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Coronavirus

Jóvenes investigadores denuncian la falta de financiación tras la pandemia: "Hay mucha precariedad"

  • RTVE.es pone rostro a la generación de doctorandos en España en diversos ámbitos
  • Piden más recursos para continuar con sus proyectos y reducir la incertidumbre laboral

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Andrea Gila, doctoranda en leche materna y bebés prematuros en la Universidad Autónoma de Madrid
Andrea Gila, doctoranda en leche materna y bebés prematuros en la Universidad Autónoma de Madrid

Campañas de crowdfunding, trabajos parciales o incluso irse fuera de España. El parón económico por la pandemia y los retrasos a la hora de acceder a ayudas públicas ha llevado a que estas sean, para algunos jóvenes investigadores, las únicas vías de financiación para seguir adelante con sus proyectos.

RTVE.es habla con doctorandos de diferentes ámbitos – una de las primeras etapas hacia la carrera de investigación- que se han visto obligados a sortear no solo los retrasos por el confinamiento, sino también las condiciones, en ocasiones, precarias, que venían padeciendo desde antes de la pandemia. Piden que se destinen más recursos y que, tras el doctorado, se den más oportunidades laborales que acaben por fijar la ciencia en nuestro país.

“La situación en la investigación es difícil y aún hay mucha precariedad. Tenemos que conseguir un impulso decidido y que este no se frene tras la pandemia o volveremos a cometer los mismos errores”, dice la investigadora predoctoral de enfermedades neurodegenerativas, Inés Ripa, cuyo proyecto está paralizado debido a la falta de financiación por la pandemia.

Un crowdfunding contra reloj para investigar

Inés Ripa y Sabina Andreu son dos investigadoras predoctorales aragonesas que llevan año y medio inmersas en el estudio de antivirales para hacer frente al coronavirus (Proyecto NeuroCovidUna labor que ahora está pendiente de un hilo después de que la empresa canaria que financiaba sus contratos les haya retirado su apoyo al entrar en crisis por la pandemia. “Es demoledor ver cómo se paraliza todo el trabajo que hemos hecho hasta ahora”, lamenta Inés que trabajaba junto con su compañera en el grupo de NeuroVirología del departamento de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid.

El centro cuenta con una financiación pública de 30.000 euros, aunque se destina fundamentalmente a material. Sin embargo, conseguir más por esta vía “no es nada fácil”, asegura, por su parte, Sabina. “Las becas o contratos públicos son muy escasos y competitivos y es muy difícil acceder a ellos. Había que buscar más alternativas”, cuenta. Datos del Ministerio de Ciencia muestran que la Administración General del Estado dispone de convocatorias “con alrededor de 2.000 contratos cada año para predoctorales”, mientras que “las de posdoctorales suman 850 contratos anuales”. En cuanto al número de doctorandos superó los 89.000 en 2019-2020, según datos provisionales del Ministerio, que a pesar de la dimensión de la cifra, supone el primer descenso en los últimos cinco años.

La situación les ha llevado a iniciar un crowdfunding contra reloj. El objetivo está marcado en 230.000 euros de los cuales 120.000 irán destinados a los contratos de las dos investigadoras durante tres años. El resto se repartirá entre equipamiento, publicaciones y congresos. “Si no conseguimos otra fuente de financiación tendremos que cerrar esas líneas de trabajo. La pandemia y muchos otros avances a lo largo de la historia han demostrado que la ciencia no es un lujo, es una inversión”, añade el director del grupo José Antonio López-Guerrero, que pide apoyo para que “el talento no tenga que irse fuera del país”.

El Ministro de Ciencia, Pedro Duque, presentó en marzo el Pacto por la Ciencia y la Innovación en el que se planteó que “la financiación pública del sistema de ciencia e innovación se incremente de forma regular hasta alcanzar el 0,75% del PIB antes de 2024 y el 1,25% en 2030”, lo que sumando la aportación del sector privado resultaría en el “2% de nuestro PIB en 2024 y en el 3% en 2030”. Pero, hasta entonces, España sigue a la cola de la investigación científica en Europa, ya que la media de la Unión es de 2,13 %, según datos de Eurostat.

