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'Historias del barrio', un relato de la dura adolescencia del guionista Gabi

  • Dibuja Bartolomé Seguí, Premio Nacional del Cómic
  • "Un cómic duro pero muy real", según Gabi
  • El proyecto consiguió el I Premio de Cómic Ciutat de Palma

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Viñeta de 'Historias del barrio', de Gabi Beltrán y Bartolomé Seguí
Viñeta de 'Historias del barrio', de Gabi Beltrán y Bartolomé Seguí

Años ochenta. Barrio "chino" de Palma de Mallorca. Drogas, prostitutas, delincuencia y alcohol. Han pasado más de veinte años y ahora el guionista Gabi Beltrán rememora su adolescencia en Historias del barrio (Astiberri), un cómic duro "pero muy real" dibujado por Bartolomé Seguí, Premio Nacional de Cómic 2009.

"Me gusta escribir relatos sobre mi infancia, pero nunca me había decidido a contar mis años en el barrio chino de Palma. Fui empujado a hacerlo por algunos amigos, entre ellos Bartolomé (Seguí) y aquí están, unas historias sobre mi adolescencia en un barrio deprimente, lleno de familias desestructuradas, heroína y prostitutas, y en el que lo único que quedaba era intentar sobrevivir", explica Beltrán.

Y así fue cómo decidió hace diez meses escribir Historias del Barrio, un relato desgarrador en el que se narran los sueños de un grupo de adolescentes, obligados a criarse en uno de los peores lugares de Palma de Mallorca, "olvidado de la mano de dios", y que es, recuerda Seguí, el claro reflejo de la situación que vivieron muchas personas durante los primeros años de la democracia.

Las pandillas, un fenómeno de los 80

"Durante esos años se vivió en España un fenómeno que no tuvo parangón que fueron las pandillas, delincuentes muy jóvenes que se convirtieron rápidamente en personajes mediáticos. Un fenómeno que venía acompañado de la música de los Chichos y de los Chunguitos y que se dio en muchos barrios, como en el de Vallecas de Madrid, o en La Mina, en Barcelona", cuenta.

El protagonista es Beltrán (Palma, 1966), un chico inmaduro pero con muchas fantasías que anima al lector a iniciar un viaje por las calles y las plazas de su barrio de la mano de algunos de sus amigos como Benjamín, Arnaud, Ramos o El Gato.

El historietista e ilustrador Bartolomé Seguí (Palma, 1962) ha sido el encargado de dibujar las viñetas de esta novela, ganadora del I Premio de Cómic Ciutat de Palma 2010.

Bebiendo de los clásicos

El cómic presenta una estructura fija y sencilla, de seis viñetas sobre tres tiras por página, lo que facilita la lectura y hace que esta novela sea más accesible a ese público que no está acostumbrado a leer tebeos.

"La idea era hacer una novela gráfica que no se hiciera pesada y que se asemejara un poco al estilo del cómic clásico como puede ser Tintín o Asterix y Obélix", explica el coautor de la obra Las serpientes ciegas, ganadora del Premio Nacional de Cómic 2009.

Con un trazo muy suelto y huyendo del realismo, el artista presenta a unos personajes con rasgos poco definidos, lo que le permite, dice, "desdramatizar una situación que contada por sí sola es ya bastante dura".

"La intención era captar la esencia de los protagonistas, y evitar dramatizar en exceso, quitarle un poco de hierro al tema y contribuir también a transmitir al lector ese tono de ternura que tiene el guion", reconoce Seguí, quien ya trabaja en la edición del segundo tomo de Hágase el caos. Umbra, que escribe junto con Felipe H. Cava (Seleccionada para el premio a la mejor historia de intriga en Angoulême).

Delincuencia y miseria

Una mirada comprensiva hacia un pasado lleno de paseos en bicicleta, de deberes, de baños en el mar, de sueños y risas, pero también de malos tratos, drogas, alcohol, prostitutas, pobreza, delincuencia y mucha miseria.

"Yo tenía quince años y solo quería salir de allí. Mis amigos empezaban a tomar heroína, yo la probé y me di cuenta de que era demasiado buena para ser buena. Es la droga más potente que he probado en mi vida, te deteriora y te engancha muy rápido. Entonces empecé a alejarme de todo aquello, comprendí que hay puertas que son para entrar pero no para salir", confiesa Beltrán, admirador de los clásicos de Richard Ford, Ernest Hemingway y Fiódor Dostoievsky.

Y con esa imagen es precisamente como termina Historias de Barrio, con una puerta cerrándose que, según adelanta, solo se abrirá en un segundo libro en el que cuente qué sucedió en los años posteriores.