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Cinco semanas que pueden cambiar Europa

  • Los líderes europeos multiplican sus contactos para tratar la crisis de la deuda
  • España, en el centro del escenario por ser la mayor preocupación de la eurozona

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Se han acabado las vacaciones de los líderes europeos. La mayoría ya han abierto sus agendas y las están llenando de citas inmediatas con un solo asunto sobre la mesa: la crisis de la eurozona.

Anuncian una actividad frenética para las próximas semanas y los mercados se han puesto en guardia: barruntan que el final de agosto y el mes de septiembre se vivirá un período decisivo para saber si la zona euro ahondará aún más en una crisis que puede llevar a su ruptura o si, por el contrario, logrará acertar con las soluciones que, no solo salven la moneda única, sino que permitan avanzar en el proceso de unión política y económica del bloque.

El comportamiento -lento y a rebufo de los mercados- de los dirigentes europeos desde que estalló la crisis de la deuda en Europa hace dos años y medio, no invita a confiar que ahora puedan solucionarlo todo en poco más de un mes.

Reuniones al más alto nivel

Sin embargo, la confluencia de varias reuniones y el desenlace de algunos procesos clave en la maraña europea han convertido a las próximas cinco semanas en cruciales.

Así, la carrera comenzará la próxima semana, cuando el primer ministro de Grecia, Andonis Samaras, realiza una gira para convencer a los principales líderes europeos de que flexibilicen el estricto corsé de austeridad impuesto a su país y ayuden a evitar su salida del euro. Atenas debería reconducir su déficit público hasta el 3% antes de 2014, pero Samaras intentará por todos los medios que se le concedan dos años más, hasta 2016.

Primero, recibirá el próximo miércoles en Grecia al luxemburgués Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, que reúne a los ministros de Economía y Finanzas de los 17 países del euro. Después, viajará el viernes a Berlín, etapa clave para sus aspiraciones. La reunión con Angela Merkel no parece propicia, ya que Alemania ya ha mostrado su oposición a suavizar las reformas y recortes impuestos a Grecia. Por último, visitará el sábado en París a François Hollande, en principio, el más propenso a ceder a sus ruegos.

Después de escuchar al líder griego, Merkel ha querido reunirse con Hollande, que viajará a la capital alemana el jueves 24 de agosto. Quizá el objetivo sea convencer al presidente francés de que no dé esperanzas a Samaras y evitar así una nueva nota discordante entre París y Berlín.

Aunque está previsto que Hollande y Merkel hablen también de España, las fechas clave para Madrid llegarán ya en septiembre.

El día 12 se espera el dictamen del Tribunal Constitucional alemán sobre la compatibilidad del MEDE con la carta magna germana. Sin su visto bueno, el fondo de rescate permanente no se puede poner en marcha para suceder al actual, que concluye en 2013.

España, en el centro del escenario

Seis días antes, el presidente Rajoy recibe en La Moncloa a la canciller alemana, Angela Merkel. Juntos conocerán las decisiones de la reunión mensual del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE).

Los mercados desean que el supervisor bancario europeo concrete ese día cómo piensa intervenir para rebajar el coste de las deudas de España e Italia. Hasta ahora, no ha especificado si comprará los bonos directamente, si lo hará en el mercado primario o en el secundario, ni si prestará el dinero a los bancos para que lo hagan ellos.

En la última reunión de la autoridad monetaria antes de las vacaciones, su presidente, Mario Draghi, dejó claro que el organismo actuará para defender el euro, pero insistió en que para que el BCE impulse las compras de deuda soberana de algún país, antes, ese Estado debe pedir ayuda al fondo de rescate para contar con capital para intervenir también en los mercados de deuda.

Con esa fórmula, el BCE pretende implicar a los Estados miembros y que el supervisor europeo no sea el único en aumentar su exposición a la deuda de países con problemas. De rebote, al pedir ayuda a los fondos de rescate –el temporal o su heredero, el permanente-, el Estado en cuestión se comprometerá con nuevos ajustes y se someterá a controles estrictos desde Europa.

Segundo rescate parcial, ¿sí o no?

Esas posibles nuevas condiciones han retraído hasta ahora a los Gobiernos español e italiano para solicitar la ayuda al fondo europeo de rescate. Ambos confían en que se concrete el acuerdo que arrancaron en la cumbre del 29 de junio, por el que los países más estrictos –Alemania, Finlandia y Holanda- aceptaron flexibilizar ese proceso de petición de la ayuda para comprar deuda.

Ante los medios de comunicación, nunca se detalló en qué podía consistir esa supuesta suavización, pero sí se insistió en que solo se concedería a los países que cumplan con sus compromisos de reducción del déficit público y de corrección de los desequilibrios económicos.

La confirmación de esa flexibilización de requisitos y la concreción de la ayuda que se podría recibir del BCE es lo que trata de aclarar el Gobierno español antes de decidir si va a pedir un nuevo rescate parcial a Europa, esta vez, destinado a reducir el coste de la deuda pública, un capítulo que crece sin freno y compromete la reducción del déficit.