Trabajos extra para cubrir los gastos del doctorado

El crodwfunding también fue la opción tomada por Andrea Gila, enfermera investigadora sobre leche materna y bebés prematuros, para financiar su investigación. “Pedí becas públicas, financiación privada y todas las puertas se me fueron cerrando. Era muy desesperante y opté por el crowdfunding. Sentía que estaba pidiendo limosna para investigar así que me hice una foto con un cartel pidiendo en la calle para acabar la tesis. Se hizo viral y mucha gente me mostró su apoyo porque también se sentía reflejada”, cuenta esta joven madrileña que finalmente consiguió 15.000 euros para cubrir algunos gastos de material, pero no su trabajo diario.

Desde entonces ha tenido que buscar otros proyectos y empleos para seguir recaudando. “He conseguido un contrato de financiación mixta en otro proyecto diferente al mío. El sueldo es de poco más de 1.000 euros y piden exclusividad por lo que tampoco puedo alternarlo con otros trabajos que alivien los gastos”, afirma Andrea. Para ella, la clave está en aumentar los recursos públicos y en la revisión de criterios de los contratos: “Muchas veces la nota del grado es decisiva para conseguir financiación pública, pero puede ser que cuando lo estás cursando no tengas claro que quieres dedicarte a la investigación. Publicaciones, idiomas, especializaciones, experiencia o estancias deberían fomentarse más durante la carrera y tenerse también más en cuenta”, enumera.

Ana es otra investigadora que también empezó el doctorado en ciencias de la educación sin financiación y aunque ahora ha conseguido un contrato para investigar en la Universidad de Málaga, ha tenido que alternarlo con trabajos como pedagoga para costearse los gastos. “Hay que moverse mucho, ir a congresos, conseguir contactos, etc. Algo que también se hace muy difícil con la pandemia y la reducción del contacto”, lamenta esta joven. La expansión del virus hizo, además, que tuviera que renunciar a su estancia en Alemania. “De momento, tengo la tesis incompleta, me faltan los datos comparativos de Alemania y, además, se ha introducido la variable de la pandemia que puede alterar las cifras. Hay que estar en constante innovación, pero esto, muchas veces, no se tiene en cuenta”, señala.

Preocupaciones y retos de la comunidad científica

Dejar España: una opción que se reabre tras la pandemia

Los problemas de financiación han hecho que dejar España vuelva a ser una opción para muchos investigadores. Jóvenes como Marta han comenzado su camino hacia el doctorado - en este caso, sobre la explotación laboral en el medio agrario- poco después de irrumpir la pandemia y, ante la falta de financiación, no descarta buscarla en otros países como Francia.

“No he podido acceder a becas y muchas de las ofertas de trabajo en mi ámbito son de prácticas y, además, sin remunerar. Con la pandemia y el cierre del comercio se hizo incluso más difícil buscar empleo, así que por el momento estoy tirando de ahorros. Es insostenible y no descarto tener que ir a buscar financiación fuera”, cuenta esta doctoranda almeriense. De producirse una ‘fuga de talentos’, esta no sería la primera en nuestro país, ya que un informe del Observatorio de Investigación e Innovación de la Comisión Europea (RIO, por sus siglas en inglés) reveló que España perdió el 9% de sus investigadores en el periodo 2010-2015.

Sofía, doctoranda en traducción y literatura experimental, tampoco descarta dejar el España “si no encuentra oportunidades” aquí, y pide que no se relegue la investigaciones relacionadas con las letras y las ciencias sociales. “Se habla menos de ellas, pero también son muy relevantes”, recuerda esta joven que, aunque tiene beca de la Universidad de Salamanca y el Banco Santander, también ha sufrido retrasos por la pandemia.

A largo plazo, denuncia “precariedad” y dificultades para acceder a las plazas de docencia e investigación. “El proceso hasta conseguir un puesto es muy largo y cuando llegas tampoco te aseguras que sea estable”, cuenta. Esta situación dificulta el relevo generacional, lo que desembocan en una plantilla cada vez más envejecida. Según los últimos datos disponible de RIO, el número de académicos con más de 50 años que trabajan en las universidades españolas pasó del 38,5 % en el período 2008-2009 al 45,5 % en el período 2014-2015.

"Es muy difícil dedicarse a la ciencia aquí"

La pandemia ha supuesto un doble golpe también para los investigadores que vienen a España. Son uno de cada cuatro doctorandos en nuestro país y la mayor parte proviene de América Latina y Caribe, 55%, seguidos por la Unión Europea, 22,8%. Un ejemplo de ello son Michel y Walter, investigadores en nanoóptica y física teórica, respectivamente, y financiados con una beca de La Caixa. “Antes ya era difícil poder acceder a pruebas y materiales, pero con la pandemia tuve que retrasar aún más los experimentos prácticos. Esto ha alargado el tiempo del doctorado, pero no la financiación”, reclama Michel. “Vine con esperanzas de quedarme, pero así es muy difícil dedicarse a la ciencia aquí. Creo ya había este problema antes, pero la pandemia ha evidenciado aún más los puntos débiles del sistema”, lamenta.

