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Alquilar sin compartir, un deseo inviable para muchos jóvenes: "Tengo trabajo y aun así no me lo puedo permitir"

  • La inestabilidad laboral y los salarios bajos impiden a numerosos jóvenes trabajadores independizarse completamente
  • El Gobierno ha anunciado esta semana un bono de vivienda de 250 euros mensuales para personas entre 18 y 35 años

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Una joven visita una vivienda en alquiler.
Una joven visita una vivienda en alquiler.

A veces, los números hablan por sí solos. David tiene 26 años, paga un alquiler de 533 euros y cobra por su trabajo 600 euros. Las cuentas en ningún caso pueden salirle y, aunque dispone de un colchón “pequeñito” que le permitirá subsistir durante unos meses, tendrá que buscar contra reloj unos ingresos extra para evitar que sus padres tengan que asumir nuevamente una parte de los gastos ligados a su vivienda.

“Firmé el contrato de este piso en agosto. Soy autónomo y me dedico a hacer vídeos. En ese momento mi facturación mensual me permitía empezar a hacer lo que todos los jóvenes queremos, que es empezar a independizarnos de nuestros padres y poder vivir en un sitio donde estemos a gusto con la gente que queramos, pero de repente las condiciones han cambiado y voy a tener menos trabajo. Desde este mes voy a cobrar 600 euros”, explica el joven a TVE.

Así es vivir con 600 euros al mes y pagar 533 de alquiler

Dos grandes losas: trabajo precarizado y escasa capacidad de ahorro

La capacidad de ahorro de David, como la de miles de jóvenes de su generación, es muy limitada por no haber conocido nunca lo que se entiende por "estabilidad laboral". También, por el hecho de vivir en Madrid capital, que copa el ranking de las ciudades más caras de España para alquilar una vivienda, según las últimas estadísticas disponibles (2018).

“Si no hay un pequeño colchón o unos padres que te apoyen, no se puede. Yo encadeno trabajos de grabación de un mes, luego estoy tres meses sin trabajo, luego en un trabajo de otra semana… No te da para independizarte”, dice David, que ha llegado a vivir en una habitación sin ventana dentro de un piso compartido con otros ocho jóvenes.

Si algo tiene claro ahora es que no le gustaría volver a dar un paso atrás después de conocer lo que es vivir de manera independiente y sin recurrir al apoyo económico de sus padres, quienes le han estado ayudando desde que se marchó de Extremadura a Madrid con 18 años para estudiar la carrera.

Por eso, David no dudaría, dice, en solicitar el ‘bono joven’ de 250 euros mensuales que contempla la futura ley de vivienda impulsada por el Gobierno: “Nos van a venir muy bien (los 250 euros) para dar un poco de tregua a nuestros padres".

Esta ayuda tendrá una duración de dos años y se podrán beneficiar de ella los jóvenes trabajadores de entre 18 y 35 años con rentas anuales inferiores a 23.725 euros. Estará limitada, eso sí, a alquileres de unos 600 euros, según han avanzado esta semana desde el Ejecutivo, que tratará de evitar que la medida "no provoque el efecto indirecto y genere un aumento de los alquileres", como algunos jóvenes creen que podría suceder.

Trabajadores abocados a compartir piso: "No me puedo permitir vivir sola"

David intuye que, al menos en su caso, percibir esa prestación no implicaría una subida del precio del alquiler por parte de su casero, pero Sofía, que tiene 27 años, se muestra mucho más escéptica respecto a la eficacia de esa ayuda: "Me gustaría conocer más detalles porque me parece que estas ayudas generalizadas sí pueden ayudar a que se suba el precio. Si todos los jóvenes tienen 250 euros, quizás se dispare el coste. Sobre todo, en los pisos que estén claramente dirigidos a estudiantes como los ubicados en zonas universitarias", dice la joven, que comparte piso con otras tres personas en la capital.

"Yo tengo trabajo, no estoy en mi momento laboral más precario y aun así actualmente no me puedo permitir irme a vivir sola. Supondría que más de la mitad de mi sueldo fuese a parar a un estudio y esto para vivir en algo decente porque hay auténticos zulos que quizás cuestan 500 euros. A veces, pasearse por portales de alquiler es, o ver la vida ideal que quieres y no puedes pagarte o ver que mejor te quedas como estás", señala Sofía a RTVE.es.

Ella explica que buscar un piso junto a una pareja es algo más factible, pero remarca que el acceso a la vivienda es aún más difícil para quienes lo que se plantean es irse a vivir solos. También hay que tener en cuenta, añade, que emanciparte de casa de tus padres o mudarte a otra vivienda, como sería su caso, también requiere de una inversión inicial que no todos pueden realizar.

"Tienes que tener suficiente dinero ahorrado para pagar por lo menos dos meses de fianza y quizá también una agencia. Es decir, ya no es solamente el mes a mes, sino que igual tienes que adelantar unos 2.000 euros", subraya la joven, que ha visto "dispararse" los precios en Madrid en los últimos cinco años y opina que muchas ciudades están "expulsando" del centro "a toda la clase media-baja".

