Una fecha que ya no podrán olvidar nunca: el 26 de septiembre de 2021. "Fue durísimo, porque vimos caer nuestro símbolo, y nos quedamos como huérfanos. Mientras quedara la iglesia, hubiéramos podido empezar a construir alrededor", asegura.

Hay una imagen de aquellos momentos que representa fielmente la impotencia de toda una isla ante el avance de la lava. La plaza de Todoque se encontraba en obras, y estaba allí el material de construcción: grandes palés con las baldosas que se iban a poner en el suelo. Efectivos de Protección Civil y bomberos, en un intento desesperado de desviar la colada para que no llegase a la iglesia, pusieron estos palés como un muro de protección. Aquello no sirvió de nada, pero ellos no podían quedarse de brazos cruzados sin agotar hasta el último recurso que estuviese en su mano.

Una red de familias conectadas

En Todoque, la comunidad lo era todo. Un sentimiento colectivo que hunde sus raíces en el patrón tradicional de construcción de viviendas que se ha seguido en el Valle de Aridane, como cuentan sus habitantes. El abuelo o el bisabuelo volvía de Venezuela o de Cuba con dinero, y lo invertía en una finca donde construía una casa. Pero ese terreno solía ser grande, así que allí también había espacio para que los hijos y los nietos levantasen sus viviendas. De esta manera, se consiguió tejer una red de familias conectadas unas con otras, que trasladaron esa unión a todos los ámbitos de la comunidad.

Goretti Álvarez recuerda cómo "todo lo importante de Todoque lo hicieron nuestros mayores con sus manos. Incluso el asfalto de las calles fue un trabajo comunitario, que se convirtió en una fiesta. El ayuntamiento ponía una máquina, y luego los hombres hacían el trabajo de asfaltado, mientras que las mujeres hacían la comida para todos y se la llevaban con los niños".

Ahora, el volcán más destructivo de todos los que se recuerdan en La Palma ha arrasado esa red forjada durante décadas, pero los todoqueros van a luchar por recomponerla algún día. "Estar cerca de Todoque me haría mucha ilusión. Yo soy de las que piensa que va a volver allí, a su casa, o a lo que quede de ella. No quiero que me expropien, y me gustaría volver a construir mi casa en el mismo terreno. Soy consciente de que va a pasar mucho tiempo, pero me gustaría regresar aunque sea para cuidar a mis nietos", expresa Nayra.

Nayra González: Me gustaría que todas esas personas siguieran formando parte de mi vida.

"Hablas con mucha gente que te dice que ni loca vuelve a Todoque, pero después estamos personas que nos gustaría estar cerca. No queremos pasar página, porque somos muchos los protagonistas de la historia de Todoque, que es muy bonita y aún la seguimos escribiendo. Tenemos que continuar y a mí me gustaría que todas esas personas siguieran formando parte de mi vida. Espero que después de todo esto sigamos juntos", agrega.

Como ella, Goretti también afirma que va a tratar por todos los medios de recuperar, en la medida de lo posible, la vida de Todoque, aunque es consciente de que es algo que "han perdido para siempre". "Puedes hacer otro pueblo, puedes reinventarte, pero lo mismo ya va a ser imposible. Aún así, yo también soy una de esas personas que va a luchar mucho por recuperarlo, donde sea y como sea", se muestra decidida.

En Los Cancajos, un belén tradicional ha recreado el barrio de Todoque con todo lujo de detalle. Es el emotivo homenaje a unas personas que lo han perdido todo, y que acuden allí para reencontrarse de alguna manera con toda esa vida que quedará bajo la lava. Cuentan que hasta el todoquero más duro llora como un niño cuando está frente a la representación en miniatura de su pueblo. Porque aquel era el centro del mundo para ellos, su hogar. Hasta que llegó un volcán maldito y lo sepultó para siempre.