“Los contratos que recibimos son anuales, prorrogables hasta cuatro años. Esto genera mucha incertidumbre a la hora de pedir los visados y permisos de residencia que a veces no coinciden en fecha. El mío se caducó y entre la burocracia y la pandemia no recibí financiación de la beca durante más de 7 meses. Tuve que pedir dinero y aún estoy pagando las deudas”, cuenta Walter, procedente de Chile, y que, a pesar de los problemas, no dejó la investigación durante ese tiempo. “No podía dejar el trabajo sin más”, asegura, aunque cree que en el futuro acabará buscando oportunidades en otros países.

Retrasos e incertidumbre en la financiación pública

Entre los doctorandos que sí tienen financiación del Gobierno central también denuncian retrasos por la pandemia y pocas ofertas laborales a largo plazo. Laura, investigadora en inmunología en Barcelona y financiada por el Ministerio de Economía, cuenta cómo la escasez de material durante la pandemia ha provocado dificultades, algo que aún hoy se sigue notando. “Materiales como guantes o jeringas llegaba tarde. También aumentaron los precios”, explica, sobre una situación que puede acabar, en algunos casos, por “tensionar los presupuestos” en un sector ya preocupado por la financiación.

A estas dificultades se le suma la carga de trabajo. “La investigación son muchas horas durante toda la semana, a veces también sábados y domingos”, explica esta joven que no dejó de trabajar durante el confinamiento. También señala “mucha presión para publicar” y que esto pueda atraer prestigio al laboratorio o financiación. “Al final se convierte en una competición y un ambiente muy complejo que resta esencia al objetivo final de la investigación que es descubrir y ganar conocimiento”, opina. Esta presión puede desembocar en algunos jóvenes en ansiedad o depresión. Según un estudio publicado el 2018 en la revista científica Nature Biotechnology con entrevistas a doctorandos de 26 países, este colectivo es seis veces más propenso a desarrollar estas patologías en comparación con la población general.

En la actualidad, Laura ha conseguido una prórroga de contrato predoctoral debido a la pandemia, una medida que forma parte del Plan de Choque para la Ciencia y la Investigación presentado por el Gobierno. Sin embargo, no ha sido igual en todos los contratos financiados con recursos públicos, generando incertidumbre entre algunos investigadores.

Este es el caso de Fernando, un doctorando en neurociencia financiado con una ayuda para la Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Universidades. “Presenté mi solicitud de prórroga el pasado 13 de abril y todavía no he recibido una respuesta por parte de la Administración. Mi laboratorio me ha alargado el contrato y se adaptará en función de la resolución, pero no sé si tendré cinco meses o tres. Así se hace muy difícil planificar”, dice. Denuncia que algunos de sus compañeros se han quedado en el camino, ya que sus contratos acabaron antes del 2 de abril- fecha desde cuando se puede acceder a la prórroga- y además, “sin indemnización al final del contrato predoctoral”, algo que aún no tienen reconocido y que el sector reclama conseguir desde hace años.

Para Alejandro, en cambio, la incertidumbre se alargará más. Es doctorando en música electroacústica y arte sonoro y cuenta con una ayuda FPU, pero tampoco conoce si obtendrá la prórroga. Los requisitos disponen que debe solicitarse entre 2 y 9 meses antes de la fecha fin de su contrato que, en este caso, es octubre de 2022, lo que le complica planificarse. “He tenido retrasos en cuanto a las estancias y búsqueda de recursos externos”, cuenta este joven investigador que prevé que necesitará la ampliación.

En cuanto al rumbo de su vida laboral, ambos lo tienen claro. “Quiero investigar y quiero hacerlo en España”, defiende Fernando, aunque reconoce que es una “decisión complicada” por la temporalidad. “Parece que cuando acaba el doctorado hay un agujero negro, pero al menos lo intentaré”, dice, Alejandro. En una encuesta realizada en 2020 por el Ministerio de Universidades a los investigadores con FPU que habían terminado el doctorado hace cinco años, el 57,3% trabaja en una universidad o centro de investigación, aunque el 46, 5 % era con un contrato temporal.