Desconoce todavía si podrá cumplir los requisitos para acceder al 'bono joven' porque el Gobierno ha dejado claro que la ayuda está dirigida a trabajadores y ella no da por seguro que vaya a tener un contrato en ese momento. Lo que sí ve con claridad es que el problema de la vivienda es de gran calado y que está íntimamente relacionado con la inestabilidad laboral que sufren miles de jóvenes.

"Tener un contrato de más de seis meses ya lo consideramos estabilidad. Nos han convencido de que esto es lo normal, pero evidentemente no lo es. Yo tengo casi 30 años y plantearme la posibilidad de comprar un piso es imposible, ni siquiera un piso pequeño en mi pueblo (provincia de Valencia). ¿Quién te va a dar una hipoteca?", se pregunta Sofía, que, al igual que David, no habría podido salir del domicilio familiar sin la ayuda de sus padres.

Con 35 años y sin emancipar: "Sientes que la vida se te va"

Tampoco María sabe si cumplirá los requisitos para solicitar la nueva ayuda a la vivienda para jóvenes —tampoco cuenta con un contrato estable— pero, en cualquier caso, cree que para mejorar la situación de los jóvenes en España hace falta mucho más que impulsar una medida temporal.

“Emanciparse no es solo pagar un alquiler, es también pagar comida, agua y luz, que está además muy baratita ahora”, dice en tono irónico, refiriéndose al elevado precio de la electricidad, que sigue batiendo récords.

En lo que va de 2021, esta maestra granadina solo ha tenido un sueldo digno durante tres meses; los tres meses, precisa, que estuvo trabajando como interina en un colegio de Almería cubriendo una baja.

En ese tiempo en el que estuvo desplazada de su provincia, María se vio obligada a compartir piso con otras tres personas y a su vuelta, tras el fin del contrato, regresó, sin más remedio, a casa de sus padres.

“Si tuviera mi plaza o trabajara como interina durante más tiempo sí me lo podría plantear, pero así no. Tengo que pagar la letra del coche y la academia de las oposiciones, y no me da el dinero para más”, comenta la joven, que actualmente compagina el estudio con la limpieza de hogares por horas y con las clases particulares que imparte a varios estudiantes de Primaria.

En total, gana al mes poco más de 700 euros mientras que un alquiler para ella sola en su provincia, como mínimo, le costaría unos 400, dice.

Vas posponiendo todos los planes, pospones irte a vivir sola, pospones tener hijos

Por razones como las que expone María, España es uno de los países con la emancipación juvenil más tardía de toda Europa. Según los datos de Eurostat (abril 2020), la edad media de emancipación en la UE es de 26,2 años y en España es de 29,5 (es el sexto país por la cola).

Además, el retroceso en la edad de salida de casa de los progenitores no ha dejado de ensancharse desde 2008, como señala el Informe Juventud en España 2020: si en 2010 un 53,3% de jóvenes entre 18 y 34 años vivía aún con sus padres, en 2019 se encontraba en esta situación el 64,5%, 10 puntos más. Eso, sin contar aún con el perjuicio que haya podido ocasionar la crisis de la COVID-19.

“Claro que te frustras porque quieres tener una estabilidad y es imposible. Te tiras toda la vida estudiando y sientes que la vida se te va. Vas posponiendo todos los planes, pospones irte a vivir sola, pospones tener hijos… No tienes calidad de vida”, lamenta María, que incide en que no es nada agradable tener 35 años y seguir viviendo con tus padres.

Problemas para acceder a la vivienda más allá de la juventud

Los problemas que relatan David, Sofía y María no son tan distintos de los que cuentan otros trabajadores de más edad que también se han topado con enormes dificultades para acceder a una vivienda en zonas donde el precio del alquiler es muy elevado.

Unai cuenta que no le queda más opción que compartir piso con otras dos personas en la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes, donde trabaja. Tiene 47 años y un trabajo estable como técnico y comercial, pero también le resulta "inviable" asumir el coste mensual de un piso para él solo.

"Desconozco la ley de vivienda, pero es cierto que con una nómina de entre 1330 y 1500 euros es inviable pagar una vivienda", subraya.

Actualmente, su casero le cobra 460 euros por una sola habitación del piso en el que vive y esa cuota le incluye los gastos generales, mientras que el precio del alquiler de una vivienda para él solo le costaría en torno a los 750 euros. En su caso, significaría dedicar más de la mitad de su sueldo y tendría todavía que sumar los gastos de agua, luz o internet. Si además tienes hijos, como es el caso de este alavés, que está divorciado, las posibilidades de optar por un alquiler independiente se reducen aún más.

"Si quieres algo más barato puedes ir a barrios más apartados y es posible que tengas habitaciones por 250 o 300 euros, pero estamos hablando de habitaciones que están en bajos interiores o que tienen bastantes problemas de todo tipo, como humedades: No son muy aptas para vivir", dice Unai, que explica que también en el País Vasco, de donde él procede, los precios son demasiado altos en estos momentos.

De hecho, Guipúzcoa y Vizcaya se encuentran justo por detrás de Barcelona y Madrid en el listado de provincias más caras para vivir, y Álava se sitúa en el séptimo lugar.